Capítulo 3

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Estoy un tanto nerviosa. Sé que ha sido una pésima idea llamarlo para que viniera por mí, mucho más después de la forma emocionada en la que aceptó. No le ha tocado cursar hoy, pero Matt vendrá de todas formas para estos lados. Observo la pantalla de mi celular y es un mensaje de su parte diciendo que está en el estacionamiento. Me encamino hacia allí, dando pasos lentos para retrasar el encuentro. Me arrepentiré de esto, estoy segura. Pero podré echarle toda la culpa a Allie luego.

Salgo hacia la tarde calurosa, el estacionamiento está poblado de autos y alumnos. No tardo en ver el auto de Matt, y me dirijo hacia allí con decisión porque no quiero que note mi incomodidad. Cuando me acomodo a su lado, él está sonriendo de oreja a oreja y sus ojos brillan con algo parecido a la felicidad absoluta.

Matt Lancaster es un hombre atractivo. Cabello dorado, ojos color miel y un bonito acento inglés. Y el combo es llamativo, me atrajo instantáneamente. Pero cuando comienzas a indagar en él, lo superficial se cae y no basta. No puedes quedarte con el exterior, si el interior no te atrae.

—Hola, Gwen —me saluda y se acerca para besar mi mejilla.

—Gracias por venir —a pesar de que no quiero darle ningún tipo de esperanzas con respecto a retomar nuestra relación, no puedo ser del todo grosera. Podríamos decir que él es mi amigo. Y yo no tengo muchos amigos. Creo que la palabra amistad está sobrevalorada.

—Vengo con gusto, así que no hay nada que agradecer —se queda mirándome fijo, con un brazo apoyado sobre el respaldo de mi asiento y el otro estirado sobre el volante. Es cierto que a veces me pone un tanto nerviosa.

—¿Vamos? —inquiero con una sonrisa nerviosa.

—Vamos.

Salimos de allí y Matt comienza a hablar de un nuevo caballo que su padre ha comprado para el enorme campo que tienen a las afueras de la ciudad de Atlanta. Su padre es un empresario inglés, que tiene millones y millones con su nombre. A Matt le encanta alardear de ello, y es algo que nunca comprenderé. Mis padres tienen dinero, no creo que tanto como los padres de Matt, pero jamás alardeé de ello. Jamás me sentí superior por ello. A veces creo que es porque sé que en realidad no llevo la sangre Hudson, pero me siento como una. En mi corazón siempre seré una Hudson.

—Gwen —dice mi nombre.

Sacudo la cabeza y vuelvo la atención a él.

—¿Sí?

—¿Estás escuchándome? —pregunta con una sonrisa.

—No, en realidad no. Lo siento —me apena admitirlo, pero no estaba prestándole atención.

—No te preocupes —dobla en la siguiente esquina y se detiene en la puerta de mi edificio. Suelto un suspiro y me desabrocho el cinturón de seguridad —Te estaba preguntado si no te gustaría ir al campo conmigo este fin de semana.

—Oh, me encantaría, Matt. Pero no puedo —su sonrisa se desvanece un poco y me hace sentir una mierda —Estoy llena de trabajos y tengo mucho que estudiar. La tesis no se hará sola.

—Comprendo —asiente y la pena es clara en su rostro —En otra oportunidad será.

—Claro que sí —abro la puerta y me giro a verlo antes de bajar —De verdad, gracias por traerme...

—Espera —tengo un pie sobre la vereda y lo miro sobre mi hombro —¿Puedo venir a buscarte mañana para ir juntos a la Universidad?

—Eeeeeh —piensa rápido, Gwen —Claro, sería grandioso. Mi auto todavía está en el taller.

Estúpida. Estúpida. Mil veces estúpida.

Matt sonríe y promete que estará a las ocho treinta. Al menos sacaré algo bueno de esto y es que sí o sí me levantaré a tiempo y no llegaré tarde una vez más. Cuando su auto arranca, suelto un largo suspiro. Soy un asco de persona, no merezco que él siga sintiendo cosas por mí, no merezco que sea tan amable de traerme y llevarme. Quizás mañana deba hablar con él y aclararle cual es mi posición.

Peligrosa AtracciónWhere stories live. Discover now