Capítulo 37

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El viento a mi alrededor es bastante fresco por lo que me aferro aún más al cuerpo de Caden. El conduce rápido por las calles de Atlanta, esquivando autos mientras las luces de la ciudad se prenden sobre nuestras cabezas.

Noto la tensión en su cuerpo y me preocupa que la reunión con Verónica no haya sido tan buena como yo me imaginaba. Es difícil escuchar su historia y aceptarla. Quizás ha sido demasiado para él.

La moto se detiene y alejo mi cabeza de la espalda de Caden. Miro hacia mi derecha y la entrada de mi edificio está allí. Sin decir nada me bajo y lo miro.

—¿Te vas para tu casa? —inquiero con cautela al ver la seriedad en su expresión.

En realidad no deseo que se vaya, pero lo dejaré hacerlo si lo desea.

—Necesito que hablemos.

Esa es una frase que ninguna mujer desea escuchar. Casi siempre termina siendo algo malo y todo se arruina.

Me obligo a entregarle una sonrisa para disimular mis nervios.

—Subamos.

Dentro del ascensor estoy a punto de ponerme a gritar de la frustración. Creí que todo estaba bien, pensé que al fin tenía todo controlado en mi vida. Esto demuestra que jamás hay que adelantarse a los hechos.

Entramos y enciendo un par de luces mientras me dirijo hacia la cocina. Estoy al borde de un colapso nervioso, por lo que me entretengo buscando un poco de jugo para tomar.

—Bueno, dime que sucede —me giro a verlo y él parece un poco más nervioso que serio ahora.

Bebo un poco de jugo pero nada logra calmar la angustia que me invade. Temo de lo que él vaya a decir. Temo que diga que se acabó, que todo fue un simple juego para él y que yo soy una estúpida.

—Sin dudas esta tarde ha sido muy profunda —él mantiene la mirada gacha, sus dedos acarician la mesada —Conocer a Verónica ha sido muy importante. Realmente ahora entiendo por qué has hecho todo lo que hiciste por ella.

—Ella ha sufrido mucho —sabía que tenía que ver con ella.

—Sí, es increíble lo mucho que parece haber mejorado —agrega.

—Lo sé —una pequeña sonrisa estira mis labios. A pesar de este momento raro, no puedo evitar sentir cierta felicidad por Verónica.

—Y lo ha hecho por ti —él me mira a los ojos y noto que esto en realidad es un pequeño retardador.

—¿Qué quieres decirme, Caden? —pregunto dejando ver mis nervios —Deja de dar vueltas.

—Es un poco difícil, amor —mi corazón da un brinco de emoción ante el apelativo cariñoso. Él no va a dejarme.

—¿Me voy a enojar?

—Quizás —toma una respiración profunda —Tiene que ver con mi madre.

Abro la boca para hablar pero me detengo para volver a repetir sus palabras en mi mente. ¿Tiene que ver con su madre?

—Bueno, dime.

El celular de Caden comienza a sonar interrumpiendo lo que está a punto de decirme. Quiero gritar de frustración. Él busca el teléfono y atiende.

—¿Abuela? —inquiere. Hay una voz del otro lado —¿Jenn? Hola, ¿Cómo estás? —su ceño se frunce y la preocupación me llega —Voy para allá.

Él cuelga y se ve algo pálido.

—¿Qué pasó? —quiero saber ya preocupada.

Caden no dice nada. Sólo está parado allí como una estatua y no parece saber qué hacer. Me pongo de pie y doy un paso hacia él.

Peligrosa AtracciónWhere stories live. Discover now