XXIX

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     No fue la luz de la mañana lo que despertó a Evelyn, ni el silencio que reinaba en la habitación, si no un dolor agudo en la espalda.

     Había intentado moverse en la cama, recolocarse, ya que no estaba acostumbrada a dormir boca abajo y, para su sorpresa, un aguijonazo procedente de la espalda le asaltó. Fue tan intenso que descartó la idea de moverse al instante y enterró la cabeza en la almohada ahogando un grito y cerrando los ojos con fuerza.

- ¿Te has despertado?

     Kristian estaba sentado en una silla de cojín aterciopelado. Él también estaba durmiendo, dormitando más bien pues la silla no era lo más cómodo para descansar, y fue el ruido que hizo Evelyn lo que le despertó.

     Le había preguntado con un tono de voz tranquilo y pausado, intentaba que sonase dulce, aunque no creía haberlo conseguido.

- Todo lo bien que se puede estar después de tener la espalda hecha pedazos por culpa de una chica que lleva haciéndome la vida imposible desde la infancia. - Respondió la seleccionada. Su voz sonaba opaca y distante. 

- Aunque... Fue idea tuya hablar. ¿En qué estabas pensando?

- Sólo quería que el rey parase, ¿Quién da treinta latigazos a alguien simplemente porque le apetece? Además, yo fui quien te dijo que el padre de Ada hacía visitas a palacio. De todas formas, tenía que hacer algo ya que ningún miembro de la familia real actuó. La pregunta no es en qué estaba pensando yo, es: ¿En qué estábais pensando vosotros?

     Kristian soltó un corto suspiro antes de responder, inclinándose ligeramente hacia delante en la silla:

- Siento mucho... Nuestra forma de actuar, pero era... Lo que teníamos que hacer.

- ¿Lo que teníais que hacer? Sí, era exactamente eso: permanecer impasibles mientras laceraban la espalda de dos de las seleccionadas, era justo lo que teníais que hacer. - Replicó Evelyn. La rabia, la furia y la decepción por aquella respuesta se extendían por todo su cuerpo.

     Enterró con más fuerza el rostro en la almohada, hasta que se le hizo prácticamente imposible respirar, con la esperanza de que el príncipe se marchase de la habitación y le dejase sola. Tenía... Muchas ganas de llorar, le dolía la espalda pero, más que eso, le dolía saber que toda su familia había visto aquel momento; ¿Qué habría sido de Kaira? ¿Y Sven? Evelyn esperaba que sus hermanos mayores y su madre hubiesen hecho lo posible porque no viesen la desagradable escena pero, ¿Quién había hecho lo posible porque Elyan, Caspian y su madre no la viesen?

- Entiendo.. que estés decepcionada, yo también lo estoy. - Kristian hablaba con lentitud, eligiendo con cuidado sus palabras.

     ¿Por qué tenía la necesidad de contarle su pasado? Así podría entender un poco más el porqué no había actuado, el porqué no le había plantado cara a su padre. Sentía que quería explicárselo todo, no podía... No podía dejar que aquello les separase cuando ni siquiera estaban tan unidos.

- ¿Te duele mucho? - Preguntó en un susurro. No sé atrevía a contarle todo lo que quería contarle, ¿Y si Evelyn pensaba que estaba intentando excusar su comportamiento?

     Se había acercado a la cama y estiró el brazo para acariciar con cautela el hombro derecho de Evelyn, sin acercarse a las heridas. Las señales de los latigazos le cruzaban casi toda la espalda; la piel le había saltado en varias partes, tardaría varios días en curar.

     La joven asintió casi imperceptiblemente, aún con la cabeza enterrada en la almohada. Las lágrimas no salían, el dolor no desaparecía... Y las tripas le rugían, no se había dado cuenta del hambre que tenía, ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

- ¿Qué hora es? - Preguntó al príncipe, aunque lo tuvo que hacer dos veces pues la primera este no la había escuchado a causa de tener la cabeza enterrada.

- Las cinco de la mañana. Has estado casi un día inconsciente. - Respondió Kristian con tranquilidad, no había apartado las yemas de sus dedos del hombro de Evelyn, intentaba transmitirle el apoyo que no había podido darle cuando lo había necesitado. - ¿Tienes hambre?

     La seleccionada asintió nuevamente por toda respuesta, intentó moverse, elevar unos pocos centímetros su cuerpo del colchón, pero el dolor le impedía cambiar de posición.

- Iré a por algo de comida. Será mejor que intentes moverte lo menos posible, al menos durante un par de días. - Pidió el príncipe. Se separó de Evelyn, aunque le costó varios minutos, no quería... No quería dejarla sola. - No tardaré, te lo prometo.

     Y con esas palabras, salió casi a la carrera de la habitación. Aún quedaba media hora para que los sirvientes comenzasen a trabajar, así que las cocinas estaban completamente desiertas. Lo agradeció, así no tendría que dar ninguna explicación a nadie.

     Escogió lo más rápido que pudo aquello que creía que le gustaría más a Evelyn, sin olvidarse de algo para beber. Lo colocó en una gran bandeja y, sin perder ni un segundo, volvió a dirigirse a la habitación.

- Pero, ¿Qué haces? Te vas a hacer daño. - Nada más abrir la puerta del dormitorio, Kristian se encontró con Evelyn en pie, apoyada en la pared, intentando caminar, aunque tenía la espalda encorvada y la cabeza gacha.

     Cerró la puerta y dejó la bandeja encima de la cama para correr a ayudar a la joven, ¿En qué estaría pensando? No podía dejarla ni tres minutos sola.

     Le sujetó de los brazos y empezó a redirigirla a la cama.

- No, no quiero. Odio tumbarme boca abajo.

- ¿Y... Adónde quieres ir? - Preguntó el príncipe en voz baja ante el tono autoritario de las palabras de Evelyn.

     La seleccionada negó lentamente con la cabeza, con la vista cansada. Y, cuando respondió, lo hizo igual de bajo que Kristian.

- No sé, estaba pensando ir a la silla.

     Él asintió tras desviar la cabeza ligeramente y darse cuenta de que la silla no estaba tan lejos como pensaba.

- ¿Quieres que te ayude a llegar? Puedes sentarte y comer algo. - Propuso Kristian. Evelyn se había acercado algo más al príncipe, su cabeza casi reposaba en su pecho; estaba agotada, y no llevaba ni diez minutos de pie.

     Asintió con mucha lentitud, sentía que volvía a tener sueño, a pesar de haber estado inconsciente tantas horas.

- Sujétate a mi cuello, intentaré llevarte sin tocarte la espalda.

     Evelyn le hizo caso, rodeó el cuello del príncipe con los brazos. Solo entonces se dio cuenta de lo alto que era y de lo cerca que estaba de su rostro. Podía ver que su piel no era tan lisa y perfecta como pensaba, tenía pequeñas manchitas, y hasta juraría que pecas por la zona de la nariz.

     Estuvo tentada de permanecer observándole, parecía... Tan cercano. Aunque se vio obligada a cerrar los ojos con fuerza cuando Kristian empezó a moverla, notaba que lo hacía con todo el cuidado que podía y apenas le rozaba las heridas, pero era inevitable que el movimiento, por leve que fuese, no le doliese.

La ÉliteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant