XXVII

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     No podía ser verdad, no podían hacerle eso a Ada, era cierto que había hecho trampas y mentido para entrar en palacio, pero no creía que aquello fuese razón suficiente para lacerarle la espalda.

     Evelyn se había imaginado la escena en pocos segundos, nada más ver el látigo que el guardia había traído consigo, y aquello le provocó varias arcadas que disimuló tapándose la boca con la mano.

     El rey aceptó el látigo del guardia con una sonrisa, acarició el mango, pasándoselo de una mano a otra, y rozó las colas con cierto cariño; no tenían objetos metálicos colgando como Caspian le contó una vez a Evelyn y Elyan, pero la cuerda, con un par de nudos a lo largo, parecía ser dolorosa igualmente.

- Cincuenta latigazos, es lo mínimo que reciben los traidores a la corona. - Explicó el rey, más para Ada que para el resto de presentes. - Aunque, por ser tú una joven de la Selección, lo dejaré en treinta.

     Que el rey pronunciase las últimas palabras con ironía revolvió más el estómago de Evelyn, ¿Cómo podía ser así? ¿30 latigazos por aquello? Con la eliminación, la vergüenza pública ya que se estaba transmitiendo en directo el evento y con una compensación económica tal vez, Evelyn veía castigo más que suficiente.

     30 latigazos... Ada tal vez no podría soportar aquello pero, ¿Por qué se preocupaba por ella? Al fin y al cabo, solo habían compartido momentos de su infancia, momentos en los que creía que la odiaba, pero... En esa situación... No podía odiarla.

- Se lo suplico, majestad, yo no tengo la culpa, yo no quería... - Ada intentaba excusarse, la voz se le rompía por el llanto que comenzaba a salir.

- Claro que querías, hablé con tu padre y él me lo contó todo, sois muy ingeniosas tu madre y tú.

     Con esas últimas palabras el rey hizo un gesto con la cabeza que los guardias que sujetaban a Ada de los brazos entendieron al instante. Tiraron con fuerza del vestido de la seleccionada y en menos de dos minutos la espalda de Ada estaba completamente descubierta, y su rostro bañado en lágrimas.

     El corazón de Evelyn latía con violencia: no iban a hacer nada, nadie iba a hacer nada para impedirlo. Los cámaras solamente grababan, los guardias estaban bajo las órdenes del rey, el resto de seleccionadas se encontraban en shock, demasiado como para actuar, y la familia real... Los príncipes y la reina parecían tener la vista perdida, como si no estuviesen presentes.

     El rey alzó la mano derecha hacia el cielo, sujetando el látigo con fuerza y una expresión que Evelyn no podía identificar: ¿Orgullo? ¿Satisfacción? ¿Miedo?

     Iban a pegar a Ada, posiblemente por su culpa, aunque no estaba del todo segura pero, ¿Era por eso por lo que se sentía tan inquieta? No podía ver cómo le desgarraban la piel a una chica con la que había compartido su infancia, por mucho que su relación no fuese de ensueño.

     El rey bajó la mano en un movimiento rápido mientras Evelyn se perdía intentando identificar sus sentimientos y fue el grito desgarrador que escapó de la garganta de Ada lo que la trajo de vuelta a la realidad.

     Una línea roja perfectamente definida adornaba la espalda de Ada, y hasta parecía que había un pequeño hilo de sangre que comenzaba a correr por su piel.

     Evelyn estuvo a punto de vomitar con la escena, y eso que Ada no tenía ninguna herida abierta en el momento; pero estaba claro que las tendría, y que aquello era una locura.

     El rey volvió a elevar la mano, sin darle siquiera tiempo a la joven seleccionada para olvidar el dolor del primer latigazo. Varios guardias tenían que sujetarla de los brazos para que no se cayese al suelo, y daba igual lo que Ada intentase luchar, no le soltarían.

     Evelyn solo escuchaba el latir de su corazón tras el grito de Ada, no podían hacerle eso, no podían castigarle de ese modo, por mucho que fuesen de la realeza. Niels observó el objetivo al que tenía que ir a parar el látigo y se preparó con una sonrisa para el segundo golpe.

- ¡Alto!

     El rey bajó la mano que sujetaba el látigo ligeramente, incrédulo. Sus ojos azules dejaron de prestarle atención a la espalda descubierta de Ada y fueron a parar a la joven que había hablado. Se encontró con Evelyn, que lucía igual de sorprendida que él.

- ¿Perdón? - Preguntó él.

     Evelyn tragó saliva y reunió todo el coraje que tenía, no solo para responder, si no también para mantenerle la mirada al rey.

- Deteneos, por favor... Majestad.

     El rey dejó escapar una risa irónica, ¿Una plebeya, encima de mala familia, le pedía que se detuviese?

- No permito que los plebeyos me den órdenes. - Explicó enderezando la espalda y sacando el pecho, orgulloso.

- No era una orden majestad, si no una súplica. No podéis hacerle... Eso, creo que la eliminación y la humillación son castigos suficientes.

- ¿Se ha pedido tu opinión? ¿A quién le importa lo que pienses tú? Y, más importante aún, ¿Desde cuándo crees que tienes el derecho a hablar sin que se te haya preguntado antes?

- Lo siento mucho, majestad, pero no permaneceré callada si veo tal atrocidad frente a mis ojos. - Respondió Evelyn; no había apartado la mirada de los fríos ojos azules del rey, frialdad que no le afectaba, pues la sangre le circulaba por el cuerpo con tanta fuerza que la sentía hervir. Además, la rabia que le inundó tras escuchar las palabras del rey consiguió que el miedo se disipase por momentos.

- Te veo muy entusiasmada, tal vez quieras compartir el castigo con tu compañera. - Niels volvió a acariciar el mango del látigo y dibujó una sonrisa triunfal al ver la duda que cruzó el rostro de la seleccionada.

     No podía hacerle eso, no podía... Ella no quería ser castigada también, solo quería que dejasen de pegar a Ada, no entendía por qué el rey lo hacía, no entendía por qué ningún otro miembro de la familia real no hacía algo para detenerlo, no entendía nada en absoluto...

     Y apenas tuvo tiempo para intentar comprenderlo, con un gesto rápido del rey, un par de guardias se acercaron hasta Evelyn y le sujetaron de los brazos, igual que habían echo con Ada minutos atrás.

     La joven intentó escapar, se resistió, agachándose, tirando de sus brazos, probando a pegar patadas... Pero todo fue en vano y, cuando la colocaron al lado de Ada y observó cómo ésta le miraba con una mezcla entre agradecimiento y arrepentimiento, supo que todo estaba perdido.

La ÉliteWhere stories live. Discover now