XXVIII

325 33 5
                                    

- ¿Alguna otra piensa igual que nuestra querida señorita Aberdeen? No quisiera más interrupciones. - Preguntó el rey, voz en grito, al resto de seleccionadas.

     Las ocho jóvenes restantes no podían articular palabra, a saber lo que les pasaría si decían algo. Miraban con temor la escena; las más valientes se atrevían a alternar la vista entre el rey, Ada y Evelyn y las cámaras.

- Eres la persona más estúpida que conozco. Aunque, te lo mereces. - Susurró Ada observando a Evelyn de reojo, no sonreía con la superioridad con la que solía sonreírle, hasta parecía tener la vista perdida.

- Tú eres la que se lo merece, yo no hice trampas para entrar aquí. - Aunque Evelyn no tenía ánimos para hablar, y mucho menos con Ada. Si no hubiese sido por ella, no estaría en esa situación, si bien era cierto que se sentía ligeramente culpable por haberle contado al príncipe las actividades del señor Corday.

     Con un gesto rápido del rey, y al ver que ninguna seleccionada se oponía como había hecho Evelyn, los guardias que la sujetaban de los brazos tiraron con fuerza de su vestido, dejándola con la espalda completamente al descubierto, al igual que Ada.

     Entonces Evelyn buscó con la mirada a los príncipes y a la reina, ¿Por qué no hacían nada? ¿Por qué permanecían inmóviles frente a esa injusticia? Ni siquiera le estaban mirando, a ninguna de las dos, mantenían la vista perdida en algún punto entre ellas y el rey.

     Mientras buscaba establecer contacto visual con Kristian, Evelyn recibió el primer latigazo. Un dolor agudo que asaltó su espalda y que no se parecía a nada que hubiese sentido antes. El escozor en la piel no desapareció incluso con el paso de los segundos y las lágrimas amenazaban con salir nada más haber empezado.

     Justo en el momento del impacto bajó la vista hasta el suelo, adolorida, aunque volvió a subirla, buscando nuevamente el apoyo en la mirada del príncipe, en sus ojos azules; pero no lo encontró. Kristian seguía mirando a la nada, con todos los músculos del cuerpo tensos, aunque solo se le notase en el rostro y los puños, y con toda la intención de esperar a que su padre terminase y las cámaras dejasen de grabar.

     El segundo grito de Ada devolvió a Evelyn a la realidad, a la situación que estaba pasando con su compañera de la infancia, aquella que creía odiar... Y apretó los labios, apartando la vista de Kristian y dejándola ir hasta el suelo, nadie iba a salvarle en ese momento, solo estaban Ada y ella. Y el rey. Y su látigo.

* * *

     Evelyn vio de reojo cómo Ada se desmayaba alrededor del vigésimo latigazo, con el rostro empapado en lágrimas y la espalda, supuso Evelyn, destrozada.

     Ella, por suerte o por desgracia, tampoco aguantó mucho más. Continuó contándolos en su mente, repitiéndose mentalmente que quedaba poco, pero llegó un momento en el que no lo soportó; se abandonó al dolor y cerró los ojos, sintiendo un último latigazo en la piel antes de perder el conocimiento.

- Esto es lo que pasa cuando se desobedece o traiciona a la corona. - Explicó el rey cuando terminó de propiciar latigazos.

     Relajó el rostro al mismo tiempo que tiraba el látigo al suelo, no muy lejos de él, y no tardó en dibujar otra vez una sonrisa.

- Bueno, espero que hayáis aprendido la lección. Las cámaras ya pueden dejar de grabar, y que todas las seleccionadas vuelvan a su dormitorio, no quiero que nadie salga de ahí en todo el día, salvo para la comida y la cena.

     Todo el mundo obedeció al instante al rey, después de lo que habían presenciado, habría sido de necios no hacerlo. Los cámaras fueron los primeros en desaparecer del patio de armas, seguidos de las seleccionadas.

     Al pasar al lado de Ada y Evelyn, Bianca estuvo a punto de ir a ayudarles, aunque no sabía muy bien cómo, pero la estricta mirada del rey le intimidó tanto que abandonó la idea y se resignó a seguir a las demás hasta su dormitorio.

     Con un simple gesto de la cabeza, todos los guardias también desaparecieron de la escena, dejando solamente a la familia real y las dos jóvenes inconscientes.

- ¿Piensas... Piensas dejarlas así? - Preguntó Kristian. Había hecho de tripas corazón y se había atrevido a formularle a su padre aquella pregunta que rondaba su mente cuando el rey se dirigía hacia el interior del palacio.

     Sin embargo, por fuera no demostraba el valor que sentía por dentro: las manos le temblaban con sutileza y tenía la cabeza ligeramente agachada, con la vista clavada en el suelo, aunque en un punto en el que podía ver a su padre de reojo.

     Niels esbozó una sonrisa de suficiencia y simplemente se encogió de hombros frente a sus hijos. Acto seguido, como si nada, le hizo un gesto que pretendía ser cariñoso a su esposa, para que le acompañase al interior del palacio.

     Los reyes desaparecieron del patio de armas, y fue solo entonces cuando Stefan y Kristian se aproximaron corriendo a Ada y Evelyn.

- ¿Qué hacemos? - Preguntó Stefan, observando con desagrado la espalda de ambas jóvenes. Esas heridas le resultaban familiares, pero nunca se acostumbraría a verlas tan de cerca.

- Llevémoslas a las habitaciones de invitados, cada una a una. Allí podremos echarles algún ungüento y curarles las heridas con más tranquilidad. - Respondió Kristian, intentando mantener la calma.

     Su corazón palpitaba con demasiada fuerza, tanto que temía que se parase de golpe. No podía apartar la mirada de la espalda de Evelyn, de las heridas que tenía. ¿Cómo había dejado que aquello ocurriese? ¿Por qué? ¿Por qué..? Sacudió la cabeza con fuerza, no era momento de ponerse a pensar, debían ayudarlas.

     Los ojos azules se desviaron hacia el rostro de la joven, a pesar de tener los párpados cerrados lucia cansada y dolorida, él ya conocía esa expresión, la había visto pintada en el rostro de su hermano en las largas noches de insomnio de su adolescencia. Le apartó un mechón de pelo con cariño y cogió aire para infundirse ánimos.

- Vamos, cuanto antes tratemos las heridas, mejor. - Anunció, cargando a Evelyn con sumo cuidado y poniéndose en pie.

- Lo sé, lo sé. - Respondió Stefan, haciendo lo mismo con Ada.

La ÉliteWhere stories live. Discover now