Veinticinco.

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#MaeDay

Capítulo veinticincoPide un deseo.

—¿Sabes qué me detiene? —pregunté acercándome más.
—¿Qué? —Me miró a los ojos y sonreí besando su mejilla.
—La fonkzone a la que me mandaste. Vamos a la playa, capi.

Entonces me levanté y corrí escaleras abajo mientras él reaccionaba para seguirme. Estaba tratando fuertemente de controlarme.
Joseph había decidido que sería su amiga y yo iba a seguir molestándolo hasta que se diera cuenta de lo que sentía.

Para bien o para mal, tenia que aclarar su mente.

—¡Mae, espera! —llamó mientras me seguía.
—¿Qué pasa, muchacho? ¿Te cansaste? Perder en los bolos te puso lento, eh.
—Qué graciosa —mencionó mientras caminábamos por las piedras.
—¿Alguna vez lanzaste piedras al mar?
—Con Zeke, sí. El siempre me ganaba.
—¿Todos te ganan o qué? Cuidado que empiece a gustarte una chica y también te ganen, eh.
—No creo que pase.
—Pero puede —contesté rápido y luego me giré para tomar una piedra.
—Pide un deseo.
—Eso no existe, Joseph.
—Bueno, no pierdes nada con intentarlo.
—Yo lanzaré la piedra por diversión, allá tú si pides deseos, loco.

Tomé una piedra y giré a verlo, había cerrado los ojos, sonreí negando con la cabeza y la lancé.

La pequeña piedra dio un salto y ya.

—Las piedras saltan más cuando pides deseos.
—Joseph, deja de inventar cosas —reí e iba a lanzar otra piedra, pero me detuvo.
—Por favor...
—¿Es en serio?
—Sí —Me miró, bufé y me rasqué la cabeza.
—Bien. Lo haré. Antipático.

Entonces sonrió y tomó mi mano, giré a verlo confundida, pero él cerraba los ojos.
También los cerré y pensé:

«Disney. Disney Paris... Disney Paris con Mia».

—¿Ya pediste tu deseo?
—Sí, Joseph.
—Yo también.
—¿Qué pediste?
—Si te lo cuento no se cumple.
—Sabes que eso no es cierto, ¿verdad?
—Nada pierdes con intentarlo.
—Pues es mejor ir detrás de tus sueños que pedirlos y esperar a que se cumplan.
—Tienes razón.

Asentí y pensé, ¿me estaba dando la razón, o lo dijo para que me calle?

Tomé otra piedra y la lancé, esta dio tres saltos.

—Rayos.
—Te lo dije.
—Rayos.

La cita —o salida previamente coordinada—, salió bastante bien ese día. No hubo nada en especial, solo una gran conversación y comentarios de mi parte que le hacían sonrojar en ocasiones. Unas semanas después, exactamente un tres de diciembre estaba siendo despertada por mi padre y hermano con The Pumpins en el reproductor porque era el cumpleaños de la persona más hermosa del mundo.

—¡Feliz cumpleaños, botoncito!
—Feliz cumpleaños, duende. Te dejaré comer de nuestro cereal hoy.
—Oh, qué amable —reí mirando a mi hermano, pero luego los abracé— Gracias, familia.

Y es que después de la conversación con papá, estaba más tiempo con nosotros sin necesidad de dejar de lado el teatro y eso era genial.

De: Capi.
Hora: 06:32 am.

«¡Feliz cumpleaños, Muffin! Y buenos días, te veo en clases :)».

Suspiré mirando el teléfono y alguien me interrumpió.

—Seguimos aquí.
—¿Harás algo hoy? —preguntó mi hermano.
—Haré una fiesta. La mejor fiesta de todas.
—Papá, tengo miedo.
—Claro, ya invité a todos. ¡Habrá gorritos de fiesta!
—Papá, detenla por favor. No lo hiciste cuando llegó el perro y ahora tenemos una mascota con nombre de alguien que niega a sus amigos tres veces seguidas.
—Mira niño, tú te callas. Vas a tener cereal y voy a invitar a Max.
—Bueno, entonces creo que sí puedo soportarlo.

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