Cualquier cosa

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"— Señora Dulces, ¿Por qué mi abuelo es malo?

La mujer frunció el ceño, girándose hacia la niña que esperaba una respuesta. En cambio, ella preguntó.

— ¿Te parece una mala persona? ¿Él te ha tratado mal?

— No. — Respondió insegura, jugando con sus manos. — Pero a ellos...

— Ellos son sus súbditos, Elsa, y ellos están por debajo de él. — Se agachó a su altura entonces para hablarle claramente. — Tu abuelo es el Rey, y él debe de proteger a su pueblo; recolecta todos estos impuestos para su subsistir.

— Pero le gritó al granjero y no es su culpa que no haya llovido este año. — La pequeña frunció los labios en un puchero. — Eso fue grosero.

— Y lo sabe y por eso le dio más tiempo, niña lista. — La mujer tocó su nariz haciéndola reír y deshaciendo su puchero. — Pero si le hubiera hablado como te habla a ti, aquí, enfrente de toda la corte, todos ellos creerán que pueden ponerse a su nivel y nada bueno saldrá de ahí. El Rey tiene que ponerse por encima de todos por el bien común, guiarlos y mandarlos buscando complacer sus necesidades antes de las propias. Imagínate el caos que sería si más de uno quisiera mandar.

— ¿Entonces también seré mala cuando sea Reina?

La niña la miró con horror y la mujer rio con ganas tomándola del hombro.

— No, mi niña, no creo que puedas llegar a ser mala. Pero tú deberás de ser justa y eso no es fácil.

— ¿Tú eres una Reina justa en tu Reino?

— Yo soy la Reina Madre en mi Reino ahora, pero quiero creer que mi hijo si es justo. — Le guiñó un ojo, levantándose al fin para regresar a su lugar frente a todas las personas que hacían fila para ver al Rey Olaf.

— ¿Y porque no eres la Reina... Reina? — Siguió la niña mirándola confundida.

— Porque solo soy la Consorte de mi esposo.

— ¿Y él ya no quiere ser Rey y se lo dejó a tu hijo?

— Él ya no puede, está enfermo y sabe que lo mejor era dejárselo a mi hijo.

— ¿De qué está enfermo?

— Bueno... eso es...

— ¿Te vas a ir pronto entonces, Señora Dulces?

— Hmm, ¿Me quieres echar entonces?

— Elsa, deja de importunar a nuestra invitada. — Su madre llegó a su lado y la mujer castaña le sonrió agradecida.

— Perdón, mami. — La niña se sonrojó discretamente mientras se volvía de nuevo hacia el trono de su abuelo. El hombre canoso se dejó recargar levemente, suspirando para descansar de su tediosa tarea y se tomó el momento para sonreírle y guiñarle un ojo a su nieta.

Elsa le saludó efusivamente con una sonrisa.

— Las náuseas de los primeros meses son lo peor. — Dijo la mujer girándose a ella. — ¿Está todo bien?

— Afortunadamente sí. — Respondió Gerda, tocándose el vientre apenas.

Elsa se giró a ella entonces y después nuevamente al trono, dudando por un momento. Ambas mujeres rieron.

— Puedes preguntar, curiosa. — Dijo su madre revirando los ojos divertida.

— ¿Papá va a ser tu consorte o tú serás la de papá?

— Tu abuelo lo quiere más que a mí, si me preguntas, así que dudaría profundamente de eso. — Lo señaló plantado firmemente al lado de su padre. — Pero eso es algo de lo que te instruirán tus maestros más adelante, cariño.

"La Tirana de Hielo" (Jelsa)Where stories live. Discover now