40. Lejos

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April.

Despierto y la cama está sola, no hay nadie a mi lado más que la almohada y la fría sábana que me hace saber que Adam se ha despertado desde hace ya varias horas.

Aparto las lagañas de mis ojos y me incorporo con cierta pesadez en mi cuerpo, por una parte, quisiera seguir durmiendo, pero no puedo, tengo que llevar a Dylan al colegio, a pesar de que últimamente Adam ya no deja que haga nada con respecto a nuestro pequeño; se despierta horas antes que yo sin tratar de despertarme o al menos con un beso de buenos días como cuando comenzamos a dormir juntos, prepara el desayuno y cuando yo despierto, Dylan se encuentra desayunando, y sin siquiera dejar que termine lo que ha preparado, lo apresura y se marchan.

No me ducho, lo hice anoche antes de que Adam llegara a casa; anoche ni siquiera lo vi, eso también suele pasar en estas últimas semanas, llega después de media noche– y eso cuando llego a darme cuenta–, sin siquiera tomarse la molestia de ver si estoy despierta. Entiendo que debe estar muy cansado, según Amber, le ha dicho que tiene mucho trabajo, pero lo que no entiendo es que a mí no me dice nada cuando se lo pregunto, sólo me esquiva con cualquier pretexto y se marcha.

Salgo de la habitación para dirigirme a la cocina, en donde me encuentro a Dylan, desayunando con la cabeza gacha y a Adam de espaldas, lavando los trastos.

—Yo puedo lavar los trastos, Adam— hablo y él parece no escucharme. —Buenos días, cariño— rodeo a mi pequeño con mis brazos por detrás y le proporciono un beso en su cabeza.

—Buenos días, mami —responde mi pequeño sin el ánimo que siempre lo caracteriza. Me separo de él para posicionarme al otro lado de la barra y tomo su barbilla, la elevo y me mira.

—¿Pasa algo?

—Bueno, es que... —agacha de nuevo su mirada y a continuación me observa. —¿Puedes llevarme tú a la escuela?

—No va a ser necesario —la voz de Adam se hace presente, gira su cuerpo hacia nosotros, dejando el pedazo de tela y el último vaso que lavó a un lado—, yo te llevaré, Dylan. — Su voz suena distante, en lo que lleva hablando no me ve a los ojos, simplemente se limita a observar a Dylan.

—Yo quiero que me lleve mi mami, por favor. Ya no me lleva como antes —se lamenta frunciendo las comisuras de sus labios para después bajar la mirada.

—Adam... —lo miro esperando que él me devuelva el gesto, sólo que no lo hace.

—¿No estás muy ocupada con el último trabajo de la NASA? —la forma en la que me lo pregunta es indiferente, es... Me duele, cosa que nunca había sentido con él.

—No. Es una investigación austera y me pidieron que revisara algunas pruebas y documentos que me enviaron, pero...

—Entonces necesitas trabajar en ello y será mejor que lleve a Dylan al Jardín —asegura antes de que pueda terminar la oración.

—No, yo no iba a decir eso —replico. —Lo que yo quise decir es que tengo tiempo para terminar mi trabajo y presentarme en unos días en Texas, así que puedo llevar a Dylan, como él dijo, hace días que no lo llevo.

Por fin me mira, sus ojos avellana se conectan con los míos, pese a ello, no dura mucho, rápidamente los aparta y vuelve a mirar a Dylan.

—Ya debo irme, tengo mucho trabajo que hacer hoy. Nos vemos en la noche —se despide de Dylan con un beso en la frente, cuando pasa a mi lado se detiene y de sus labios sale un frío «adiós, April», acompañado de un beso en mi frente.

«¿Por qué está haciendo esto?», es algo que no he dejado de preguntarme desde hace días. Ya no se despide de mí con un beso en los labios, ya no me dice te amo, ni tampoco me mira a los ojos, como si se avergonzara de algo, como si ocultara algo.

La apuesta de mi vida ✓TerminadaWhere stories live. Discover now