Capítulo 14

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En cuanto Kneisha pisó la tierra de ese mundo, pudo apreciar lo diferente que era del suyo. Lo notaba en todo lo que la rodeaba: en los árboles inmensos, en la vegetación y en las tremendas estrellas que se divisaban a duras penas entre las copas de los árboles. Pero no solo eso, también sentía la magia y la energía. No era como en su mundo, donde le costaba sentirlo. Allí estaba en todas partes, casi se podía ver en forma de destellos dorados y plateados en el aire. Se respiraba magia por todas partes. Sintió cómo, casi inconscientemente, comenzaba a absorber parte de esa energía, almacenándola en los poros de su piel. Se sentía mejor, más fuerte, más sabia. Era un mundo totalmente distinto.

Se cambiaron de ropa, ya que sus atuendos podían parecer un poco extraños en ese lugar. Habían conseguido una especie de disfraces de campesinos de la Edad Media. Kneisha se miró a sí misma y al resto; todos lucían muy curiosos vestidos así. Los chicos llevaban camisas anchas que les llegaban hasta el medio muslo y unos pantalones elásticos tipo mallas que se ajustaban a sus piernas. Las chicas llevaban vestidos hasta las rodillas y adornaban sus cuellos con bonitos pañuelos.

Luego, miró a su alrededor. Habían aparecido en medio de unos arbustos. A lo lejos se oía el ruido de una aldea. Llegaban sonidos y luces que Kneisha supuso que provenían de una feria, a pesar de que ya estaba casi anocheciendo. Se dirigieron hacia allí. Cuando pisaron la primera calle, iluminada por un sistema de antorchas en las paredes de las casas cercanas, Kneisha pudo distinguir una catedral muy alta, tan alta que su cumbre se perdía entre las nubes. Kneisha nunca había visto nada parecido, nada tan alto. Estaba construida con una madera muy peculiar que solo había visto en otro lugar: en la casa de Ángel y Sarah. Se fijó y se dio cuenta de que casi todos los edificios importantes estaban hechos de ese material. Debía de ser muy común allí.

Nuevamente, Damon hacía de guía y el resto lo seguía. Kneisha se preguntaba si iban a pasar la noche en algún lugar, ya que estaba oscureciendo muy rápido. Siguieron caminando por la calle, que parecía la principal del pueblo, mientras los mercaderes, bufones y todo tipo de personajes recogían sus trastos después de un día intenso de trabajo. Nadie les prestaba demasiada atención. Kneisha observó que algunas personas hacían magia, concentrándose y haciendo que el agua limpiara el suelo por sí sola o apartando la arena que se interponía en su camino. Finalmente, llegaron a una casa que parecía importante. Era de dos pisos y estaba un poco ladeada, como si hubieran puesto uno encima de otro sin mucho cuidado. Aunque se mantenía en pie, tenía un aspecto bastante inestable y un pequeño terreno rodeado por una valla. Damon llamó a la puerta.

—¡Hijo! —una señora pelirroja dejó caer unas bolsas al suelo mientras corría a abrazar a Damon— ¡Estás aquí! ¡Estás aquí! ¡Estás vivo! ¡Damon está en casa! —gritó, mirando hacia arriba.

Toda la familia dejó lo que sea que estaban haciendo y bajó las escaleras para ver al miembro más lejano de la familia. Damon repartió abrazos y risas, parecía muy feliz. Los otros cuatro no podían creer lo que estaba ocurriendo; ni siquiera Ángel sabía que aquel era el pueblo de Damon. La familia les dio una cálida bienvenida, entre ellos estaban los padres de Damon, así como muchos primos y tíos. Cuando vieron a Kneisha, la madre de Damon, cuyo nombre era Alecia, dijo:

—Y esta debe de ser mi nieta —y se quedó mirándola, sujetándola orgullosa entre sus brazos, probablemente no tenía más nietos que ella—. Su madre sigue sin entrar en razón, ¿verdad?

Con esa última frase, todas las sospechas de Kneisha se confirmaron. Desde que había empezado toda esa locura, le había preguntado muchas veces a Damon sobre sus padres, pero él siempre le respondía con evasivas. Ella solo quería saber si habían desaparecido por algo relacionado con todos estos mundos.. Pero nunca obtenía respuestas. Era el misterio más grande de todos. Pero ahora sabía algo: su madre estaba al tanto de todo esto. Pero, ¿en qué tenía que entrar en razón? La cara que puso Damon dio a entender que no quería hablar de eso ahora.

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