XXIV

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     Kristian contuvo las ganas de sonreír hasta que perdió de vista la silueta de Evelyn. Fue entonces cuando no pudo resistirlo más y las comisuras de sus labios se elevaron lo suficiente como para dibujar una sonrisa en su rostro.

     Le había gustado, le había gustado bailar con él. Soltó un corto suspiro de alivio, a él también le había gustado bailar con ella, aunque se le había quedado un pellizco en el interior por si ella no había sentido lo mismo.

     Al final Kaira había tenido razón y le había gustado, ambos habían disfrutado el baile. Había merecido la pena pasar el tiempo cuidando a la hermana pequeña de Evelyn, y también había merecido la pena preguntarle por un baile.

     Estaba feliz.

- Hacía tanto tiempo que no te veía sonreír que hasta se me había olvidado lo mucho que nos parecemos cuando lo haces.

     La sonrisa de Kristian desapareció de golpe al escuchar la voz de su hermano gemelo y, segundos después, encontrarse con él, sonriendo ampliamente.

- Estabas tardando mucho, padre me ha mandado buscarte. Así que, ¿Estabas con Evelyn? - Preguntó Stefan, escondiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y observando a su hermano entretenido.

- Estaba... Aclarando algunos asuntos.

- Asuntos... Ya. Si quieres llamarlo así... - Stefan se encogió de hombros sin perder el brillo de diversión en sus ojos, dando media vuelta sobre sí mismo. - De todas formas, será mejor que vayamos, nuestro querido padre estaba comenzando a ponerse nervioso.

     Kristian asintió de mala gana y siguió los pasos de su gemelo.

     Ambos caminaron en silencio. Dejaron atrás el pasillo en el que se habían encontrado y se movieron sigilosamente por palacio. A medida que se iban acercando más a su destino los guardias disminuían, por paradójico que sonase, pues se acercaban a las mazmorras.

     A Kristian esa zona del palacio le provocaba escalofríos, ahí había aprendido a empuñar una espada y defenderse, por las malas, ahí había recibido castigos de su padre... Y el ambiente frío y húmedo no ayudaba a olvidar esos recuerdos.

- Hacia tiempo que no bajaba aquí, lo recordaba más lúgubre. - Comentó Stefan nada más atravesar la gruesa puerta de metal que separaba las celdas de las escaleras. - Aunque el olor sigue siendo insoportable.

     La intención del príncipe era aliviar la tensión y poder ayudar a su hermano gemelo; él también había recibido castigos allí abajo, también tenía muy malos recuerdos, aunque era más fuerte que Kristian a la hora de olvidar.

- ¿Se puede saber dónde estabas? - Preguntó el rey Niels a su hijo cuando estaban a pocos metros de distancia.

- Lo siento, me he distraído. - Respondió Kristian bajando la cabeza y clavando la vista en el suelo.

     No quería decirle que había estado hablando con Evelyn, no podía decírselo, y sabía que Stefan tampoco lo diría. Si su padre se enteraba de que había perdido el tiempo con una seleccionada, sabiendo de antemano que tenía que bajar a las mazmorras, podría enfadarse demasiado.

- Que sea el último fallo que tienes, Kristian. - Amenazó el rey antes de darle la espalda a sus hijos y dirigirse a una celda en cuestión, en la que yacía el hombre que le interesaba en ese momento.

     Stefan y Kristian le siguieron, aunque varios pasos por detrás. Si de ellos hubiese dependido, ambos habrían escapado de allí y se habrían dirigido a sus respectivos dormitorios. Pero permanecer allí no dependía de ellos, si no de su padre.

- Adan Corday. - Saludó el rey sonriendo con cinismo a la silueta que se apreciaba en el interior de la celda, con medio cuerpo a oscuras.

     Kristian sintió un escalofrío recorrerle la espalda al instante, Corday, ese hombre era el padre de Ada. Si estaba en las mazmorras era porque se habían enterado de que espiaba en sus visitas al palacio, aunque, ¿Cómo lo habría descubierto su padre? Él no le había dicho nada cuando Evelyn le confesó que el señor Corday visitaba el palacio con regularidad por su trabajo.

- Si coopera conmigo y responde con sinceridad se ahorrará bastante sufrimiento. - Explicó Niels, agachándose hasta quedar de cuclillas en el suelo, para poder establecer contacto visual con el señor Corday.

- ¿Qué ha hecho, padre? - Se atrevió a preguntar Stefan. La sonrisa que solía iluminar su cara había abandonado su rostro por completo y la tenue iluminación de las mazmorras le hacía verse más sombrío.

- Que nos lo cuente él. - Dio el rey por toda respuesta.

     El señor Corday respiraba agitadamente a pesar de no tener ninguna herida en el cuerpo. Antes de que comenzase a utilizar sus visitas a palacio como método de espionaje sabía bien dónde se estaba metiendo, pero lo había hecho por su mujer y su única hija, solo buscaba darles una buena vida...

- No tengo mucha paciencia, ¿Es usted consciente de ello? - Niels comenzaba a exasperarse, si había algo que no soportaba era que la gente le mintiese en la cara. Esperaba que el señor Corday respondiese con sinceridad; si era listo, lo haría.

- Vengo a palacio con cierta regularidad. Soy comerciante, traigo telas de excelente calidad. - Comenzó a explicar el señor Corday. Su voz sonaba ronca y tenía la cabeza gacha y la mirada perdida, sabía que no había esperanza para él o su familia. - He pecado, majestad. He hecho algo imperdonable, he aprovechado mis visitas al palacio por motivos laborales para proporcionarle a mi hija una ventaja en la Selección.

- Explícate, mercader. - Ordenó el rey con una leve sonrisa en el rostro.

     Kristian intentaba no dirigir sus ojos hacia su padre pues cada vez que lo hacía un escalofrío le recorría el cuerpo entero, daba tanto miedo...

- Pude averiguar el significado de los sobres de colores. Conseguí una lista de las cualidades que buscaban los príncipes en sus esposas; pude hacerme con la mayoría de preguntas que se hicieron en la entrevista días antes de que esta tuviese lugar...

- Y supongo que por eso estabas merodeando a tus anchas por el palacio mientras el resto de invitados se encontraban en el baile, ¿Verdad?

- Sí, majestad.

- Sabías que te acabaríamos atrapando. ¿Eras consciente de las consecuencias que tendrían tus actos?

     El señor Corday asintió despacio. Sus ojos se movieron un centímetro, pero la vista seguía estando completamente perdida.

- Bien. - Comentó el rey, volviendo a erguirse. - Solo te daré una oportunidad, ¿Hay algo que quieras decir a tu favor?

     El señor Corday respiró profundamente antes de hablar. Era consciente de lo que ocurriría si le atrapaban, pero su mujer e hija le habían presionado tanto... ¿Cómo podría haberles dicho que no?

     Si ellas no le hubiesen incitado a hacerlo... Estaba seguro que no lo habría hecho.

- Mi mujer... E hija, fueron las que me incitaron a hacerlo. Sé que al final la decisión fue mía, pero no dejaron de presionar hasta que accedí. Lo siento, majestad.

     Niels dejó escapar una carcajada que resonó en las paredes frías de las mazmorras y erizó la piel de todo el cuerpo a ambos príncipes, ese sonido gutural no podía significar nada bueno.

- Supongo que mañana tendremos entretenimiento. No te condenaré a muerte, comerciante, pero permanecerás en las mazmorras un tiempo largo y trabajarás directamente para mí cuando salgas.

- Sí, majestad.

     El rey asintió conforme y caminó hacia la salida de las mazmorras sin darle más explicaciones a ninguno de los presentes ni esperar a que sus hijos le siguiesen.

La ÉliteWhere stories live. Discover now