―No sabía que fueras tan unida a Bhradain ―fue lo primero que dijo Terry cuando Desirée entró a la casona.
Cerró la puerta con la mirada de su novia clavada sobre él.
―Bueno, mis afectos se extienden hacia mucha gente ―respondió, haciendo énfasis. Le quitó la mirada para dirigirla a las escaleras.
―Y vaya que se extienden...
Desirée volvió a girarse hacia él, con una ceja arqueada y los ojos burlones.
―¿Percibo recriminación en tu voz, Grandchester?
Inmediatamente él la miró.
―¿Grandchester?
Desirée no pudo evitar reírse al tiempo que se encaminaba hacia las escaleras.
―Es una broma ―se limitó a explicar.
Terrence la siguió hasta llegar a la habitación principal, donde ella entró como si fuese suya y, asimismo, se tomó las libertades que le pertenecerían al dueño.
―Fue un día pesado ―murmuró, tomando asiento en el sofá―. Estoy agotada.
―Creo que puedo entenderte. Blain Ferguson habla hasta por los codos, habla casi tanto como Cailean.
―Blain Ferguson no me ha agotado ―replicó Desirée con burla―. Y de ninguna manera se acerca al parlanchín de Cunningham ―murmuró.
Cierta amargura en el nombre de Cailean llamó la atención de ella. Grandchester se encogió de hombros, sentándose a su lado en el sofá.
