41. Será que...

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Adam.

No quiero llegar a casa y tener que ver el rostro triste de April, tampoco quiero tener que escuchar las preguntas de mi pequeño sobre si estoy molesto con su madre.

Ya no quiero tener que mentirles, es sólo que tampoco quiero involucrarlos, mi abogada ha investigado ciertas cosas de las personas que ahora dicen llamarse abuelos de mi pequeño, y ellos en persona le han dicho que harán todo con tal de quitarme la custodia de mi hijo y de esa forma jamás volver a verlo.

No sé qué me pueda esperar dentro de unos días, cuando la primera audiencia se lleve a cabo y se expongan sus sucias artimañas.

El semáforo que tengo enfrente cambia sus luces indicando que puedo avanzar, que puedo seguir mi camino hacia casa. Esta noche no pude quedarme hasta después de medianoche como he hecho este último mes, todo con tal de no ver a April y tener que darle explicaciones, y cuando me las pide, le digo la excusa de siempre: «Tengo demasiado trabajo, lo siento, estoy cansado»

El camino se va terminando hasta que por fin llego a casa; aparco el auto frente a esta y salgo de él sin siquiera fijarme en que las luces de mi casa están apagadas.

Cuando abro la puerta una lluvia de confeti me inunda el rostro, April y Dylan saltan frente a mí con una enorme sonrisa en su rostro, acompañados de un par de serpentinas.

—¡Sorpresa! —exclaman al unísono.

—Mira, papi, quisimos hacerte esto para que te desestraces del trabajo —comenta Dylan halándome del brazo en dirección a la sala, en donde al entrar me encuentro con cojines en el suelo, un tazón de palomitas, tres tazas de chocolate caliente sobre la pequeña mesa, la televisión encendida en modo vídeo, varias películas en el suelo y tres platos con verdura, algo de pollo y salsa de tomate.

—En realidad es desestresar, pero, no importa —habla April acercándose por detrás, hasta poner sus manos sobre mis hombros y comenzar a masajearlos. —Entendemos que el trabajo debe ser muy estresante estos días, así que queremos despejar tu mente hoy, por eso hicimos esto.

Trago saliva con dificultad, ambos son demasiado lindos y yo...

Me doy media vuelta hasta toparme con el rostro sonriente de April, sus ojos azules son capaces de envolverte como un tornado y jamás soltarte. Frota mis brazos con sus manos con amor; lo siguiente que hago me duele, sin embargo, lo hago.

—No tengo tiempo para esto, lo siento, estoy demasiado cansado —y sin dar más explicaciones me suelto de su agarre para marcharme a nuestra habitación, en donde jamás llega, y supongo que se ha marchado con Dylan, así como lo he estado haciendo estas noches.

. . .

Dos semanas después.

Hoy es el día de la primera audiencia en los juzgados, de acuerdo a la abogada Samanta, quien me ha estado ayudando desde hace días con el caso.

Inmediatamente después de que recibiera el comunicado sobre que los padres de Emily piden la custodia de mi pequeño, me comuniqué con el mejor bufete de abogados para que me ayudaran a pelear por mi hijo, Samanta ha sido la abogada asignada y a decir verdad es una mujer muy competente.

—El juez acaba de llegar, lo vi en el estacionamiento, dentro de poco nos van hacer pasar —avisa mi abogada, una mujer rubia y bajita.

—Samanta, estoy demasiado nervioso, con lo que investigaste, esas personas son capaces de cualquier cosa —admito.

—Lo sé, y ambos sabemos que no debes ponerte nervioso, yo estoy aquí para ayudarte —asegura con determinación. —Por cierto, hoy encontré algo.

La apuesta de mi vida ✓TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora