Cariño, hablame de amor.
Abrazame y apriétame, hazme sentir como si tú solo existieras en mi vida. Querido mío, cuentame todos tus pecados y males que yo los pagaré contigo. Pequeño, no me importará descoser mi corazón y hacerlo trizas para que tú...
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Hoy era el gran día.
No podía creer que había llegado hasta aquí. Hace años un viejo amigo le había rogado porque se preocupara por su futuro. Ese comisario de hielo. Y ahora estaba aquí.
Una de las mansiones más grandes y lujosas de la ciudad fue el nido de amor que había decidido Natasha para realizar la boda. Con unas vistas preciosas a la ciudad y un jardín del tamaño de un parque de golf, fue el lugar perfecto donde ella se veía en su día más importante.
Preparó todo Natasha. Cada detalle había resultado más que acertado para dejar a sus invitados boquiabiertos. Claro, con el dinero de Volkov que puso más cubiertos de oro, fuegos artificiales para cuando llegara la noche. Champaña de la más fina, vinos y como no... vodka como todo ruso.
Estaba lista emocionada y muy feliz al igual que Volkov. No se habían visto desde hacia 2 días y es que no querían romper esa "tradicion" de ver a la novia con su vestido de bodas. Sería de mala suerte.
Era por la tarde. El sol estaba perfectamente despejado y los invitados comenzaron a llegar. Natasha había formado muchas amistades a lo largo de esos 5 años en la ciudad, muchos de ellos inseparables desde el primer día y por supuesto que los invito. Sus tíos, primos, hermanos, abuelos y papás estaban aquí. Viajaron desde Rusia solo para verla cumplir su sueño.
Un vestido blanco con una cola larga llena de brillos, un escote marcado y el velo más grande del mundo se vieron en el maniquí de su habitación. Volkov no había visto su vestido pero no tenía que adivinar que se vería hermosa en el. Se pregunto si Horario vendría...
Horacio....
Se miro al espejo. Su reflejó era distinto cuando pensaba en él pero... ¿Por qué no se sentía tan feliz? Estaba emocionado, pero no tan feliz como él había pensado que se sentiría en este día especial. Le faltaba algo. No sabía que. Pero no era el 100% de su ser ahora mismo.
La culpabilidad era una tortura. Los recuerdos eran más que dolorosos y es que por un momento pensó que volvió a enamorarse de él. Quizás tenía razón Natasha cuando dijo que pasar tanto tiempo con él sería una perdida. Surgieron muchas dudas esos últimos meses pero aún con solo una sonrisa, se sintieron como años... Como si nunca se hubiera ido.
Se miro al espejo.
" - Ven aquí -corrió con una sonrisa en su rostro, persiguiendolo por la cocina. Tenía el último pedazo de pai de manzana y era su favorito. Sonreía el moreno retandolo con querer correr hacia la dirección opuesta- Horacio... -reía metiendo la cuchara en la tarta- No te atrevas -
- ¿Qué vas hacer viejo? -le sonrió retador corriendo hacia su habitación una vez que Volkov se dirigió a pasos largos al rededor de la mesa- No, no, no, no, no -lo alcanzó queriendo cerrar la puerta pero sin poder con la fuerza del ruso, este la empujó, tirando al menor al suelo que, por más que supiera cuánto le gustaba esa tarta no se la dejaría. Le dió apenas dos cucharadas cuando su cuerpo grande subió al suyo estando acostado en el piso.
