Capítulo 12

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Kneisha se agachó evitando la estocada que le lanzaba Michael. Se libró, por poco, de un buen golpe. Ahora que él estaba con ellos, se encargaba de entrenarla contra los Guerreros, ya que era el más experto en ellos, al pertenecer estos a su mundo.

—Vamos, Knei. Dime quién eres —dijo, con el rostro serio y los ojos cerrados, en una demostración de la más absoluta concentración—. Que tus movimientos me digan quién eres, qué es lo que quieres.

Kneisha era buena en la lucha cuerpo a cuerpo, pero no se acercaba ni un poco a la habilidad física de Michael. Él era fuerte, muy fuerte. Puede que el más fuerte de todos ellos. Sus movimientos eran ágiles, serenos, seguros y letales. Era más rápido que cualquiera y parecía que sus fuerzas no se acababan nunca.

Kneisha también había conocido a Michael en otros sentidos durante esas tres semanas que llevaba entre ellos. Era muy jovial, siempre reía y sacaba fuerzas para hacer reír a los demás. Y era muy valiente. Apenas le habían quedado secuelas de su tiempo capturado por el Guerrero.

—Te tengo. ¿En qué estás pensando? Estás muy distraída hoy —dijo Michael, una vez la había retenido con los brazos en la espalda, presa de una llave que Kneisha aún desconocía.

—En nada. Yo... supongo que debo descansar por hoy. Estoy agotada —mintió Kneisha.

Lo cierto era que esa noche habían vuelto las extrañas pesadillas, en las que veía a su madre. Esas pesadillas podían con ella. Solo con ver su rostro, miles de preguntas acudían a ella. Pero nadie había que pudiese responderlas. O, por lo menos, nadie quería responder a sus preguntas, pensó mientras se acordaba de las evasivas de Damon cada vez que intentaba averiguar un poco más sobre el asunto.

Caminó a su casa, mientras miles de pensamientos asolaban su cabeza. A pesar de la compañía de Sarah, últimamente se sentía muy sola, como si le faltase algo. También podía ser que, desde la llegada de Michael, Sarah pasaba menos tiempo con ella. No eran celos lo que sentía, pero a veces le resultaba incómoda la situación. Desde que Michael había vuelto, pasaba todos los días con ellas en el instituto. Debido a su popularidad, ante la sorpresa de Kneisha, la gente del instituto ahora los saludaba siempre que los veían. Incluso se paraban a hablar con ellos.

—¡Qué de amigos tienes! —comentó Kneisha, cuando unos chicos se acercaron a dar unas palmadas a Michael en la espalda.

—Eso es porque no voy por ahí con cara mustia mostrando que soy más bella, fuerte y letal que mis compañeras —dijo imitando a Sarah y le sacó la lengua.

—¡Eh! Que yo nunca he dicho eso, a ver qué imagen das de mí. Solo dije que no me caían bien. Y tú eres popular por ser la estrella de la temporada —dijo enfurruñada, Michael y Kneisha se miraron mientras no paraban de reír.

Pero la intimidad que Michael y Sarah compartían era evidente. Kneisha a veces sentía que estorbaba, a pesar de las negativas de Sarah cuando se lo comentó. También había descubierto cómo había llegado Michael a este mundo. Sarah se lo explicó una tarde mientras hacían los deberes del colegio.

—¿Cómo os conocisteis?

—Creía que lo sabías. ¿Recuerdas la explosión del bosque? Cuando nosotros llegamos —Kneisha asintió—. Bien, cuando solo pasa una persona en cada momento, no ocurre nada. Pero Michael chocó con nosotros al llegar aquí: fue lo que hizo brillar el cielo y temblar el suelo. Michael llegó a la vez que nosotros. Pero a él, a pesar de tener mi edad, no lo descubrieron los periodistas y por eso no es famoso —concluyó. Parecía culparse de su mala fama.

—¿Dónde vivía de pequeño?

—Aquí. Damon contrató a una serie de niñeras que lo cuidasen. Pero prácticamente se crió con nosotros.

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