CAPITULO 40

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DIAMANTES

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Denisse

La fiesta comienza dejando que todos los invitados tengan que pasar antes por los lectores y reconocimiento de caras, Jaclyn se encargó de esa parte para que pudiera identificar a cada individuo y así tener en cuenta que no hay rusos demasiado cerca.

—Tenemos que dispersarnos —le digo a mi marido que me ayudó a bajar las escaleras—. El juego tiene que comenzar, Sergei se asegurará de la estadía de Max, aunque no vendría mal que también te unieras.

—De acuerdo, ten cuidado, mis ojos siempre estarán puestos en ti.

—Y los míos sobre ti, que gane el mejor.

—Ese seré yo.

—Claro.

No dejo que me bese para que todo comience, paso de largo a su lado para adentrarme en los círculos de gente. El palacio está a reventar de personas, al tener los baños contados en la planta baja y los esenciales, los seguratas recubren las escaleras de las demás plantas para que toda la gente se concentre en un solo lugar.

—La Mort.

Me detengo cuando paso delante de la barra, con todo lo que manejamos y debido a que la mafia turca ya había tenido este tipo de celebraciones, consiguieron que el palacio pareciera un autentico club.

—Bastian —le sonrío—. No pensé que fueras a venir o tuvieras que ver con la fiesta de diamantes.

—Tengo lo mío, me gustan las subastas y esas cosas —toma mi mano para dirigir mis nudillos a sus labios—. Demasiado sola para esta noche, ¿no lo cree?

—Y tú demasiado confiado en que vamos a terminar enrollados —ambos soltamos a reír—. Eres el comandante supremo de CIDFA y no me extrañaría que tengas a varias a tu alrededor.

—Un par, aunque siempre me gusta probar algo nuevo.

—Ya lo creo, tengo que seguir saludando, nos vemos más tarde.

Mueve la cabeza asintiendo, detrás de mí ya siento cierta mirada que quema como el ácido en su estado más puro. Hay tanta gente que me cuesta muchísimo grabarme sus nombres, Aslan me toma del codo para dirigirme hacia la mesa de los inversionistas.

—Reina mía, le presento a los reyes del imperio Edevane o el imperio de los diamantes en Estados Unidos —Dos hombres y una chica se ponen de pie para saludar—. Salvatore.

—Mucho gusto, señorita Gauthier.

—Christian Edevane.

El más joven toma mi mano y besa el dorso para luego acercarse a su mujer que besa, lo que me impresiona es que la suelta mientras Salvatore la toma de la cadera.

—Mi nombre es Electra Edevane.

Deposita dos besos en mis mejillas, regresa con ambos chicos y ahora el mayor que es Salvatore la besa.

—Wow, mucha diversión veo por aquí —confieso entre risas ligeras—. Es bueno que sigamos teniendo buenos socios como ustedes.

—Son los encargados de esa parte del mundo, por otro lado tenemos a dos grandes entes de la organización y son los que muchas veces hacen posible que nuestro palacio se siga llenando de diamantes.

—Que se diviertan.

Les digo a los tres que vuelven a la mesa y dos hombres nuevos se levantan, llevan barbas bien tratadas, uno la tiene más larga que el otro, anillos y cadenas de diamantes y hasta coronas en los dientes de plata con un par de aplicaciones de diamantes.

Un paraíso en ruinas #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora