Capítulo 13

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Kneisha durmió y descansó en el viaje todo lo que no había podido los días anteriores. Dispuso de dos vuelos enteros para ello: primero hasta Hong–Kong y luego hasta Xiamen, donde caminaron por las calles hasta llegar a la estación de autobuses. En ese breve tiempo Kneisha observó lo que le rodeaba. Xiamen era una ciudad de contrastes, donde se mezclaban los altos edificios propios de una gran ciudad, con grandes extensiones de naturaleza y construcciones más rudimentarias. Damon le dijo que el nombre significaba La Puerta de la Gran Mansión, cosa que a Kneisha le pareció que guardaba cierta ironía, ya que ellos buscaban una puerta.

Cuando llegaron a la estación, cogieron el primero de los dos autobuses que les llevarían hasta su destino: las aldeas de los hakka. Kneisha jamás había escuchado hablar de ellas, pero Damon se encargó de ponerlos al día a todos, mientras la sucesión de verdes que desfilaba por las ventanillas daba paso a unas imponentes construcciones circulares, semejantes a plazas de toros. Kneisha observó otras construcciones, circulares también, pero de tamaño menor que se situaban en su mayoría al lado de las grandes.

—Ya estamos llegando a las aldeas redondas de los hakka —comenzó Damon desde el asiento de enfrente suyo. Los cuatro le prestaron atención. Kneisha se preguntaba cómo sacaba el tiempo para saber tanto de este mundo, que ni siquiera era el suyo—. Los hakka son una serie de poblaciones que emigraron desde el norte de China al sureste, huyendo de las guerras endémicas, de las plagas y de las sequías. Y construyeron esas maravillosas casas que veis, como defensa, ya que se trataba de un territorio asolado por bandidos y guerras entre clanes —se había puesto en pie, y sus manos aferraban con fuerza la barra de arriba del autobús, para no caer. Kneisha observó que el resto de turistas le prestaban atención también: al principio de manera más disimulada, para luego pasar a una atención descarada hacia aquel joven rubio de ojos verdes brillantes que tantas cosas parecía saber—. Por eso las ventanas son pequeñas y están muy arriba, y por eso también las puertas son de hierro. En sus patios hay pozos que les permitían resistir grandes asedios. Sin embargo, a día de hoy el peligro no es tan grande, y las casas redondas están en pleno deterioro, de ahí las pequeñas construcciones mas convencionales al lado de estas —terminó Damon.

Para el final del discurso, todos los turistas del autobús lo escuchaban atentos, mientras que el guía le miraba enfurruñado. A Damon se le daba bien enseñar y contar historias. Se le daba como a nadie.



El viento agitó sus cabellos, mientras estiraban sus piernas doloridas tras el largo viaje. Por fin habían llegado a su destino y Damon no podría estar más conforme. Parecía el sitio idóneo, el sitio perfecto para ir a aquel lugar que quería ir. El sitio perfecto por miles de motivos, pensaba, maravillado, mientras observaba la expansión de verde que había a su alrededor. Respiró hondo, dejando que el aire puro invadiese sus pulmones, un aire que casi era igual de puro que el que se respiraba en su mundo. Esa sensación le hizo ponerse impaciente por llegar, aunque supuso que no sería muy sencillo. Primero tenían que encontrar la puerta. Se acercó al guía del autobús para preguntarle dónde podrían alojarse, mientras este lo miraba con cara de pocos amigos.

El resto, por su parte, observaban con atención todo lo que había a su alrededor. Era una pequeña aldea, tanto, que casi podían abarcarla con la vista desde su posición. La arquitectura del lugar era sorprendente, tal y como les había explicado Damon en el trayecto. Pero no solo era eso lo sorprendente. Sus habitantes, de facciones amables, vestían casi todos de un azul añil, túnicas y vestidos, algunos de estampados floreados, pero todos azules. Algunos les sonreían, pero seguían embarcados en sus tareas: arando la tierra, comerciando o transportando alimentos de un lugar a otro. Kneisha escuchó atentamente, pero los leves sonidos que le llegaban le resultaban desconocidos. Pero sabía que al resto no, ellos probablemente conociesen la lengua hakka: no en vano llevaban toda la vida estudiando diversos idiomas para facilitar su futuro reinado. Kneisha nuevamente se veía en desventaja frente a ellos.

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