Capítulo 23

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Lo que encontraron al otro lado de las puertas les dejó maravillados. Kneisha no se había equivocado al pensar que Littlemagic cabía sin problemas en la cabaña, porque allí vivía todo el pueblo de Michael. Era una ciudad entera entre esas paredes. El techo era transparente y  parecía alcanzar las estrellas,  de tal manera que podían ver el cielo sin problemas. Había puertas, muchas puertas. La gente se movía de un lado a otro, indiferente a ellos, siguiendo con sus tareas, transportando su comercio o su ganado.

Había una fuente cerca de la entrada, exuberante y artística, parecía dar la bienvenida. Más allá había una serie de pozos, donde los niños llenaban cubos de agua, entre risas y bromas. Otros niños jugaban en los parques circundantes y uno de ellos se les quedó mirando fijamente.

—¡¡¡MICHAEL!!! —gritó, mientras corría a abrazarlo.

Michael le respondió al abrazo y, luego, mientras lo sostenía en brazos, les dijo:

—Os presento a mi hermano pequeño: Jamie.

—¡Hola! —les saludó con la mano— ¿Vosotros sois los Elegidos? ¡Qué guay! —parecía contentísimo de conocerlos.

Michael, riendo, le revolvió el pelo y los arrastró a todos hacia una de las puertas. Kneisha no tenía ni idea de que Michael tuviese un hermano pequeño. Y había algo que no encajaba: Jamie no podía conocer a Michael si este había pasado toda su vida en el mundo de Kneisha, era demasiado pequeño como para acordarse de él, y mucho menos para reconocerlo. Luego le preguntaría, pensó, mientras seguía a Michael a una de las habitaciones.

Las puertas llevaban a las estancias privadas de cada familia. Cada casa disponía de hasta dos o tres pisos. La entrada de la casa de Michael daba a la cocina. La decoración era un poco austera. Había pocos adornos colgados de las paredes, pero sí muchas herramientas y armas. Las paredes estaban pintadas en tonos claros en contraste con el suelo que seguía teniendo el tono rojizo de la roca.

Kneisha se asombró de lo poco que sabía de Michael. Desconocía la existencia de su hermano pequeño o de cómo vivían en su mundo. Casi no sabía nada de su pasado. Michael les presentó a sus padres.

—Mamá, papá; estos son Damon, Kneisha y Ángel —se acercó a Sarah y le cogió la mano—. Y esta es Sarah.

—Encantados de conoceros a todos. Y encantados de conocer por fin a esa chica que hace tan feliz a nuestro hijo —Sarah enrojeció ligeramente y Michael rodeó sus hombros con un inmenso cariño, mientras enrojecía él también.

—Y Michael, han sido tres meses sin saber de ti. Estábamos preocupados.

—Lo sé, mamá, no empieces...



Pasaron unos días allí. La primera noche, Kneisha descubrió que Michael había estado yendo todos esos años a visitar a su familia. Ellos lo mandaron con Damon de pequeño, pero no habían perdido el contacto nunca. Observó lo diferente que era la familia de Damon, su familia, a la de Mike. En casa de Damon estaban reunidos todos los primos y todos los familiares, la casa estaba abarrotada de gente. Sin embargo, aquí eran solo los padres y Jamie.

Todo el mundo parecía conocerse y conocer a Michael también. Y resultó que todos sabían que ellos eran los Elegidos. Y era otro de esos grupos que estaba de su lado, que pensaba luchar con ellos, lo que era muy importante, teniendo en cuenta que era un pueblo guerrero. Pronto se centraron en el tema importante: buscar la llave. El padre de Michael les habló de una vieja historia, una que hasta Michael desconocía, una que mantenían en secreto, transmitiéndola de generación en generación, a buen recaudo de oídos avariciosos, a buen recaudo de los señores del mundo.

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