16... El Precio

1.3K 144 11
                                    

Ella era sádica con orgullo. Los sádicos se excitan con el sufrimiento de sus víctimas. No sólo desean matar: quieren que sufran. Y eso sentía ella, pero, en ese momento todo se esfumó. Miró a los presentes, sus rostros desolados y recordó los de todos aquellos a lo largo de su camino del mal, vio la espada tornada de un color carmesí y el rostro pálido del pequeño junto a la cabeza de su hermano mayor.

Sintió el pecho comprimírsele y la cabeza comenzó a darle vueltas, pero su orgullo podía más que cualquier malestar. Tomó al niño en brazos y con una nube de humo desapareció. Llegó al palacio, a su habitación y lo dejó en la cama.

- ¡Tía!... ¡Tía!

- Oye ¿Qué te ocurre? Es demasiado tarde como para.... oh... - se quedó en blanco al ver al pequeño.

- Debemos que hacer algo, no puede morir...

- ¡Pero si le has atravesado con la espada! ¿Qué demonios quieres que haga para eso? - gritó exasperada y ella bajó la cabeza mordiéndose el labio y rascándose el brazo, solo hacía eso raras veces cuando estaba nerviosa. Suspiró intentando controlarse.- Bueno... quizá y puedas congelarlo, sería solo si consiguieras lo que te comenté el otro día, pero no sé si estás dispuesta a eso...

- Haré lo que sea necesario... - murmuró saliendo de la habitación. La rubia mujer levantó sus manos y del espejo salieron copos de nieves incrustándose en el interior del pequeño que tomó un color azulino.



- Me ha encantado tomar el té con ustedes. Como siempre ha sido un placer pero estoy agotada... - Se disculpó Rapunzel, poniéndose de pie.

- No te preocupes, querida, todos necesitamos descansar con esta situación por la que estamos pasando. - Murmuró la Reina de Overland.

- Yo iré a ver cómo están los niños, no han podido dormir después de lo que pasó con sus padres. Las pesadillas no han parado de atormentarlos. - Mérida también se puso de pie.

- ¿Saben cuándo regresarán los guardianes?

- Aún no, están demasiado atareados los pobres con el resto del mundo. -puntualizó con ironía aquella mujer, la reina.

- Nos vemos mañana, que descansen... - inclinó la cabeza y se retiró a su habitación.

Pasó todos los pasillos solitarios, era muy tarde y todos estaban descansando. Entró en silencio y sonrió al ver a su marido profundamente dormido en la cama... parecía... muerto.

Giró la cabeza y de las sombras apareció ella. Se quedó en blanco y cubrió su boca con la mano. Miró la cama a su esposo y después a ella, corrió a la puerta a pedir ayuda pero se detuvo en esta.

- No le hice nada. Solo está dormido. - Dijo mirándole directamente a los ojos. - No vengo a traer problemas, creo que ya les causé muchos... solo quiero que me ayudes con esto...

Se giró y la miró con la cabeza gacha.

- ¿Qué has hecho...? ¿Qué esperas de mí...? Ya no tengo nada más que perder. Ya me has lastimado lo suficiente para ni siquiera haberte hecho algo. Y respecto a lo de mis padres, no me importan sus secretos, por algo los ocultaron y cuando estén listos me los dirán.

Habló firme sujetando el pomo de la puerta y la miró fijamente, sus ojos azules resplandecían en la oscuridad.

- Lo sé... lo sé... lo único que te pido es tu ayuda ¿Qué no son ustedes los buenos y ayudan a las personas? Solo eso y ya.

Se lo pensó un rato y suspiró. Ella venía sola, se había escabullido entre las sombras en lugar de armar su característico alboroto para llamar la atención. La buscó solo a ella.

"La Tirana de Hielo" (Jelsa)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ