39. Que comience el juego

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Narrador omnisciente.

En el hospital y asilo privado Duffteen, un doctor llamado Alan Green se encuentra atendiendo al último paciente de la tarde.

Al término de la consulta, el paciente sale y el doctor mira el reloj alrededor de su muñeca izquierda.

«Son las seis, debo irme o...» Sus pensamientos son interrumpidos cuando la puerta de su consultorio de abre sin previo aviso.

Una pareja no muy mayor entra como si el consultorio fuera de ellos.

La mujer lleva un traje y zapatillas de tacón, el cabello recogido en un moño alto se encuentra con un mechón lleno de canas, pero aún permanece pelirrojo. Entre sus manos sostiene una bolsa, y detrás de esta algo que parece ser una fotografía que se aferra a sostener.

El hombre va igual de elegante; traje negro, zapatos de vestir y corbata, el cabello está rubio y rizado, al igual que su acompañante contiene algunos cabellos grises y... Le parece familiar, es como si lo hubiese visto antes, en algún otro lugar, ¿sólo que dónde?

—Disculpen, pero, mi turno acaba de concluir, yo...

—No venimos a una consulta —lo interrumpe el hombre con voz severa. — ¿Tú eres Alan Green?

—Sí, señor, yo soy Alan Green.

Sin pedir permiso, ambas personas toman asiento frente a su escritorio y con un gesto hecho con la palma de su mano, el hombre rubio le pide que los imite, sentándose en su silla.

—Escuche, no venimos a consulta como le he dicho, venimos a algo más serio— prosigue. A continuación, le pide a la mujer que le entregue la fotografía que ésta sostiene. — Mi nombre es August Lee, y ella es mi esposa Julie Lee— expone señalando a su esposa—, y este... Este niño es mi nieto.

A continuación, le muestra la fotografía que tanto aferraba su esposa, y entonces Alan se lleva una gran sorpresa. En la fotografía se encuentra un niño rubio, de cabello rizado y ojos avellana, un niño que conoce bastante bien: Dylan, el hijo de Adam. Y eso no es todo, April también aparece en la fotografía, sosteniendo a Dylan entre sus brazos al momento en que el pequeño ríe. Parecen madre e hijo.

—¿Ustedes son padres de Adam? — pide saber Alan, devolviéndoles la fotografía.

—¡Claro que no! — exclama Julie, tan rápido como Alan ha pronunciado el nombre de Adam. Los gestos de su rostro denotan que no le ha gustado lo que Alan ha dicho, como si preguntar aquello fuera el peor insulto de todos. — Nosotros no somos padres de ese hombre, somos abuelos de Dylan, sí, pero porque somos padres de Emily, su madre.

—Disculpen, pero, si no quieren una consulta, ¿a qué han venido entonces?

—Es una excelente pregunta, doctor— habla el señor Lee. — ¿Le gustaría acompañarnos a otro lugar? Tenemos mucho que decirle y ofrecerle, y créame que lo que vamos a decirle le conviene tanto a usted, como a nosotros.

La forma en que ese hombre lo dice hace dudar a Alan en acompañarlos o no, sólo que la curiosidad a veces es muy grande, puede ser buena o simplemente tu perdición.

April, conocen a April, y Dylan, parecen detestar a Adam, así que, al cabo de unos minutos de pensárselo bien, Alan Green decide ir con ellos.

—Una excelente elección — le hace saber el hombre, gustoso porque ha aceptado.

Su sonrisa es maliciosa, pero, ¿qué será lo que tienen que decirle? No importa mucho, si detestan a Adam, no puede ser nada malo, al fin y al cabo, Alan lo detesta igual o más que ellos.

La apuesta de mi vida ✓TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora