Capítulo 40

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Su voz se escucha lejana como si yo estuviera soñando. Pero a medida que los segundos transcurren suena como una realidad.

Caden está cantando una de sus odiosas canciones de Led Zeppelin. Abro los ojos para encontrarme con la vista de su espacio vacío a mi lado. La almohada blanca está hundida justo en el medio donde ha descansado su cabeza.

El ruido de la ducha se escucha bajo el sonido de su voz. Él siempre está cantando bajo la ducha. Creo que en estos últimos dos meses he escuchado conciertos enteros de sus bandas favoritas saliendo de su boca.

Cierro los ojos he intento traer el sueño de nuevo, pero es imposible. Maldigo entre dientes y me siento. Es demasiado temprano para poder vivir.

Mi cuerpo me grita que siga durmiendo, que me quede en aquella cama por al menos seis meses. La universidad y la intensidad insaciable de Caden me tienen al borde de la aniquilación.

Siempre fue muy obvio para mí que él era alguien demasiado adorador del contacto físico, incluso lo prefiere a las palabras de cariño. A veces, le cuesta expresar lo que siente, entonces elige el sexo para demostrarlo. Y vaya que le gusta demostrarlo.

Intento desperezarme estirando mi cuerpo y al instante siento aquellos placenteros dolores producto de sus demandas.

Su voz se acalla, la ducha se apaga y me preparo para enfrentarlo.

Caden es realmente una persona con muchas energías y ganas de estar despierto. Pasamos horas estudiando, haciendo trabajos y él jamás parece cansarse o estar irritado. En más de una oportunidad ha tenido que lidiar con mis cambios de humor, y siempre lo ha hecho con paciencia y humor.

Él es realmente maravilloso. Pero odio que cante en la ducha cuando todavía quiero dormir.

La puerta del baño se abre y él sale seguido de una nube de vapor. Es como un Dios pagano, nacido para conquistar el mundo, creado para ser adorado por cada mujer existente en la tierra.

Se detiene y me mira. Una sonrisa conocedora curva su rostro y en ese momento deseo borrársela de un golpe.

—¿Se puede saber por qué eres tan ruidoso para bañarte? —le pregunto.

Pone aquella expresión inocente y se mueve por la habitación.

—¿Te desperté, bella durmiente? —inquiere con diversión —Yo quería despertarte con un beso.

Lo odio casi tanto como lo quiero.

—No dormí cien años —sigo el hilo de su comparación con aquel cuento de hadas —Por tu culpa creo que a penas llego a las tres horas y media.

—¿Por mi culpa? —abre una de las cajoneras y sé que busca su ropa —Carita-linda, es muy fácil decir no.

Observo su espalda imponente, surcada de músculos y con los hombros cubiertos de gotitas de agua. Mi mirada continúa la apreciación hacia sus caderas, rodeadas por la toalla blanca, cubriendo aquel magnifico trasero que posee.

Una sonrisa tira de mis labios sin poder evitarlo.

—No, no lo es —le digo porque en realidad no tiene ni la más mínima idea de lo difícil que es negarse a él —¿Qué hora es?

—Casi las ocho —contesta —Debes apurarte si quieres ducharte antes de salir.

—No quiero ir —digo entonces y me dejo caer de espaldas.

Me cubro con las sabanas y dejo sólo mis ojos a la vista.

—Tampoco yo —dice contento. Cierra el cajón de repente y se gira a verme —¿Nos quedamos?

Peligrosa AtracciónWo Geschichten leben. Entdecke jetzt