Dijiste que no mentirías

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"— Sería recomendable que use el tiempo de nuestra próxima sesión para concluir con el capítulo, Su Alteza. — Murmuró su profesor mientras guardaba sus pertenencias en su maletín. Elsa entonces levantó la mirada finalmente, mirándolo con intriga.

— ¿Habrá algún percance para no tener la sesión habitual? — Cuestionó, dejando de lado su libro.

El hombre robusto se movió incómodo entonces, sopesando sus posibilidades antes de finalmente hablar.

— Es... es por el baile... — Balbuceó apenas.

— No estaba enterada que se celebraría algún baile. — Dijo con cautela, sabiendo en el fondo que de todas formas no sería invitada, el hombre pareció dirigir su tren de pensamiento a la misma estación porque le sonrió con pena. La rubia enderezó su espalda aún más, negándose a aceptar esa mirada de lástima. — Mi familia no tiende a celebrar banalidades, ¿Cuál es el motivo de esta frivolidad a la que desean abrir las puertas?

— Yo... no creo princesa, que sea quien debe de decirle... quizá no debía saber y...

— Mi Lord, creo que ya hemos pasado por esto. — Le sonrió mirándolo fijamente. — Ha sido uno de mis profesores más longevos, usted más que otro debería saber que una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber. — Se inclinó, tendiéndole la cita francesa a la que se refería. El hombre sonrió con simpatía. — Y me temo, que la razón por la que estamos aquí es que estoy terriblemente enferma.

El le sonrio mientras tomaba asiento de nuevo.

— Creo que ese es el motivo del baile también.

— ¿Mi curiosidad?

— Su enfermedad. — Se reclinó entonces, esperando que una sirvienta rellenara su copa. Elsa la despidió enseguida, comprendiendo la reticencia de su profesor. — El reino no la ha visto desde hace años... los reinos vecinos incluso no la han llegado a conocer... usted es la próxima soberana y tal parece el secreto mejor guardado de sus padres.

— Ya se ha quejado el pueblo entonces. — Reflexionó, fijando la mirada en la ventana de su alcoba. — ¿Cómo reaccionaron?

— Están asustados... ellos...

— ¿Me temen? — Murmuró bajando la vista. — Eso es... desafortunado.

— No, no, creo que más bien temen por usted... y por ellos... por el reinado que precederá y... la gente con miedo... bueno... digamos que el baile fue una generosa oferta de sus padres que tranquilizaría tanto al pueblo como a los vecinos....

— Y agradecería a mis valientes maestros que se atreven a estar en la misma habitación conmigo a pesar de mis condiciones. No se preocupe, lo entiendo perfectamente. — Se levantó, obligándolo a imitarla. — Deseo que pase una excelente velada, se lo merece profesor y comprendería si incluso desea reponer las celebraciones.

Señaló la copa vacía y él tuvo la decencia de parecer avergonzado por su evidente problema de bebida. Se paró en la puerta y le dedicó una última sonrisa.

— Le agradezco, Su Alteza. — Se reverenció. — Y entre nos... estoy seguro de que sus miedos son injustificados. Usted será una gran Reina algún día.

Ella le sonrió cálidamente mientras salía y se quedaba sola en su alcoba.

— Un baile para los pueblerinos que osan rebelarse contra sus monarcas... — Murmuró sin apartar la vista de la puerta. — Deberían cortarles la cabeza y clavarlas en la entrada para que aprendan.

"La Tirana de Hielo" (Jelsa)Where stories live. Discover now