CAPÍTULO VII

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Había algo que me gustaba de los pájaros.

Bueno no de todos los pájaros, sino de unos en particular : Los Mirlos.

Con su plumaje negro brillante, su pico amarillo anaranjado. Su cola corta.

Con ese vuelo que parecía que te atrapaba.

Con ese canto que a veces hacían cuando menos te lo esperas, que se escuchaba al amanecer y al atardecer.

Ese canto que era como un recordatorio de la belleza y la armonía que podíamos encontrar en medio del caos y la adversidad.

Una señal de esperanza y renovación que nos invitaba a detenernos, respirar profundamente y disfrutar del momento presente.

A veces me imaginaba a mi mismo como un pájaro encerrado.

Con la sensación de no tener libertad.

Era como estar encerrado en una jaula invisible, sin poder moverme ni respirar con tranquilidad.

Era como estar atrapado en un laberinto oscuro, sin encontrar la salida, sin poder escapar de mis propios pensamientos y deseos reprimidos.

Desde pequeño, siempre había sentido que la libertad era algo esquivo, algo que estaba reservado para los valientes y los audaces.

Yo, en cambio, siempre había sido un chico tímido y reservado, con miedo de enfrentarme al mundo y a mis propios miedos.

Pero a pesar de mi aparente conformismo, en mi interior siempre ardió la llama de la rebeldía, el deseo de romper las cadenas que me ataban y liberar mi espíritu aprisionado.

Siempre había anhelado la libertad, la verdadera libertad de poder ser yo mismo, de expresar mis pensamientos y sentimientos sin miedo ni restricciones.

Y es que la falta de libertad era como un peso que llevabas a cuestas, que te oprimia el pecho y no te dejaba respirar con tranquilidad.

Era como estar ahogándose lentamente, sin poder pedir ayuda, sin poder liberarse de las ataduras invisibles que te aprisionaban.

A veces me preguntaba cuál era el origen de esa falta de libertad que sentía tan profundamente en mi ser.

¿Sería por la presión social, por el miedo al rechazo, por el temor a no encajar en ese mundo tan hostil y cruel?

O tal vez fuese por mi propia incapacidad para enfrentarme a mis propios demonios, a mis propias inseguridades y debilidades.

Aquel día estaba sentado en una de las escaleras de salida de incendios que se encontraba en la parte trasera del instituto.

Solía esconderme allí a comer mi almuerzo con Lucas, pero aquel día él había faltado.

El cielo estaba nublado.

Lleno de nubes grises y truenos que precedian que llovería.

La lluvia siempre me pareció triste y a la vez preciosa.

Cuando las nubes oscuras cubrían el cielo y las primeras gotas comenzaban a caer, el ambiente se tornaba más pesado y sombrío.

El ruido de las gotas al golpear el techo o el suelo creaban una atmósfera de melancolía que muchas personas encontraban desoladora.

El sonido constante y monótono de la lluvia podía llegar a causar desasosiego y añoranza, recordando momentos y personas que ya no estaban presentes.

Masry para mi era como la lluvia y Los Mirlos. Con ese canto melódico y a la vez esa sombra de tristeza que la acompañaba.

Cuando la vi andando, con la cabeza gacha y sus ojos fijos en mis zapatos, me pareció tan melancólica como la lluvia e igual de fascinante que Los Mirlos.

Pero, entonces hizo algo que nunca imaginé. Levantó la cabeza y me miró.

Aquel día me miró.

Pasó por delante de mis ojos mientras Lucie, la chica nueva, se reía a carcajadas.

Ella ladeo su cabeza y fijó sus ojos en los míos.

Aquellos ojos castaños que tantas veces había anhelado mirar de cerca.

Sentí cosquillas por todo el cuerpo.

Sentí que me moría.

Porque ese era el efecto de Masry. Podía matarte con una sola mirada

Cuando dejó de mirarme, el cielo volvió a tronar, esta vez dejando caer con fuerza y multitud de gotas de agua.

Y mientras todos los demás corrían para refugiarse de la lluvia, yo me quedé allí sentado.

Empapandome de agua sin apenas darme cuenta.

Sin apenas respirar.

Porque Masry me había mirado.

Porque Masry sabía que estaba ahí.

Porque no era invisible a sus ojos.

Porque quizás la quería tan rápido que me asustaba.

Porque quizás la quería tanto que me ahogaba.

✅Aquella versión que nunca te contaron  Where stories live. Discover now