CAPÍTULO XIV

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MASRY

Estaba sentada sobre la hierba en algún lugar que había encontrado sin querer.

No sé muy bien donde estaba, pero el sonido del agua de algún río cercano mientras estaba sentada en el prado, me hizo sentirme tranquila después de mucho tiempo.

Alcé la vista hacia el cielo y cerré los ojos cuando el sol me golpeó con suavidad la piel.

Habían pasado ocho meses y esa era la primera vez que conseguí respirar hondo y sentirme tranquila con el vacío.

Seguía sintiendo la tormenta pero, irónicamente, esa misma me causaba tranquilidad.

Pero sabía que todo era temporal.

Que nada duraba demasiado.

Y tenía un par de dolores en el alma que nunca se irían.

Bajé la vista de nuevo hacía mis piernas estiradas y entrecerré un poco los ojos.

Una pequeña mariquita andaba por encima de mi pantalón.

De pronto, una brisa me golpeó el rostro e hizo que mi pelo revolotease con suavidad.

Puse la yema de mi dedo al lado de la mariquita y esta siguió su recorrido hasta mi dedo.

Olfateó un poco y giró alrededor hasta que se subió a mi piel.

Confió en mi.

La mariquita caminó lentamente por mi dedo.

Sus pequeñas patas tocaban mi piel suavemente.

La sensación era extraña, pero al mismo tiempo reconfortante.

Pude sentir cada paso que daba, su ligero peso y la suavidad de su caparazón.

¿Cómo un ser tan diminuto pudo transmitirme tantas sensaciones al caminar sobre mi piel?

La mariquita continuó su recorrido, explorando cada milímetro de mi dedo.

Me sentí como si estuviera siendo inspeccionada por un ser extraterrestre, curioso y fascinado por mi cuerpo.

Su movimiento era ágil y delicado, como si estuviera bailando sobre mi.

A medida que avanzaba, pude sentir su calidez.

Su cuerpo emitía un ligero calor, que se transmitió a través de mi piel.

Era como si estuviera compartiendo su propia energía conmigo, estableciendo una conexión única entre dos seres completamente diferentes.

La textura de su caparazón era suave y lisa, como una diminuta armadura que protegía su frágil cuerpo.

Cuando la mariquita se detuvo por un momento, pude observar cada detalle de su pequeño ser: sus brillantes ojos negros, sus diminutas antenas y sus delicadas alas cubiertas de diminutas manchas.

La sensación de tener a ese pequeño insecto caminando sobre mi piel fue indescriptible.

Me recordó lo pequeños que éramos ante la inmensidad del universo, pero también lo importante que era cada ser vivo en el equilibrio de la vida.

Sentí una especie de conexión con la mariquita, como si estuviéramos unidos por un hilo invisible que nos unía en ese instante.

Me pregunté qué estaría pensando ese diminuto ser mientras caminaba sobre mi dedo, si estaría disfrutando de la experiencia tanto como yo lo estaba haciendo.

Quizás para la mariquita fuese solo un tránsito más en su corta vida, pero para mí era un momento único.

A medida que la mariquita se acercó al borde de mi dedo, sentí un leve cosquilleo que me hizo sonreír.

Sonreí después de casi un año sin hacerlo.

Después de haber estado horas y horas llorando hasta quedarme seca.

Hasta que llorar comenzó a dolerme.

Es como si la mariquita me estuviese diciendo adiós, como si supiera que su visita había llegado a su fin.

La observé detenidamente mientras emprendía el vuelo.

Pero cuando se posó sobre el diario de Lucie que reposaba sobre la hierba, supe qué era esa mariquita.

Supe que Lucie se encontraba allí, conmigo.

Apreté los labios y me llevé la mano al corazón mientras miraba a la mariquita, la cual daba vueltas sobre la tapa encuadernada de piel marrón.

Suspiré con lentitud y volví a mirar al cielo.

Entonces, recordé una frase de Ted Mosby :

" Podemos pedirle al universo todas las señales que queramos, pero al final sólo vemos lo que queremos ver, cuando estamos listos para verlo"

¿Estaba lista para esa Lucie?

¿Estaba lista para meterme en su vida ahora que ya no estaba y saber qué fue todo lo que me ocultó?

¿Estaba preparada para leer lo muy destrozada que se fue de este mundo?

No, no lo estaba.

Pero ella quiso que sí lo estuviese cuando decidió dejarme el diario.

Y no podía fallarle en eso también.

Volví a poner a la mariquita sobre mi dedo y abrí el diario por donde lo había dejado.

Cerré los ojos por un instante y me preparé mentalmente.

Me preparé para el caos del que nunca supe que procedía Lucie.

Mi mejor amiga.

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