XXXVIII

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     Tras acabar el primer vaso y empezar el segundo Evelyn apenas notaba el escozor en la garganta que aquella bebida ocre ocasionaba al pasar. O lo hacía pero no le importaba.

     Había comenzado a sentirse ligera y muy risueña. Y se había encontrado tan a gusto con aquel guardia que le había acabado contando todo lo que le había ocurrido en los últimos meses, hasta la muerte de su madre.

     Su madre había muerto. Antes había llorado al recibir la noticia, pero cuando se lo dijo al guardia había dejado escapar una leve risita. Todo le parecía gracioso, y muy lejano.

- Y lo peor. - Continuó Evelyn, arrastrando las palabras. Sentía la lengua pastosa. - Es que ya no quiero seguir aquí.

     Un leve hipo interrumpió el relato. La seleccionada se detuvo para reír ante el gracioso ruido y continuó cuando el guardia le hizo un gesto para llamarle la atención.

- De todas formas. Solo vine por el dinero. Para ayudar a mi familia. - Las palabras salían despacio de su boca.

     ¿Cómo no había sido consciente antes de aquello? Nunca se había parado a analizar la manera en la que las palabras abandonaban sus labios, era maravilloso... Otra risita. ¿Por qué se reía por todo? No lo sabía, pero le gustaba aquella sensación.

     Alzó el vaso para apurar su contenido de un trago y se lo tendió al guardia con dificultad.

- Más, por favor. - Pidió, pronunciando las erres de manera muy superficial.

- Creo que ya es suficiente para ti. - Comentó el guardia con una carcajada, quitándole el vaso de las manos. 

- Oye. - La joven intentó recuperarlo, pero se mareó al intentar incorporarse y acabó cayendo sobre la mesa con un fuerte ruido. Sin embargo, fue una risa lo que abandonó sus labios. El guardia también le acompañó.

- Has bebido bastante. Dos vasos enteros, no está mal para ser tu primera vez.

- Quiero más. Cuanto más bebes, menos pica. - Adornó sus últimas palabras con una risilla débil.

- Sí, y más se te sube a la cabeza. No, lo que vas a hacer ahora va a ser ir a tu cuarto. Y descansar, mañana tendrás una resaca de mil demonios y desearás no haberme conocido.

- ¿Cómo podría? - Un corto hipo y otra risilla. - Eres el más agradable que hay en palacio. Aunque tu apariencia. De hombre grande y fuerte y malo, no ayuda.

- Gracias, es todo un cumplido.

- De nada. - Al finalizar, lo que salió de su boca fue un bostezo, y no una risilla. Aunque, el bostezar le hizo tanta gracia que acabó riéndose. - ¿Por qué tú sigues bebiendo?

- Porque soy más grande y fuerte que tú, como has dicho, y tolero mejor el alcohol.

- Eso no es justo.

     El guardia dejó escapar otra sonora carcajada, a la que Evelyn no tardó en unirse.

     Y de pronto recordó que él mismo le había dicho que no hiciese ruido, y la imagen del rey descubriéndolos se apareció en su mente.

     Se colocó el dedo índice sobre el labio, aunque le costó un rato, y mandó callar al guardia con una sonrisa en el rostro.

- Shhhhhhhhhhh, cááállate. Nos van a descubrir. - Intentó incorporarse y nuevamente cayó en el intento, apoyándose en el guardia al mismo tiempo que dejaba escapar una risa floja.

- Si eres tú la que no para de hacer ruido, yo estoy bebiendo tranquilamente.

- Eso no es cierto. Tus risas. Son muy altas. El rey nos va a descubriiir. - Otra carcajada por parte de ambos.

     Sin realmente saberlo, Evelyn llevaba razón. Alguien los iba a descubrir. Alguien que llevaba buscando a la joven cerca de tres horas.

* * *

     Alrededor de la una de la mañana, Kristian consideró que había dejado tiempo suficiente a Evelyn para procesar a solas la muerte de su madre. Se puso en pie con la fuerza que había reunido en las horas que habían pasado y salió del despacho.

     Durante la madrugada, la cantidad de guardias por los pasillos disminuía algo más que la mitad, por lo que no le preocupaba demasiado que los pocos que había, la mayoría dormitando de pie, le viesen deambular por palacio.

     El primer lugar donde buscó a Evelyn fue en todos y cada uno de los jardines que había, sin éxito. Siguió después con la gran sala que utilizaban las seleccionadas para dar clases, donde ya se había escondido una vez. Tampoco la encontró allí, ni en la habitación contigua. Ni en su dormitorio.

- ¿Dónde estás, Evelyn? - Preguntó para sus adentros, maldiciendo mentalmente el no haberla seguido.

     Se detuvo un instante, intentó ponerse en la posición de Evelyn. Si hubiese sido ella... Habría intentado ir a ver a su familia, era lo lógico. También sabía que era imposible que ella hubiese salido del palacio, pero, ¿Y si lo había conseguido? ¿Y si los guardias no la habían detenido igual que no le estaban parando a él?

     Se dirigió a la planta baja a la carrera, con el corazón en un puño, y sus sospechas se confirmaron cuando se encontró la puerta abierta.

     Salió al exterior y le recibió el frío nocturno. Un golpe en todo el rostro que le heló hasta las pestañas. Caminó rápidamente hasta la entrada principal, y no encontró allí al guardia que debería estar. Sin embargo, los latidos de su corazón se tranquilizaron notablemente al descubrir que la gran puerta de hierro que cercaba los alrededores del palacio no se había abierto.

- Bien... No está por ahí fuera...

     Con renovada tranquilidad giró sobre sí mismo e intentó divisar algo en la oscuridad de la noche. Se descubrió a sí mismo temblando y abrazándose los brazos en un intento vano de entrar en calor.

     "No puedo buscarla así", pensó, "iré a por un abrigo y un candelabro. No te alejes mucho, Evelyn". Salió corriendo de vuelta al interior del castillo. ¿Dónde podía conseguir un candelabro? Lo más cercano eran las cocinas, podría buscar allí.

     Aunque, a punto estuvo de no hacerlo, al ver una ligera luz salir de la sala y escuchar ajetreo dentro. Lo último que quería era levantar sospechas frente a guardias que pudiesen comunicarle la noticia a su padre.

     Se dio media vuelta lentamente, para no hacer ruido y que los presentes no captasen su presencia. Pero escuchó algo. Y se detuvo al instante.

- Eso no es cierto. Tus risas. Son muy altas. El rey nos va a descubriiir.

     No abandonaría las cocinas, no sin entrar antes y ver qué era lo que estaba pasando.

La ÉliteWhere stories live. Discover now