Rivales [Fanfic de Sherlock BBC]

Su último discurso

Mientras Sherlock estaba drogado, a su mente vinieron pedazos de viejas situaciones, recuerdos que sabía muy bien, jamás se iban a ir, a menos que él lo desease, y la verdad es que no quería que aquello se le olvidara. Todos los reucerdos sin excepción estuvieron protagonizados por Anna Daniels.

Aquella vez que la vio por primera vez, las interminables discusiones durante los casos, y sobre todo, los múltiples intentos de asesinato que tanto uno como otro, habían ejercido en un principio. Cuando abrió los ojos, el mundo ya estaba amaneciendo a un nuevo día.

Se levantó con pesar de la alfombra en la que había ido a parar. Se desperezó y alcanzó su celular, notó con fastidio que tenía muchas llamadas perdidas de Lestrade, de John y de Mycroft. Éste último le había enviado un escueto mensaje de texto que rezaba: "Sé que no estás bien. –MH-" Sherlock puso los ojos en blanco, caminó y se botó en el sofá para responder una oración que sabía muy bien, su hermano lograría entender:

"Ella está muerta. Mi mejor amigo está en el hospital. Él está vivo... ¿Quieres la lista? –SH-"

Mycroft Holmes estaba leyendo unos documentos sentado a su escritorio, cuando su celular vibró y descubrió el mensaje de su hermano menor. El pelirrojo se recargó en el respaldo de su silla y suspiró con pesadez. Marcó rápidamente el número de su asistente Anthea.

─Anthea.

─Seor Holmes...

─Cancela todos mis compromisos de hoy.

─Entendido señor Holmes.

Mycroft salió de su oficina y se encaminó a las calles de Londres, llamó a su chofer y le ordenó que le llevara inmediatamente al 221B Baker Street. Cuando llegó acomodó la eslava de la puerta y esperó que alguien le abriera. La casera le hizo pasar, y después de un breve saludo, el mayor de los Holmes se encaminó sin más preámbulos hacia el piso de su hermano. Abrió la puerta y se topó con el rizado acostado en su sofá, estaba recién duchado y en bata.

─Sherlock.─ saludó Mycroft cerrando la puerta tras de sí, dio unos cuantos pasos firmes hacia su hermano, éste alzó un papel en la mano tendiéndoselo al pelirrojo. Mycroft examinó la lista de drogas con ojo crítico. Tragó pesadamente, miró a su alrededor y notó que su hermano estaba seriamente afectado, se inclinó frente a él. ─Lo siento... Hermano.─ susurró. Sherlock le miró por unos segundos y después desvió la mirada de vuelta al techo. ─Sé que...

─No trates de consolarme, Mycroft. Jamás has sido bueno en eso, y nunca lo serás.

─Te prometí que siempre estaría cerca de ti. Y aquí estoy. Si hay algo en lo que pueda ayudarte, sólo tienes que...─ Sherlock miró a su hermano con las cejas juntas, Mycroft detuvo su discurso.

─Tráela de vuelta.─ dijo el detective con firmeza. Mycroft abrió la boca para reclamar, pero el rizado se adelantó: ─ ¿No puedes? Bien, entonces no hay nada en lo que puedas ayudarme.

Mycroft se levantó, Sherlock pensó que iba a marcharse después de su desplante, pero el pelirrojo sólo se acomodó en el sillón en el que solía sentarse John; cruzó las piernas y se quedó muy quieto mirando al frente. El moreno se enderezó.

─ ¿No tienes asuntos secretos que atender? ¿El gobierno no se desmorona sin tu presencia?─ soltó el moreno. Mycroft no contestó, sólo lo miró y negó lentamente. Sherlock se dejó caer de nuevo en su cojín. ─Cuando murió Barba Roja te quedaste conmigo toda la noche.

─Lo haría de nuevo.

─ ¿De qué me sirve tu compañía?

─Te conozco, Sherlock, más de lo que tú crees. Sé cuánto daño te hace estar solo en momentos como estos. Así que no importa cuánto me necesite el gobierno este día, hoy no voy a dejarte solo.─ sentenció el pelirrojo, no había seña de compasión o tristeza en su voz, sólo firmeza. Esa misma firmeza que hacía que Sherlock no pudiera decir nada para contradecirlo.