Capítulo 43

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No se veía mucho, la oscuridad de la noche lo invadía todo. A Kneisha le costaba encontrar el camino de vuelta. Pero, por suerte, Damon había puesto la brújula en su mano antes de partir a su muerte, y esta le estaba guiando. A ella y a su hermano Lucas, que parecía que tampoco acababa de reaccionar.

Kneisha sabía que tenía que encontrar las fuerzas para la lucha o haría que la muerte de Damon fuese en vano. Así que trató de recomponerse. No lo consiguió del todo.

—Lucas ha sido un error, no dejes que esto acabe contigo —dijo Kneisha. Lucas se había quedado en trance desde la muerte de Naomi.

Sí, había sido un error, por actuar irreflexivamente como siempre lo hacía.

—Lucharé, no te preocupes, pero no sé si después no acabará conmigo.

Llegaron al nivel de su ejército. El fin del mundo llegaba y muy rápido, y parecía que iban perdiendo. Kneisha corrió hasta llegar a Sarah, Michael y Ángel.

Lo vio, a Ángel. Buscó sus ojos, tratando de encontrar algo de inspiración, o quizás algo de fuerza, para lo que tenía por venir. Si el fin del mundo llegaba, ella quería estar con él, a su lado.



Había pasado al menos una hora y la muerte reinaba en las Islas Kuriles. Kneisha había perdido ya la cuenta de los soldados, Guerreros y seres sobrenaturales que había matado. No le gustaba acabar con sus vidas, por muy miserables que fuesen sus intenciones, pero no podía evitarlo.

Aún no había señales de que Damon hubiese hecho explotar el volcán. Tal vez hubiese encontrado una solución, pensó esperanzada Kneisha, aunque sabía que probablemente no fuese así. Tan solo le estaría costando llegar hasta el volcán.

Y muy a su pesar, se daba cuenta de cuán necesario era el sacrificio de Damon. Ya estaba siendo difícil la lucha, iban perdiendo, y cuando el ejército de Evan y Elisabeth atacase, sabían que no aguantarían mucho más.

Sarah luchaba codo con codo con Lucas liderando el frente de los Rebeldes. Peleaban con elegancia y eficiencia, sobrevolando a veces a los enemigos. Michael luchaba junto a John y sus padres, feroces, usando sus músculos como ningún otro grupo. Ángel y su grupo usaban la magia para confundir y herir al enemigo, mientras que ella, luchaba junto con los hakka, los masai, los ainus y todos los de su mundo, usando espadas, machetes y todo tipo de armas.



Damon llegó a la boca del volcán. Miró a su alrededor una última vez. Vio destrucción, vio que iban perdiendo. Pero lo que iba a hacer iba a marcar la diferencia, lo sabía. Pensó en sus chicos, los distinguió peleando a lo lejos, estaba muy orgulloso de todos, había hecho un buen trabajo, algún día serían buenos líderes. Le daba pena no poder estar allí para verlo, aunque esperaba hacerlo desde el Otro Lado, quizás con Adrianna al lado suyo.

Sin pensarlo, y sin volver a mirar atrás, se envolvió en llamas y saltó al volcán. A su fin. Antes de morir sonrió porque sabía que era lo correcto.



Y entonces el volcán de Damon explotó, matando miles de soldados enemigos, arrasando con el ejército de Evan y Elisabeth, ahogados entre la lava. Los tres miraron extrañados a Kneisha, mientras se acercaban los unos a los otros.

—Damon. Se ha sacrificado por nosotros —dijo, apenas sin voz.

Vio el horror en sus rostros, pero no podían derrumbarse, no en ese momento: atacados por todos lados como estaban por soldados, Guerreros y todo tipo de robots.

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