Todo es culpa suya

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Cuando llegó al comedor, lo último que esperaba era a los niños corriendo que casi tropezaban con ellas.

— ¡Mira mamá! — Elsa escuchó el agudo chillido de uno de esos mocosos. De hecho, ese mocoso que se había presentado como el príncipe Desmond antes estaba jalando el guante del vestido azul de la tal Cenicienta... o Reina Ella como ahora se hacía llamar, así que supuso que el remolino era suyo. — ¡Ella es la bruja de la torre de la que te hablé!

Arqueó una de sus perfectas cejas ante el apodo, pero ciertamente la habían llamado peor. Sin embargo, se divirtió cuando el alborotó que traían esas pesadillas se calló al escuchar el nombre.

Así que incluso entre ellos tenía una reputación ahora.

— ¡Mi abuela abrazó a la bruja de la torre cuando llegó! — Esta vez fue Emma, la hermana menor de Jack la que gritó. — ¿Conocías ya a mi abuela?

— No cariño, solo suelo abrazar a viejos vejestorios extraños. — Respondió Elsa con el tono más dulce que pudo, la Señora Dulces que se había acercado gracias a su pequeña nieta rodó los ojos y le pegó con el bastón. La rubia se quejó mientras sobaba exageradamente su mano solo para que las pesadillas se rieran. Ya habían visto que la bruja de la torre no podía hacer nada malo o su madre la regañaba y si pensaban que la valiente abuela de Emma podía aplacarla también solo haría que se sintieran más confiados y protegidos. Después de un momento, se volvió nuevamente a la princesita castaña. — Cuando era una niña tu abuela vivió un tiempo en Arendelle conmigo y solía regalarme dulces, exquisitos dulces por cierto, a cambio de que fuera una buena niña.

— Ella también me da dulces a mí. — Sonrió la princesita, señalando su caramelo con orgullo.

Elsa entonces chilló, mirándola con la boca abierta.

— No estoy viendo mis dulces ahora. — Hizo un adorable puchero. Lo suficientemente exagerado para que los mocosos se rieran de nuevo. — ¡A mí no me has dado un dulce, Señora Dulces! Y yo quiero el mío.

— Pero ya estás grande. — Replicó Sophie, la pequeña y adorable rubia que se escondía tras 3 cabezas rojizas iguales, mirando tentativamente entre ella para probar su teoría. Tristemente, podía ver que ya no le tenía tanto miedo.

— Es la hora de que sigan a sus niñeras a la cama. — Fue la Reina Elinor quien interrumpió, bastante incómoda ya de que sus hijos pequeños estuvieran con ella. Pero esos niños estaban fascinados con tener una bruja tan cerca y Elsa estaba dispuesta a ganarse su simpatía con tal de poner nerviosos a los padres de estos mocosos y enternecer a su propia madre.

Incluso si ella no soportaba a los mocosos.

— No les conviene portarse mal cuando Santa está aquí... y está próxima la navidad. — Una voz irritantemente dulce empalagó el oído de Elsa, realmente no supo si era eso o el incesante aleteo de sus alas lo que la enfurecía más, pero encajó sus uñas en las palmas de sus manos mientras el hada de los dientes seguía dirigiéndose a los niños. — Obedezcan a sus padres. La es la puerta por la cual el , sí, y el , también, entran en la del . — Volvió a decir el Hada mientras tomaba la nariz de la pequeña Sophie haciéndola reír.

— Algún día ustedes serán los que den las órdenes pero para eso primero deben aprender a obedecer sin cuestionar. — La Señora Dulces habló, frunciendo el ceño mientras arqueaba una ceja dirigiéndose a ellos. — El de la constituye la primera condición del orden humano... el orden que deberán imponer en sus pueblos.

— El pueblo es un rebaño de imbéciles, a veces tonto y paciente, y otras, feroz y rebelde. — Dijo Elsa, divirtiéndose de lo aparentemente alarmados que lucían por su lenguaje. — Se le dice: Diviértete. Y se divierte. Se le dice: Ve a combatir con tu vecino. Y va a combatir. Ustedes son los súbditos de sus papis aquí, a ustedes se les dice que vayan a la cama ¿Y qué van a hacer? Van a ir a la cama.

"La Tirana de Hielo" (Jelsa)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt