Capítulo 7

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—Se avecina una guerra, una guerra entre mundos, una guerra épica, que decidirá el destino de la humanidad para siempre. Existe una teoría física llamada multiversos o universos paralelos que dice que todo lo que nosotros vemos, desde la materia hasta las leyes físicas, es solo una parte de toda la realidad existente. Esta teoría dice que existen otros muchos mundos superpuestos a los que nunca llegaremos, similares al nuestro, pero en los que las leyes que los rigen son totalmente distintas. La verdad es un poco diferente.

>>Imaginad que tiráis una piedra a un lago, y cada una de las burbujas que se forman corresponde con cada uno de esos mundos, pero no pueden llegar los unos a los otros. Pero por una razón que escapa a nuestros conocimientos, cuatro de esos mundos se están aproximando, poco a poco. Se aproximan tanto que llegarán a chocar y, cuando eso pase, se unirán en uno solo. Toda la vida que conocen sus respectivos habitantes cambiará, para bien o para mal. Poca gente sabe esto, pero los que lo saben solo piensan en encontrar la manera de destruir a los otros tres mundos para poder sobrevivir sin ningún altercado. Así, cada uno de los mundos está montando un ejército implacable y letal.

Damon hizo una pausa y observó a Kneisha. Esta permanecía muy atenta a sus palabras. Primero lo escucharía hasta el final y, luego, intentaría asimilar lo que le había contado. Ahora venía la parte realmente difícil de asumir.

—Pero hace miles de años esto ya se sabía, se sabía que algo así iba a ocurrir. Hubo una Profecía. La Profecía. No la hemos visto ni escuchado nunca, pero la buscamos desesperadamente. No sabemos lo que dice exactamente, pero sabemos que habla de unos salvadores. Cuatro salvadores. Dos chicos y dos chicas que controlarán el fuego, el agua, el aire y la tierra. Cada uno de ellos nacido en uno de los cuatro mundos implicados, serán los encargados de poner paz cuando el momento llegue. Estarán destinados a luchar contra los ejércitos y liderar el nuevo mundo. Esos sois vosotros tres, y Michael, por supuesto.

Al terminar de decir eso, las tres cabezas se giraron para mirar a Kneisha. Ella les devolvió aturdida la mirada. Se sentía débil en ese momento, le daba vueltas todo. Ángel apretó la mano que aún tenía entre la suya.

Permanecieron en silencio unos minutos, dejando ese tiempo para que Kneisha pudiera pensar un poco. Podía aceptar que existían muchos mundos, no era la primera vez que oía esa teoría. Muchas películas de Marvel se sustentaban en eso. Pero lo que la había dejado sin palabras era el hecho de ser protagonista de una Profecía.

Además, acaba de decir que tres de ellos no eran de este mundo.

—Si tres de nosotros no somos de este mundo, ¿cómo estamos aquí todos? Has dicho que no se podía pasar de un mundo a otro —fue lo primero que pudo preguntar, entre la enorme confusión que reinaba en su mente en esos momentos. Le parecía absurdo incluso hacer esa pregunta.

—Ahora si estás atenta, ¿eh? No como cuando te cuento algo de física en casa —bromeó Damon—. Hay sitios donde la línea que separa los diferentes mundos es muy fina, donde se forman pequeñas puertas a los otros universos. Los ojos de un humano cualquiera pueden que no lo noten si no están preparados para ello, pero nosotros sí lo estamos. Este bosque —dijo mientras extendía los brazos hacia los lados—, es uno de esos sitios excepcionales, así es como llegamos todos. Conecta directamente con el mundo de Sarah.

—O sea que Sarah es de otro mundo —casi murmuró para sí misma. Pero el resto lo oyeron.

—Y Ángel y Michael. Y yo mismo. Tú eres la única que ha nacido aquí —terminó Damon.

Hicieron una pequeña pausa de nuevo, querían que Kneisha lo asimilara todo sin problemas. Era mucho por procesar, pero confiaban en ella, en que encontraría la manera. Damon continuó al poco dando explicaciones:

—Por eso a veces encuentras cosas extrañas en Littlemagic. Luces cegadoras donde no debería haber nada de nada, susurros que parecen sacados de otro mundo. Y lo están. Todo eso son retazos que nos llegan de lo que pasa aquí mismo, donde estamos, pero en otra dimensión distinta. Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Y lo mismo ocurre con la gente que desaparece en el bosque. Extraviados, cruzan la puerta sin darse cuenta, y acaban perdidos en un mundo que no entienden, solos, sin encontrar el camino de vuelta a casa.

Y lo mismo sucede a la inversa. ¿Conoces al viejo loco Paul? ¿El vagabundo del pueblo? Él se perdió y acabó aquí. Realmente no está loco. Bueno, al menos al principio, solo decía cosas que aquí no tienen sentido, pero en su mundo, en el de Sarah, sí. ¿Quién puede culpar su locura? No entiende lo que le ha pasado, las cadenas de este mundo pudieron con su mente.

Kneisha empezó a sentir frío. Era media mañana, pero corría un aire helador. Se rodeó las piernas con los brazos. Se sorprendió al darse cuenta de que aún tenía cogida la mano de Ángel. No la soltó.

Ángel y Sarah se miraron. De pronto, el aire pareció cesar. Más bien era como si se parase en una burbuja alrededor de ellos. Una pequeña hoguera apareció en el centro del círculo.

—Tenías frío —se limitó a decir Sarah mientras se encogía de hombros. Ambos tenían las motas de sus ojos; verdes en el caso de Sarah y naranjas en el de Ángel, brillantes. Tal como había observado en Sarah el día anterior, cuando le reveló su poder. Solo que en el caso de Ángel, eran de un naranja cálido, acogedor.

—Quiero aprender —dijo entonces ella, superando sus miedos, o más bien, guardándoselos para luego.

—Es muy pronto, Knei, primero deberías descansar y asimilar bien todo —dijo Damon.

—No. Quiero aprender. Ahora mismo prefiero no pensar, no tengo la mente clara, prefiero ocuparme de otra cosa, distraerme.

—Está bien —concedió Damon.

Pero resultó que él tenía razón, porque la mañana y parte de la tarde transcurrieron sin éxito. Al final, alegando que no iba a conseguir nada de momento, la arrastraron hasta casa.

Antes de subir a la habitación, Kneisha le dijo a Damon:

—Hay algo que no encaja. Yo no soy como ellos, no tengo ese halo de misterio, ni tampoco tengo los ojos a colores.

Damon levantó las cejas, sorprendido.

—He observado que, cuando usan sus "poderes", por decirlo de alguna manera, las motas de sus ojos brillan —se explicó Kneisha.

Damon empezó a reír. Estaba muy orgulloso de la manera en que Kneisha había sido capaz de manejar todo eso y de su capacidad de observación. Iba a venir muy bien, porque tenía que aprender muy rápido, más rápido de lo que ninguno había aprendido.

—En cuanto a lo de que no eres misteriosa, es porque no te ves objetivamente a ti misma. Y en cuanto a lo de los ojos... ¿estás segura? —y sonriendo se fue a su cuarto.

De repente, algo encajó en la mente de Kneisha, eso por lo que se veía tan distinta últimamente. Subió corriendo al espejo de su habitación.

Tenías los ojos azules oscuros como siempre, pero entre el azul oscuro se podían ver pequeñas zonas azules más claras. Sus ojos habían cambiado, probablemente cuando había empezado a usar sus habilidades. Aquel día, cuando discutió con Damon; cuando sin ella saberlo, le lanzó su vaso de agua.

A pesar de que tan solo era mediodía, se tumbó en la cama y se durmió. Había sido un día agotador. Y esa fue la primera vez que las pesadillas no la acompañaron en sus sueños. Quizás lo único que significaban era que aún no había llegado al camino de su destino, quizás era su poder latente queriendo salir a la superficie. Pero esa fue la primera vez de otras muchas noches.

 Pero esa fue la primera vez de otras muchas noches

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