[14] - Joselyn: Respetuoso

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Joselyn

Recuerdo su respiración tan cerca de la mía, hacía calor, sus dedos en mi mejilla ¡Hasta nuestras narices se rozaron! Tan cerca de sus labios y tan lejos a la vez. ¡Uf! No debí permitirme esa cita. Hay tantos hombres buenos en este mundo, hombres con mente abierta, y yo me vengo a interesar en un conservador. Alguien tan tradicional como Milton, no debería ser una opción.

¡Me dijo que soy femenina! Me muero de amor.

¡Me dijo que quiere ser mi jefe las veinticuatro horas del día! Lo malpensé, debo tener la mente perturbada.

Esta relación jefe y secretaria se me está yendo de las manos.

Me hago un rodete, pero antes de terminar de maquillarme, veo la bolsa de la basura estando llena, así que decido sacarle un peso a la mujer de la limpieza.

—¡Exiel, deja de ser puerco y no gastes en porquerías! —le grito por el contenido del mismo—. Florinda no tiene por qué limpiar tus suciedades.

—¡Sí, lo que digas, loca! —expresa desde el baño.

Ruedo los ojos, luego levanto el tacho, salgo de la casa para acercarme al contenedor y tirar la basura asquerosa de mi hermano.

—Eh, macho, ¿qué haces con esas pintas? —Oigo a mi costado, pero ignoro el comentario transfóbico, para girarme y volver a la casa.

El hombre y otro más se me ponen delante.

—Mi amigo te está hablando, rarito —insiste el de al lado.

—¿Me dejan pasar? —pido de manera amable.

El primero me empuja.

—Te hice una pregunta.

Suspiro.

—Así me visto —contesto.

—Casi me lo creí. —Se ríe el otro.

—¿Ya me puedo ir? Respondí tu pregunta.

—¿Son de verdad? —continúa con su interrogatorio burlesco.

Frunzo el ceño.

—No te importa. —Intento pasar, pero me empuja otra vez—. No les he hecho nada, así que déjenme en paz.

—Respuesta incorrecta, eres hombre, así que siempre serán falsas.

Acerca su mano a mi blusa, pero no llega a tocarme en esta ocasión. Veo que mi hermano llega, toma su hombro y lo gira para pegarle un puñetazo en la cara. El otro lo ataca, pero vienen los guardias del club y neutralizan a los agresores.

Exiel pone su pie en la cabeza de uno de los hombres.

—No se permiten transfóbicos en mi cuadra, discúlpate con mi hermanita, ahora —ordena.

—¿Tu hermanita? Ni mierda, será tu hermano en todo caso. —Se ríe el hombre en el piso, pero Exiel lo patea—. Ay, desgraciado.

—Dije que te disculpes —expresa con odio.

—Lo siento, lo siento. —Llora el otro.

—¿Ves? Tu amigo lo entiende. —Vuelve a poner el pie en su cabeza—. Te voy a golpear hasta que aprendas.

—Exiel, por favor —pido al dejar de estar en shock—. Esto no se arregla con violencia.

—Yo decidiré eso. —Mi hermano lo levanta del suelo, agarrándolo de la chaqueta—. ¡¡Discúlpate!! —le grita.

El hombre, a regañadientes, termina por mirarme.

—Lo lamento —expresa molesto.

—Ya... ya déjalo ir. —Intento no observar el odio que despide su mirada contra mí.

—¡¡Lárguense!! —Alza la voz Exiel y los guardias los empujan, para que puedan salir corriendo, luego mi hermano se gira a observarme con una sonrisa—. Así o peor le va a pasar a Milton si te dice algo desagradable.

—No empieces. —Avanzo hacia la casa—. Tengo que terminar de maquillarme e ir a trabajar.

—¡Es un tarado!

Lo ignoro, termino de maquillarme y vestirme en mi cuarto. Agarro mi cartera, entonces me dirijo a trabajar. Una vez llego, acomodo rápido mi escritorio. Me sobresalto cuando veo venir a Milton, así que me sonrojo, recordando el casi beso.

—Hola. —Sonríe el rubio.

—Hola. —Sonrío también, algo tímida.

—Hoy llegaste más tarde, ¿todo bien?

Pongo un mechón de mis cabellos detrás de mi oreja.

—Sí, tuve un altercado con unos bravucones, pero mi hermano llegó a tiempo para defenderme —le cuento.

¿Por qué le cuento? Siempre he intentado ser lo más discreta con Milton para mantener la distancia, pero creo que ya la rompí por aceptar como boba aquella cita.

Hace una expresión de preocupación y se aproxima un poco más hacia mí, así que mi corazón se acelera.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —pregunta, inquieto.

—Sí, sí —repito—. Uno me empujó, pero nada serio, como dije, mi hermano se encargó del asunto.

Sonríe.

—Qué bueno. —Pasa su mano por mi brazo y yo me la quedo mirando, luego alzo la vista, entonces me encuentro con su rostro cerca del mío—. Si tienes algún problema, siempre puedes contarme —ofrece—. ¿De acuerdo?

Mis mejillas arden.

—Claro.

Se aproxima hasta mi rostro.

—Josy...

—¿Sí? —Retrocedo, chocándome con el escritorio, así que él pone la mano en este—. Dime. —Corto el silencio por culpa de su acercamiento lento hacia mi rostro.

—Tú y yo nos debemos algo —aclara.

Tomo un aire fuerte.

—Estamos trabajando.

—Solo... quiero... —Siento su respiración a tan pocos milímetros de la mía, sus labios ya casi me tocan—. Probarlos.

No lo piensa ningún otro segundo y junta nuestras bocas, así que me agarro fuerte de su chaqueta, para mantener al menos la distancia entre nuestros cuerpos, aun así, tampoco es que lo dude mucho, pues al instante, termino correspondiéndole, y mis labios se mueven al compás de los suyos. Quiere aproximarse un poco, agregar cercanía, pero permanezco firme en mi posición, para que no se arrime más de lo debido. Lo que me emociona porque no insiste, considerando lo que mi reacción corporal le muestra, y siguiendo con el beso, tomando mi rostro con ambas manos.

Esto es como lo imaginé, caliente y respetuoso. 

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Saludos, Vivi.

Milton y RamirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora