Capítulo 5

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Cuando la moto se detiene frente a mi edificio me bajo de un salto y lo miro. Él se ve bien sobre la moto, tiene ese aspecto de que recorre las carreteras y salva mujeres en apuros. Vuelvo a acomodarme el cabello, ya que varios mechones se han escapado de su agarre y me quedo parada cerca de él.

—Sana y salva, señorita.

—Gracias —le entrego una sonrisa. Debería darme la vuelta y entrar al edificio, pero mis pies no obedecen.

Él le echa una mirada al edificio y da un largo silbido, como si estuviera impresionado.

—Bonito lugar.

—Sí —miro sobre mi hombro. La entrada es grande con muchos vidrios y columnas de mármol. Es un edificio  muy lujoso.

—¿Vives sola? —me pregunta.

—Sí, mis padres me regalaron el departamento cuando cumplí dieciocho y vivo aquí desde entonces. Pero yo me hago cargo de los gastos.

No quiero que piense que soy una de esas chicas ricas que lo tienen todo fácil y servido. Nunca me he sentido como una. Mis padres me han enseñado que todo en la vida cuesta un montón de esfuerzo y dedicación. Nada es gratis.

—Me impresionas, carita-linda.

—¿Por qué?

—Bueno, cómo ya sabes en nuestra Universidad la gran parte pertenece a la clase alta de Atlanta, y a todos les gusta alardear del dinero familiar —dice frunciendo los labios levemente y mira de nuevo hacia el edificio —Tú no pareces de esas.

Una gran sonrisa surca mi rostro, es bueno saber que le he dado la impresión correcta.

—No, no soy de esas. Y al parecer tú tampoco.

—Para nada. El dinero es de mi... padre —le cuesta un poco decir la palabra —Desde que salí de la casa, me he mantenido solo.

—¿Incluso la matrícula de la Universidad? —pregunto algo curiosa.

—Ese es el único detalle que no he podido sustentar por mi cuenta —me da una sonrisa algo esquiva —Bien, carita-linda, debo irme.

—Sí, de nuevo gracias por todo, Caden.

—No es nada, recuerda que soy tu Batman.

Me guiña un ojo y lo veo alejarse a toda velocidad en su Harley. Soltando un suspiro camino hacia el edificio mientras tarareo "Wonderwall". Saludo a los de seguridad y me meto en el ascensor. Una vez que llego al sexto piso y las puertas se abren, el pensamiento de que ha sido un día bastante productivo, a pesar de todo, me invade. Pero la felicidad que siento se desvanece cuando mi mirada la encuentra allí sentada al lado de mi puerta.

Verónica está dormida. Tiene un aspecto dejado y sucio, es obvio que lleva días sin bañarse. Me aproximo despacio, deseando no despertarla y quizás poder entrar sin que lo note. Pero sé que eso no va a suceder, no voy a dejarla tirada aquí afuera. Me agacho y la toco levemente para despertarla.

—Verónica... —ella ni siquiera se mueve. Comienza a preocuparme y me cercioro de que respire. Su respiración es lenta, pero está —Verónica, despierta.

La sacudo con algo de fuerza y sus ojos se alzan hacia mí, asustados, somnolientos y rojos. Una sonrisa lánguida curva sus labios. A veces no puedo creer que ella tenga tan sólo treinta y seis años. Su aspecto es terrible. La piel seca y de un color enfermizo. Es demasiado delgada para su altura y ha perdido mucho cabello en los últimos tiempos. Pero a pesar de ello, sé que me parezco a ella físicamente. He visto fotos de su juventud, y podría decir que soy casi un calco.

Peligrosa AtracciónWhere stories live. Discover now