Capítulo 49

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No puedo sacar de mi mente su imagen dentro de ese cajón, no logro dormir sin tener pesadillas en donde intento salvarla. No pude salvarla.

Verónica murió hace tres días y siento que jamás podré recuperarme de esto. Ella simplemente dejó de luchar, decidió terminar con su vida y dejarme aquí con esta culpa que me carcome.

Escucho la puerta de mi habitación abriéndose, pero no alzo la cabeza para ver quién es. Sé quién es. Él se sienta en el borde de la cama.

—Carita-linda —dice Caden, no respondo —Te traje el almuerzo, amor.

—No tengo hambre.

—Por favor —suplica él —Hace dos días que no pruebas bocado.

—De verdad, no tengo hambre —le aseguro.

No dice nada más. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas mientras el silencio se extiende entre nosotros. No sé qué estoy haciendo, no sé por qué no puedo dejarlo entrar y compartir este dolor que me angustia.

—Dejaré la bandeja por aquí —se mueve y al parecer apoya la bandeja sobre la mesita de luz —por si te agarra hambre más tarde.

Siento su peso levantándose de la cama. De repente me desespera la idea de estar sola de nuevo.

—Caden —él se gira a verme al instante —¿Me abrazas?

Sin decir nada, él se acomoda junto a mí. Sus brazos me rodean y me acomodo contra su pecho en donde logro escuchar con claridad los tranquilos latidos de su corazón. Continuamos en silencio, él no sabe qué decir, yo no quiero hablar.

Mis ojos se cierran, en la calma que nos rodea y el calor de sus brazos comienzo a sentir sueño. No quiero dormir, sé que las pesadillas acudirán a mí, pero estoy demasiado cansada como para poder evitarlo.

Estoy en la casa de Verónica, en aquella a la que fui a buscarla por primera vez. Todo está igual de sucio y desordenado. Camino entre la mugre y llego a la sala de estar. Verónica está sentada en el viejo sillón con un cigarrillo colgando en la comisura de su boca.

—Dolly —me saluda con una sonrisa enfermiza —Que bueno que llegaste.

—¿Por qué lo hiciste? —es lo primero que pregunto.

—¿Qué cosa?

—Te rendiste —mi voz se quiebra un poco —Me abandonaste de nuevo.

—No sé de qué hablas, Dolly.

—¡Deja de hacerte la idiota! —le grito enojada. Es muy cínico de su parte estar sonriendo, no aceptar la culpa de sus actos —Dime.

—No sé qué quieres escuchar —apaga su cigarrillo contra su muslo —Estarás mejor sin mí.

—Eso no es verdad —me duele que diga eso, me duele saber que en cierta forma es cierto.

—Ya no importa —sonríe levemente. Ya no se ve tan enfermiza —Estoy en paz... Por primera vez en mi vida, estoy en paz.

Me siento en medio de la cama, con el corazón acelerado y un nudo en medio de la garganta que me dificulta la respiración. Era un sueño, como los cientos que he tenido en los últimos días.

Ella me atormenta.

Verónica se suicidó. Tomó más de treinta pastillas para dormir, y se acostó en su cama en la clínica. Jamás imaginé que ella sería capaz de llegar a ese punto. Cuando la dejé en la entrada de la clínica después de la fiesta, me dijo: nos vemos mañana, Dolly.

Peligrosa AtracciónWhere stories live. Discover now