XXXI

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     Tardaron tres días en expulsar a Ada de palacio definitivamente, la joven regresó a su casa, dónde solo encontró a su madre, en una situación muy parecida. Evelyn apenas se enteró de aquello, pues se pasó cerca de dos semanas en la misma habitación de invitados, con la única compañía del príncipe Kristian y Marian.

     Evelyn tenía prohibido ver al resto de seleccionadas durante su recuperación, aunque apenas le importaba, eso significaba que tampoco podía ver a la familia real y, mucho menos, desayunar, comer y cenar con ellos. O Marian o el príncipe le llevaban la comida, y Marian y Kristian siempre estaban pendientes de sus heridas, su entretenimiento y su estado de ánimo.

     En aquellos catorce días Evelyn se hizo mucho más cercana a Marian, encontrando en ella una amiga, casi tan próxima como Azalea, Brielle o Bianca.

     Pudo escribirle una carta a su familia, explicándoles que se encontraba bien y que, a pesar de lo que pudiesen pensar, le estaban tratando decentemente. Su madre y hermanos no tardaron en enviarle una respuesta, donde Evelyn confirmó lo que ya sabía: que se habían llevado un susto de muerte y que seguían preocupados a pesar de haber recibido su carta.

     También tuvo la oportunidad de intimar más con el príncipe, aunque se negaba a hacerlo, le guardaba cierto rencor desde el día de los latigazos, a toda la familia real.

     Sin embargo, Kristian parecía entenderlo y le dejaba a Evelyn su espacio, muchas veces estaba en el dormitorio y ambos leían en silencio. Él disfrutaba esos ratos de silencio y tranquilidad, le recordaba a su infancia, cuando pasaba el tiempo con su hermano o su madre.

     A Evelyn no le disgustaban, lo prefería a tener que entablar conversaciones vagas, sin contar con que la mayor parte del día se encontraba realmente cansada, y no solo físicamente, mental y emocionalmente. El proceso de la Selección... Estaba siendo más duro de lo que se había imaginado.

* * *

- ¿Cómo te encuentras? - Preguntó Kristian tras entrar en el dormitorio. Evelyn estaba sentada en un diván, frente a una gran ventana que había.

     Iba descalza y llevaba un vestido crema de tirantes que le dejaba parte de la espalda al descubierto. Observaba el cielo con tranquilidad, abrazada a sus rodillas.

     Giró la cabeza al escuchar la pregunta, aunque sabía de sobra quién era el que la había formulado. Le sonrió débilmente pero con cierto cariño.

     Y el corazón del príncipe se detuvo durante un instante, impidiéndole siquiera cerrar la puerta. ¿Siempre había sido... Tan hermosa? Tras los segundos de inactividad, su corazón comenzó a palpitar tan fuerte que temía que fuese dañino para su cuerpo. Notó cómo la respiración se le agitaba progresivamente y sintió las piernas débiles, era... Perfecta.

- Bastante mejor. - Le respondió Evelyn con voz calmada. - Aunque supongo que me queda poco tiempo en esta maravillosa habitación, ¿No es así, alteza? - Terminó sus palabras con una sonrisa mucho más sincera que la anterior.

     La voz de Evelyn fue lo que pudo devolver, en cierto modo, al príncipe a sus sentidos. Cerró la puerta con cierta torpeza y se acercó a la joven, sentándose en una silla que había colocado al lado del diván, al mismo tiempo que respondía.

- Mañana volverás a dormir con el resto de seleccionadas y continuarás en la Selección, como si... Nada de esto hubiese pasado.

     Evelyn soltó un suspiro y rompió el contacto visual para dirigir sus ojos al horizonte que veía perfectamente por la ventana.

- Me hubiese gustado permanecer más días en esta pequeña prisión. - Comentó con las comisuras de los labios elevadas.

     Lo decía en serio, esas últimas semanas habían sido las más tranquilas que había tenido en palacio: sin entrevistas, sin clases, sin moverse incansablemente de un lado a otro de palacio, sin cruzarse a algunas seleccionadas o cualquier miembro de la realeza por los pasillos... Simplemente con la compañía de Marian y Kristian se había sentido... Feliz, tal vez los latigazos no hubiesen sido tan malos al fin y al cabo.

- Te echan de menos, las seleccionadas y toda la gente de Xirian, piensan que estás eliminada porque te has saltado dos entrevistas.

     La joven no pudo contenerse una corta carcajada, ¿Qué la gente de Xirian la echaba de menos? Ni siquiera la conocían, era imposible.

- Ahórrese el discurso, alteza, soy más que consciente de que la gente de Xirian y mitad de las seleccionadas no me echan de menos.

- Yo sí. - Las palabras salieron de la boca del príncipe automáticamente.

     Se mordió el labio casi al instante y buscó la parte trasera de su cuello con la mano, ¿Qué estaba diciendo? Aunque no podía guardarse las palabras, ya no.

- Echo de menos verte por los pasillos, a la hora de las comidas, en las entrevistas... Echo de menos intentar buscarte por palacio para poder saludarte y, tal vez, si me armaba de valor, pedirte una cita.

     Evelyn intentó permanecer con la vista clavada en el horizonte, no quería establecer contacto con él, aquellas palabras... Sonaban muy... Románticas y no estaba del todo cómoda con aquello: ¿Y si el príncipe se enamoraba de ella? ¿Y si ella se enamoraba del príncipe? Lo último que quería era tener que vivir en palacio por el resto de su vida, posiblemente sin ver a su familia.

- Vaya, a lo mejor sí he acabado soltando un discurso cursi. - Añadió Kristian minutos después al ver que la joven ni siquiera le dedicaba una mirada como respuesta.

     Se levantó de la silla y caminó un par de pasos en dirección indefinida, no se le había declarado y ella no le había rechazado pero, ¿Por qué el corazón, a parte de latirle con velocidad, le dolía? O suponía que era el corazón pues había comenzado a sentir una presión en la zona central del pecho.

     Y, sin embargo, quería seguir pasando tiempo con la joven.

     Se giró para poder mirarla nuevamente, aunque la postura de ella no había cambiado, ni la dirección de su mirada.

- ¿Necesitas algo? Iré... - Kristian carraspeó ligeramente antes de continuar. - Iré a prepararte el desayuno, ¿Qué te apetece tomar?

- Lo mismo de siempre, ¿Por favor?

     El príncipe asintió y desapareció de la habitación con una débil sonrisa forzada. Se repitió mentalmente que todo estaba bien, ella no le había rechazado, simplemente estaba cansada, seguramente aún le dolería algo la espalda y había pasado muchos días sola, a pesar de la compañía que le brindaban Marian y él.

     Y, sin embargo, no pudo contenerse al cerrar la puerta del dormitorio y llevarse una mano al pecho, para masajear con una leve presión la zona más cercana al corazón, que aún latía desbocado.

La ÉliteWhere stories live. Discover now