Incógnita

751 64 117
                                    

Estaba acostumbrada a meditar.

Para mantener el equilibrio en su mente y plasmarlo en su cuerpo. Elsa estaba meditando en lo alto de los postes de entrenamiento, con posición serena mientras los primeros rayos del amanecer pintaban el silencioso castillo. La tenue luz que anunció el nuevo día.

Su tiempo se acabó entonces.

Ella se removió, luchando para encontrar lo que buscaba entre las sombras que revoloteaban y huían sin parar.

Hasta que unos se quedaron de nuevo.

Se removió cuando comenzó la desesperación a llegar con cada nuevo rayo del sol. Ya no sabía si era suya o de ellas, solo experimentó aquella vieja sensación que solía atormentarla.

— No puedo hacer que se callen. — Chilló sin aliento, apretando su cabeza mientras rasguñaba su cuello desesperada. Las voces le taladraban el cráneo, las voces le hablan todas a la vez... las voces... las voces no se iban de nuevo.

Perdió el equilibrio, cayó de lo alto del poste con un golpe seco. Las sombras de inmediato fueron por su cuerpo y ella apretó los puños intentando suprimir los gritos del dolor, pegó su frente con el piso de manera mecánica intentando dañarlas.

— No los encuentro. — Gritó. — No quiero encontrarlos.... Solo quiero... solo quiero...

"Quieres matarlos a todos"

"Quieres que sufran como tú lo hiciste"

"Quieres dejar de sufrir"

"Sabes que no puedes"

Elsa jadeó con impotencia desgarrando el piso de piedra con sus uñas hasta que se rompieron y el dolor en sus dedos se extendió.

Había lanzado hechizos para que la visita no sospechara, pero ahora no sabía si podía seguir sosteniéndolos cuando dolían tanto como quitarlos.

— ¿De qué te sirve si traes sus cuerpos cuando las almas se quedan con mis amigos? — El hombre sombra se paró impaciente junto a ella. — A Anna no le gustará saber que no lo intentas.

— Consigue a alguien más, pregúntale a ella... — Gruñó encogiéndose. — Pero yo no quiero tener nada que ver con ellos en vida ni en muerte.

— Odias a tus progenitores, lo sé, todo el mundo lo sabe, pero eso no hace que dejen de ser tus padres y que por lo tanto estés relacionada un tanto directamente a ellos... querida. — Se paseó, contemplando el hermoso amanecer que acababa con sus preciosas sombras. — Duraste años para poder entrar y salir cuando se te diera la gana... tu solías controlar esas voces y hacías que te sirvieran... ahora mira lo degradante que te ves cuando una simple meditación te obliga a esto... — Pisó sus manos ensangrentadas y Elsa aulló del dolor.

Se detuvo solo cuando estuvo seguro que sus gritos a pesar del hechizo se escucharían fuera del domo. A final de cuentas, el castillo también estaba despertando. Levantó su pie y siguió paseándose entretenido.

— Bueno, supongo que lo más triste de todo es que incluso así sigues siendo superior a lo que unos han logrado. — Reflexionó después de un rato, haciendo aparecer su taza de té.

— Incluyéndote... — Masticó Elsa luchando por incorporarse, Facilier le miró con una mueca pero no dijo nada, no era divertido discutir con ella cuando no sacaba más que monosílabos cortados por el esfuerzo.

— Lo dejamos aquí para que vayas a despedir a los tontos que hechizaste. — Dijo después de un rato cuando Elsa al fin se incorporó y miraba fijamente al poste.

— Sé que no fallé.

— Pero no lo lograste. De nuevo.

— Hay algo que no está bien.

"La Tirana de Hielo" (Jelsa)Where stories live. Discover now