Capítulo 21

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La mañana siguiente, Kneisha se separó de los demás. Se sentía atraída por la gente, por conocer sus pensamientos, pero no podía comunicarse con ellos, así que se sentó entre la hierba amarillenta que crecía alrededor de las casuchas. Corría una ligera brisa que removía las ramitas del suelo, donde algún que otro insecto saltaba de un lado a otro. El cielo era azul brillante y la llanura inmensa. Todo era muy diferente dentro de su propio mundo, quizás era mejor no pensar en lo que pasaría cuando los cuatro mundos se fusionasen.

Alguien se sentó a su lado.

—Aquí se está bien, has encontrado un buen escondite, enana —dijo Sarah, mientras doblaba las piernas y las rodeaba con sus brazos. Aunque pronto se percató de los insectos y su expresión pareció cambiar.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Kneisha, no acostumbraba a ver a Sarah separada de Michael.

—Se han ido a echar cuentas. Ya sabes, cosas de física. Para ver si podemos cruzar ya o mañana.

Kneisha pensó que ver cómo calculaban eso era interesante y, por un instante, estuvo a punto de decirle a Sarah que se iba a buscarlos. Pero luego se lo pensó mejor y se quedó donde estaba. No había demasiados momentos en que estaban a solas ellas dos. Además, Sarah estaba ayudándola mucho; parecía que se había propuesto hacerla sonreír cada poco rato. Con ella, sentía una libertad que con el resto no sentía. Sabía que dijese lo que dijese, hiciese lo que hiciese, Sarah la apoyaría, seguiría siendo su amiga, su mejor amiga.

—Knei, sé que no quieres hablar de ello, pero quizás sea mejor que lo hagas. Veo cómo se te saltan las lágrimas a cada instante, y a mi hermano no le había visto tan tenso desde hace mucho tiempo. ¿Habéis hablado?

—No. Él dice que está bien y que no hay nada de qué hablar. Además, no me apetece ni siquiera insistir demasiado. No consigo estar con él sin derrumbarme, sin que todo se me venga encima. Y la verdad, está siendo un borde.

—Sí, cuando quiere es insoportable. Pero es una coraza, ¿lo sabes? ¿Sabes que sigue sintiendo algo por ti?

—No, no lo sé. Todo pasó en un solo día, tan rápido. ¿Es que no se nos permite ser felices ni un solo maldito día? Sé que no debería haberlo hecho, pero no pude evitarlo; sé que estuvo mal, pero yo era feliz en ese momento, más feliz que nunca.

—Knei, nadie te culpa. Ni a Ángel. Pudo haber pasado igual —dijo Sarah, mientras abrazaba a Kneisha.

—Pudo haber pasado, y pudo no haber pasado. Él me besó aquella tarde, no había pasado antes. Siempre había guardado las distancias, pero me dejé llevar, porque ya estaba cansada. Cansada de no sentir nada, de esconderme tras miles de murallas, porque pensaba que iba a ser lo mejor. Bajé la guardia y ahora todo es un desastre —no podía evitar sollozar entre frase y frase, Sarah la abrazó más fuerte—. Me vino a buscar por la noche. No lo planeamos. Salimos como el resto de la gente de nuestra edad... pero no, nosotros no podíamos, a nosotros no se nos permite ser normales, nosotros no podemos bajar la guardia ni un segundo. Y ahora ni siquiera puedo sentirme a gusto en su presencia. Ni siquiera puedo tenerlo cerca sin sentirme culpable, sin sentir que estoy haciendo algo malo.

Decir las cosas en voz alta lo hacía real, demasiado real para su gusto. El viento empezó a soplar más fuerte, revolviendo los cabellos de ambas.

—Kneisha, sé que es duro e injusto, pero probablemente era algo por lo que tenías que pasar. Todos acarreamos en nuestros hombros el peso de algún error. Todos hemos sufrido la muerte de alguien a quien queremos. Yo ni siquiera conozco a unos padres que se sacrificaron porque yo pudiese ver la luz. No es fácil, pero quizás haya que pasar por ello para darse cuenta del valor de una vida, del dolor de un error —quizás tenía razón y ella era la más madura, pensó Kneisha.

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