❥︎ 𝐂𝐚𝐩. 42 𝑃𝑎𝑑𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑓𝑒𝑙𝑖𝑛𝑜𝑠

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«¿No vas a irme a despedir del aeropuerto?» su tono de voz sonaba bromista.

— ¿Por qué tendría que hacerlo? —de igual manera jugaba con él— ¿Qué eres? ¿Un niño pequeño? —

«¿Y si el avión se accidenta? Nunca me vas a ver»

— Anda deja de decir payasadas... —resopló molesto— si fuera el caso, me estoy despidiendo por llamada. —

Ambos aún recordaban esa vez donde el menor no le quería soltar para que vaya, donde los besos parecían adictivos, y el solo soltarle sentía como una parte de ellos era arrebatada.

«¿Un poco frío, no?» en realidad V ya estaba en el aeropuerto y como estaba aburrido ahí desde hace media hora decidió llamarlo.

— Aparte, aunque quisiera ir a despedirme y hacer una escena, no puedo —miro el reloj que estaba en su pared— estoy esperando a alguien... —escuchó como el ruso chasqueó la lengua molesto.

«Bien... entonces te dejó de molestar» ruso, ¿al menos podrías ocultar tus celos? «llamame si pasa algo...»

— Eh... si, si... —se rascó el cuello— ten un buen viaje —tampoco podía culparlo por sentirse así— adiós... —

«Hasta luego...»

"¿Por qué siempre terminamos así?"

Como el ruso se había ido a no sé donde por el trabajo usualmente dejaba encargadas sus mascotas a Alanna, y dirás ¿por qué simplemente Natasha no cuida de ellas? Pues bueno... era Natasha, y su preocupación más grande en este momento era así tenía el suficiente dinero en su cuenta, no sí el gato tenía comida o el arenero estaba limpio. En lo que llevaban viviendo juntos jamás se dignó a preocuparse alguna vez por sus animales, bueno tampoco es como que ellos la quisieran, siempre la carraspean o cuando les intenta acariciar y se alejan.

Cosechas lo que siempre, dicen por ahí.

Por lo tanto en este momento Monnier se estaba llevando a los dos mininos para su casa, sus hijos ya eran lo suficientemente grandes para entender que no se debía jugar brusco con los animales, así que todo estaba bien.

— Vamos, Mika y Tamalito, ya les hice un rinconcito dónde tienen su comida y agua —ambos gatos estaban en una misma jaula acicalándose el uno al otro— Ay, pero que monos —chilló la chica viendolos por el retrovisor— me recuerdan a sus padres, H y V siempre eran igual de empalagosos —soltó una risita— ahora que lo pienso ¿ustedes no han visto a su otro papá? —

Como sí la estuvieran entendiendo soltaron un pequeño maullo.

— ¿A que están muy tristes, mis niños? —se estacionó a un costado de la carretera.

Ring... Ring...

— Pequeño, tu teléfono está timbrando —

— ¿Puedes contestar? —habló alto, dejándose escuchar desde la cocina.

— Claro —tomó el celular y contestó.

«Hola, Horacio, ¿Cómo está?» saludó emocionada Monnier.

— Él en este momento está en la cocina —le corrigió a la chica— soy Matvey, me puede decir lo que le vaya a decir —su voz sonaba muy cordial, se podría decir hasta pomposa.

«Oh, hola Matvey» le saludó «la cosa es que le quería preguntar algo, no sé si me lo puedas pasar un ratito.»

— ¿Es algo urgente? —empezó a caminar hacia su novio el cual estaba agustísimo cocinando.

«No, no, que va.»

— Lindo, es Alanna —la pelirroja al escuchar del apodo su ceño se frunció un poco, realmente nunca se acostumbraría a escuchar a otras personas llamarles de manera cariñosa a sus amigos— dice que quiere preguntarte algo. —

Cartas con olor amor ♡︎𝑽𝒐𝒍𝒌𝒂𝒄𝒊𝒐 ♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora