VI

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     La luz de la mañana fue lo que despertó a Evelyn, que se levantó algo aturdida al no haber amanecido en la cama en la que llevaba durmiendo un mes.

     ¿Qué hora sería? Parecía que nadie había tenido la intención de ir a despertarla, aunque realmente la única persona que sabía exactamente la habitación en la que se encontraba era Kristian. El príncipe.

     La chica se incorporó en la cama y examinó el espacio rápidamente, soltando un suspiro de alivio al ver que se encontraba sola. Seguramente hizo lo que le dijo que haría: se quedó hasta que Evelyn se durmió.

     Ya que estaba, se fijó un poco más en la estancia. A simple vista parecía estar minuciosamente decorada para tratarse de un dormitorio de invitados:

     La misma pared en la que se encontraba la cama era una gran estantería, repleta de libros desde el suelo hasta el techo. A la izquierda de la cama había una puerta de cristal que asomaba a una terraza con sillones y flores de colores pasteles. En frente de la cama había un sofá de color claro, muy cerca de un escritorio de caoba. En la pared opuesta a la cama había también una puerta de madera, que Evelyn supuso que llevaba a un cuarto de baño. Las paredes, sin embargo, estaban escasamente decoradas. 

     Una gran alfombra de pelo beige ocupaba el suelo casi en su totalidad y Evelyn disfrutó del tacto con los pies descalzos, sonriendo y cerrando los ojos durante pocos minutos. Sobre la mesa del escritorio había cosas y la joven estuvo tentada de echarle un vistazo. Luego recordó lo mucho que le molestaba que Kaira o alguno de sus hermanos husmease en sus objetos personales y decidió mirar los libros por encima en su lugar. 

     Había un reloj de madera colgado en la pared frente a la silla del escritorio, pero Evelyn ni siquiera miró qué hora era. Tenía hambre y suponía que el desayuno ya había empezado, si no había terminado, pero no quería bajar pues sabía que le caería una regañina en cuanto Lulú o la señorita Elise o incluso los reyes le viesen. 

     Había revisado tan solo un par de estantes cuando la puerta se abrió sin apenas hacer ruido y volvió a cerrarse, esa vez llamando la atención de la seleccionada. 

- El desayuno está a punto de terminar y he supuesto que tendrías hambre. - Explicó el príncipe Kristian dejando sobre la mesa del escritorio una bandeja plateada, sin establecer contacto visual durante demasiado tiempo y con una expresión relajada en el rostro.

- Gracias, alteza, aunque puedo bajar al comedor, no quisiera molestar. 

- Está bien, ya he venido aquí, no hagas que el camino haya sido en vano. 

     Evelyn asintió despacio y esperó un par de minutos a que el príncipe saliese de la estancia, cosa que parecía que no iba a ocurrir pues no se movía del punto en el que se había instalado. 

     Viendo que a ese paso pasaría la mañana entera sin que ninguno de los dos hiciese nada Evelyn caminó hasta el escritorio, sentándose en la silla y comenzando a comer animadamente.

- ¿Has dormido bien? - Preguntó Kristian dando un corto paseo a lo largo de la habitación.

- Sí, muchas gracias por preguntar, alteza. ¿Y usted?

- Hoy me ha costado un poco relajarme, no dormir en mi cama me afecta. 

     Evelyn tosió liberándose de un trozo de croissant que casi se le va por el conducto equivocado al razonar lo que Kristian había querido decir con sus palabras. Le dijo que era una habitación de invitados, si hubiese sabido que era suya no se le habría ocurrido dormir en la cama, ni siquiera en el sofá. 

     El príncipe sonrió entretenido al ver la reacción de la joven, pero cuando esta giró su rostro hacia él las comisuras de sus labios bajaron rápidamente, actuando por instinto reflejo. 

- ¿Es su dormitorio? 

     El príncipe asintió dedicándole una rápida mirada a toda la estancia, orgulloso de su espacio más privado en todo el palacio.

- ¿Qué opinas?

- Refleja su personalidad casi a la perfección y es muy espaciosa. - Respondió Evelyn en voz baja, volviendo a enfrentar la bandeja. - Me gusta la alfombra. 

     El príncipe volvió a sonreír mientras respondía, observando su espalda. Lo que le había llamado la atención de ella al principio fue su opinión con respecto a la Selección, que compartían, pero sentía que, si pasaba más tiempo con ella, descubriría cosas que le resultarían curiosas. 

     Tal vez quisiese conocerla más, tal vez por eso le había llevado a su dormitorio en vez de a cualquier otra habitación de invitados, tal vez por eso había salido del comedor antes y había preparado él mismo una bandeja en las cocinas que poder llevarle, tal vez por eso tenía ganas de sonreír cuando le respondía con tanta naturalidad. 

- Es una simple alfombra, ¿qué te gusta tanto?

- Es la primera ver que puedo caminar descalza sobre una tan suave. - Respondió la seleccionada encogiéndose de hombros ligeramente.

- ¿Y por qué no lo habías hecho antes?

- Lo crea o no, alteza, las alfombras son algo que no todos pueden permitirse. Además, el dinero suele gastarse en comprar comida y no en elementos que, al final, para lo que más sirven es para decorar.

- Ya veo. - Kristian se había quedado sin palabras. ¿Qué debía decir al respecto? No encontraba nada para consolarla sin que sonase a burla, y no quería que Evelyn se llevase una idea equivocada de él.

     ¿Tan mal estaban los ciudadanos de su reino que poca gente podía comprar alfombras? O tal vez fuese solo Iretia, podría investigarlo y pensar junto con Stefan alguna solución, quedaba poco tiempo hasta que alguno de los dos fuese coronado rey. 

- No sintáis lástima, por favor, es solo una alfombra. - Comentó Evelyn al ver que el príncipe había cesado la conversación. 

- Lo sé, pero no puedo evitarlo, es mi reino.

     Evelyn endureció la expresión, ¿por qué sentía que los príncipes eran tan hipócritas?: decían que les preocupaba su reino y sus gentes pero a unas cuantas jóvenes les trataban como si solamente fuesen una cara bonita y les perteneciesen completamente. Estaba harta de la Selección y, aún así, no quería irse; ¿qué estaba mal con ella?

La ÉliteWhere stories live. Discover now