CAPÍTULO XVI

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MASRY

Cerré el diario y decidí tener un respiro.

Porque sabía que llegaba al final de los secretos y la vida de Lucie.

Y aún seguía doliendo.

Bajé las escaleras de casa y me dirigí hacia donde provenían las voces.

Mamá había empezado a traer más a menudo a su nueva pareja, aquel compañero de trabajo del que tanto habló.

Me quedé asomando el rostro un poco por el marco de la puerta y los miré con tristeza y a la vez alegría.

Cuando me enteré de la separación de mi padres, dejé de creer en el amor.

Pero, muy en el fondo, nunca perdí la esperanza de que volviesen.

Y ver a mi madre feliz con otro hombre rompía la esperanza que tuvo la pequeña Masry.

Pero, a la vez, sentía felicidad de que mi madre volviese a ser feliz después de todo.

Papá seguía en su mundo de la pesca en la montaña.

Él también era feliz.

Siempre lo dijo, solo le hacia falta el mar al lado para ser feliz.

Aunque sabía que también nos echaba de menos a mamá y a mi.

Me di la vuelta para volver a mi habitación y entonces recordé a Stottel.

Sin motivo alguno.

Sin ninguna razón.

En mi mente apareció sus ojos marrones y su pelo castaño.

Sus pecas, en la nariz, las cuales casi no se aprecian, y en los brazos y manos.

¿Qué me has hecho Stottel?

No me podía estar pasando.

No en esos momentos.

¿Cómo dejaba de querer lo que empecé a querer sin querer?

¿Acaso le quería?

Reaccioné y parpadeé varias veces.

No podía estar pasando.

No podía estar pasando.

No ahí.

No así.

Stottel se iba a convertir en mi problema y mi solución al mismo tiempo.

Salí de casa sin agarrar nada y emprendi camino hacia donde supuse que lo podía encontrar.

La cabaña.

Necesitaba verle en ese mismo momento a los ojos y confirmar qué era lo que me estaba ocurriendo.

Porque no me podía estar ocurriendo.

No podía estar queriéndole

******

Todo estaba en silencio.

El cielo comenzaba a oscurecer mientras trepaba las escaleras y abría la puerta hacia arriba de la casa del árbol.

No había nadie.

La pequeña lámparita estaba apagada.

De pronto, sentí curiosidad por mirar mejor qué guardaba Stottel en aquel lugar tan apartado de la ciudad.

Yo nunca había visto aquella casa y había pasado un montón de veces en coche por la autopista.

Me esforcé para impulsarme hacia arriba y cerré la puerta.

Tosí un poco por el polvo y encendí la lámpara.

Había un montón de dibujos de Stottel colgados por las paredes.

Algunos ponían frases en las esquinas del papel.

Estaba todo pulcramente ordenado.

Había pequeños botes de lápices y carboncillos.

Hojas de papel hechas bolas en una pequeña esquina.

Piedras de colores.

Y hojas..... Hojas de árboles.

Hojas de árboles aplanadas, arrugadas y con pequeños adornos.

Y eso solo lo hacía una persona.

Lucie.

De pronto, se me cortó la respiración.

"Me he ido a un lugar muy lejos de Tinner Town."

Aquello estaba alejado de la ciudad.

"Estoy en una cabaña que está abandonada"

Aquello era una cabaña.

"Una camarera del bar de carretera que está al lado de la autopista"

El Grills era un bar de carretera que estaba al lado de la autopista.

Todo ese tiempo...... Todo ese tiempo en el que me preocupé por saber donde estaba Lucie.

Todo ese tiempo estuvo ahí.

De pronto, rebusqué más pruebas.

Quise rebuscar por todos lados algún indicio que me dijese que Lucie había estado allí.

Y, entre los papeles de hojas hechos bola, encontré páginas de diario que nunca fueron terminadas.

Borradores.

Despedidas.

Caí al suelo de rodillas, temblando.

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