Capítulo 35

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Kneisha sintió los rayos del amanecer en su cara. Abrió los ojos. Al principio le costó reconocer dónde estaba, pero pronto se dio cuenta de que estaba en la habitación de Ángel. Estaba su cama, para ser más exactos. Qué extraño, pensó. Decidió levantarse para buscar a alguno de los hermanos, tal vez le pudieran explicar qué estaba haciendo allí.

—¡Ay! —exclamó. Al levantarse, el dolor de la herida de bala en su estómago hizo que volviese a la realidad. De pronto, lo recordó todo: Lucas, el mundo de Sarah, la tercera llave, sus padres. Ojalá hubiese sido una terrible pesadilla, pero el dolor de sus heridas se encargaba de recordarle lo real que había sido. Se miró los brazos: los tenía vendados en algunas partes. Recordó cómo su madre la había torturado, y unas lágrimas lucharon por asomar a sus ojos, pero se contuvo; no merecía la pena llorar por ellos, que desprendían odio y crueldad por los poros de su piel.

No recordaba nada más allá de eso con claridad. Sabía que habían ido a buscarla, y que Ángel la había cogido en brazos. A partir de ahí, se había quedado inconsciente por el dolor, sintiéndose segura en sus brazos. Él siempre la protegería.

—Hola.

Miró hacia la puerta. Eran Michael y Sarah, sonriéndole. Michael tenía el brazo vendado y en un cabestrillo. Sarah estaba ilesa.

—Hola —Kneisha sonrió de oreja a oreja. Se alegraba mucho de verlos vivos, y casi sanos.

Se acercaron. Michael se sentó en una silla cerca de su cama, mientras que Sarah directamente se acomodó en la cama.

—¿Qué tal te encuentras? – le preguntó Sarah.

—Mmm... ¿bien? —se rieron—. He estado mejor, pero ya me duelen menos las heridas.

—No era eso a lo que me refería —Sarah la miró intensamente.

Kneisha sabía a qué se refería: a ella siendo torturada por sus padres.

—Ya. Sobre eso... Estoy bien, de verdad, ya lo he asumido; mis padres son unos tiranos integrales, podré con ello. No pienso lamentarme por ellos. No os preocupéis por mí, estoy mejor que bien, intentaré olvidar que son mis padres.

Sin embargo, ninguno de los dos debió de tragarse sus palabras, porque ambos la miraron con las cejas arqueadas en clara señal de sospecha.

—Ayer puede que no estuviese convencida de todo esto. Pero, después de todo lo que pasó, sí.

—Espera... ¿ayer? —dijo Michael—. Llevas dormida tres días, Knei.

—¿Qué? —se volvieron a reír ante su sorpresa—. ¿Me podéis poner al día entonces?

—Lucas y Naomi consiguieron una pistola que rasga el tejido del aire para pasar de un mundo a otro. De esa manera salimos del edificio de tus padres y llegamos al bosque —Michael comenzó a explicarse—. Vinimos hasta aquí y te pusimos en cama porque no estabas con fuerzas para llegar hasta tu casa. Y más o menos eso es todo.

—¿Y Ángel y Damon? ¿Y Lucas y Naomi?

—Pues ahora mismo estarán en el pueblo, enseñándoles a Naomi y Lucas las costumbres de aquí; no queremos que llamen la atención demasiado. Imagino que volverán en unas horas —continuó Sarah esta vez.

Kneisha asintió con la cabeza. De repente se acordó de las llaves.

—¿Tenemos la llave?

—Sí, estaba en la cámara.

—¿Y la ubicación de la cuarta?

—Bueno, resulta que tus padres y los Rebeldes liderados por Lucas fueron a la vez a por la tercera llave. Aunque ese día se la llevaron Evan y Elisabeth; Lucas consiguió hablar con el guardián antes de que muriese, y le dijo dónde había que buscar —le explicó con calma Sarah.

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