El caso de los Cuatro punto cardinales (I)

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─ ¿Daniels?─ Anna había contestado el teléfono más por inercia que por conciencia.

─ ¿Lestrade? ¿Qué diablos pasa? ¿Qué hora es?

─Las tres de la mañana.

─Joder...

─Hay un caso. Uno de los que tanto te gustan. Ven directo a West Road.

─ ¿YA VISTE LA HORA?

─Escribieron una especie de código con sangre a lo largo de toda la...

─ ¡Voy para allá!─ Anna colgó el teléfono y se levantó de un salto, no tuvo que vestirse, sólo se colocó una sudadera encima de la playera que usaba para dormir. Iba en pants y zapatillas deportivas. Se medio arreglo el huracán que era su cabello y tomó lo necesario para investigar. Bajó corriendo las escaleras y cayó con fuerza en el descanso, la alfombra absorbió el mayor sonido de sus pies, pero de igual manera Sherlock abrió su puerta con un estrépito, al ver que era la detective relajó el gesto.

─ ¿Te desperté?

─Dormir es aburrido, pero medir el nivel de sangre que destila un golpe en el tabique nasal post mortem, no lo es. Y me has interrumpido, ¿qué pasa?

─Hay un caso, un buen caso.

─ ¿A las tres de la mañana? Cuéntame más.

─Lestrade me habló, escribieron un código con sangre...

─Iré por mi abrigo.

─ ¿Disculpa?

─Esto no me lo pierdo por nada del mundo, aunque tú no quieras que vaya...

─Vale, vale, ¡apúrate!─ Sherlock cerró la puerta y Anna se quedó mordiéndose las uñas mientras lo esperaba, cuando él salió y vio su extraño hábito le bajó la mano con un jalón. ─ ¡Oye!

─Te destrozará la piel, déjate en paz.

─Lo siento, pero eso ¡A ti no te importa!

─Ya vámonos.─ ambos detectives bajaron las escaleras que faltaban y salieron al aire frío de Londres. Se tardaron en encontrar un taxi que quisiera llevarlos hasta West Road. Dentro del auto no hablaron, ambos iban sumidos imaginando qué caso merecía la atención del mejor detective de Scotland Yard y a su vez la consulta de las mentes más prodigiosas de Inglaterra.

─West Road...─ anunció el taxista.

─Ella paga.

─ ¡Sherlock Holmes!─ gritó Anna sacando su cartera para darle al chofer la cantidad necesaria, bajó corriendo para perseguir al detective. Una vez encontraron el lugar de los hechos, ambos se quedaron sin habla. En toda la calle había un gran símbolo rojo, el material: sangre. Y debajo de un auto el cuerpo de un hombre. Lestrade miró a Sherlock con extrañeza.

─ ¿Sherlock? ¿Qué haces aquí?

─Vine a pasear. Necesitaba aire.

─Es mi asistente.─ dijo Anna aprovechando la situación.

─Hmmm...─ reclamó él.

─Bueno, ahorita no me importa, Anna tienes que ver esto.─ Greg, Anna y Sherlock caminaron para observar el cadáver. ─ ¿Qué me puedes decir?─ ambos detectives se inclinaron y empezaron un análisis profundo. Donovan se acercó a un lado de Lestrade y se cruzó de brazos con las cejas arriba. Lestrade negó con la cabeza asumiendo que sabía tanto de aquella situación como ella.

─Bien...─ comenzó Anna. ─Hombre de treinta y cuatro años, a juzgar por su vestimenta es un mesero, hay restos de comida en el poliéster, y marcas de un mandil en su cintura. La causa de muerte: asfixia. Nada extraordinario. Hay un corte post mortem en el costado derecho, un lugar específico y sin embargo la sangre que pudo haber derramado esa herida no sirve para pintar el código en la avenida...

─ ¿Entonces?

─Es una falacia, sólo es ambición del asesino.

─Los asesinos...─ corrigió Sherlock. Lestrade le miró de mala forma.

─ ¿Los?

─Sí, Sherlock y yo pensamos que son más de dos.

─Tres...─ volvió a corregir Sherlock.

─ ¿Tres?─ inquirió Anna.

─Mira las huellas y la basura.

─Oh, es cierto. Tres.

─ ¿Desde cuándo trabajan juntos?─ inquirió Lestrade.

─Desde navidad.─ sentenció Anna sin más explicaciones al respecto. ─ ¿Quieres terminar por mí, pequeño Holmes?

─ ¿Pequeño Hol...?─ iba a decir Donovan de manera burlona, pero Sherlock se adelantó.

─Claro. Es una víctima colateral, investigarla no nos llevará a ningún lado realmente, alguno de los asesinos la escogió al azar sólo para planear distraernos y hacernos perder el tiempo con este joven. El verdadero problema radica en eso que han escrito en el piso, y que, pensamos, está incompleto.

─Así es.─ finalizó Anna.

─Un momento, un momento, ¿cómo es que piensan lo mismo si ni siquiera hablaron entre ustedes?─ dijo Donovan.

─Sencillo, ambos observamos.─ respondió Anna. En ese momento, el celular de Lestrade sonó, él se apartó para responder mientras los detectives se centraban en el símbolo del piso. Anna se hincó y tomó un poco de sangre, la olió y luego se la llevó a la boca. Saboreó. Donovan casi vomita, pero Sherlock la miraba impaciente.

─ ¿Y bien?─ inquirió Sherlock.

─Ganado. Posiblemente cerdo.

─Ya veo.─ dijo él y empezó a sacar fotos con su celular del misterioso símbolo. ─ ¿Alguna idea de lo que es?

─Siete, hasta ahora.

─Ocho...

─ ¿Cuál es la octava?

─Un viejo proverbio chino.─ Donovan escuchaba hablar a los detectives con creciente enojo, simplemente no entendía cómo es que esos dos se podían comunicar sin decir nada. Lestrade volvió, estaba pálido.

─Hay otro, idéntico, símbolo, cadáver, sangre...─ el celular de Donvan sonó, ella no se alejó para responder, dio un asentamiento y colgó.

─Uno más jefe. Encontraron un cadáver en las vías del metro, dentro del túnel que conecta a la estación de Oxford. Las mismas características.

─Y uno más...─ susurró Anna. Sherlock la miró. No hubo de terminar cuando el celular de Lestrade volvió a sonar. Él tragó saliva y contestó, ambos detectives le miraban expectantes.

─Otro, cerca del río Támesis. ¡Qué diablos es esto!

─Lo sabremos pronto.─ sentenció Anna. Sherlock y ella se miraron.

─ ¿Te encargas del Támesis y de Oxford?─ preguntó Sherlock. Anna asintió con una sonrisa.

─Vale, encárgate de los otros dos. A las siete en Baker Street para discutirlo.

─Ok. Oye...

─ ¿Qué?─ dijo Anna mientras se encaminaba a la avenida para tomar un taxi.

─Ya no tenemos leche.

─Yo la compro de vuelta.

─Vale.─ sonrió Sherlock y se inclinó sobre el símbolo. Anna echó a correr por el callejón para desaparecer en la neblina de la madrugada. Lestrade y Donovan miraron a Sherlock. ─ ¿Qué? Sus miradas interrumpen mis pensamientos.

─ ¿Qué pasa entre ustedes dos?─ dijo Donovan.

─Es obvio que no lo mismo que pasa entre tú y Anderson.

La Agente Donovan ya no preguntó nada, se retiró echando maldiciones. Lestrade sonrió para sus adentros, su sueño se había hecho realidad. Anna Daniels y Sherlock Holmes, las mentes más brillantes del mundo criminal, estaban trabajando juntos.


Rivales [Fanfic de Sherlock BBC]Where stories live. Discover now