CAPÍTULO 5: SORPRESAS

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CAPÍTULO 5: SORPRESAS

POV KATNISS
Peeta tomó mi mano y me guío hasta la cocina, pero se detuvo a medio camino.
-¿Qué te parece si almorzamos al aire libre? -Me preguntó con una extraña sonrisa en el rostro y sus ojos que mostraban una emoción que no llegue a comprender.
-Cl... claro. -Dije un poco confundida. En pocas horas podíamos ir rumbo al Capitolio ¿Cómo podía permitirse sonreír?
-Ve saliendo, Kat. Yo me encargo de todo.
-Pero te puedo ayudar.
¿No había que llevar todo lo que necesitábamos hasta la mesa del patio?
-Por una vez en tu vida, hazme caso, cariño. Por hospitalidad, al menos.
-No es tu casa.
-¿Tienes que discutir por todo? -Pregunto más divertido, que enojado.
Casi bufe cuando lo vi sonreír y estaba punto de contestarle para que me dejara darle una mano, pero sus labios chocaron nuevamente contra los míos, haciéndome olvidar hasta de mi nombre. El muy maldito sabía el efecto que provocaba en mí y lo utilizaba para su beneficio.
-Por favor, Kat. -Susurro contra mis labios. Continúo besándome hasta que nos tuvimos que apartar en busca de aire.
Solté su espalda que había sujetado con mis brazos contra mi cuerpo.
-Bien. -acepte. Sentí mi voz ronca. Peeta sonrió y se aparto de mí, buscando cosas en los estantes de la cocina. Yo salí como me había pedido, una vez recuperada del efecto del beso, lo maldije para mis adentro por ser tan tramposo.
El patio era mediano y estaba cercado por paredes de casi dos metros hechas con ladrillos y cemento. La tierra estaba cubierta de césped y había un par de arboles y rocas grandes que más que nada eran decorativas en una de las esquinas había una mesa de picnic que anteriormente era de los padres de la esposa de su hermano. Otra familia comerciante con aun más posibilidades que la familia de Peeta. No significaba que todos los comerciantes vivieran complemente sin necesidades, pero al menos no les faltaba para comer y eso en un distrito como el nuestro ya era decir demasiado.
La mesa estaba cubierta por un mantel gris y ya habían cubiertos, platos y vasos de a par encima de la mesa, pero lo que en verdad me sorprendió fue ver una manta grande sobre el césped justo entre las rocas grandes, los pequeños arbustos y el árbol, rodeada de almohadones en el mismo tono o similar, habían pétalos de rosas rojas distribuidos encima de ellos y algunas flores con la mayor longitud del tallo cortado perteneciente a Katniss. La planta de flores acuáticas, una saeta en la que mi padre se inspiro para darme mi nombre y un ramo de dientes de león y Katniss combinadas. Me asome con curiosidad y tome el ramo envuelto en papel celofán con un pequeño moño rojo. Colgaba una nota del moño. Abrí en dos la pequeña tarjeta improvisada y leí:
"Para Katniss Everdeen:
Las flores más hermosas para la mujer más hermosa.
¿Te dije alguna vez que eres el amor de mi vida? Creo que sí. Pero no me cansare de decírtelo. Te amo, Katniss... "
Me ruborice al leer lo que escribió y me emocione al leer que yo era el amor de su vida, eso lo sabía desde hace mucho y él no paraba de recordármelo. Pero asi como él no cansaba de decírmelo, yo no me cansaba de escucharlo. Peeta era miles de veces más romántico que yo. Yo no solía tan expresiva como él lo era conmigo. Pero el sabia que lo amaba más que mi vida y solía demostrárselo la mayor parte de las veces de una forma distinta, sobre todo al comienzo de nuestra relación hasta que mi corazón se abrió tanto a él, que era capaz de decirle todo lo que en mi interior sentía. Solo él me conocía como realmente era, con mis virtudes y defectos, mis alegrías y mis tristezas. Solo él me conocía plenamente y me aceptaba como era. Y a pesar de que podía tener a cualquier mujer, siempre estuvo conmigo, siempre me eligió a mí desde que éramos pequeños. Ese detalle nunca lo deje pasar por alto. Nos amábamos. Y el amor siempre era más fuerte que cualquier contratiempo.
Sin embargo no entendía a que debía toda esta preparación. Parecía que hubiera planeado esto por días. ¿Pero qué era lo que tenía planeado? Todavía no terminaba la carta, tal vez me lo diría en las siguientes líneas.
"P.D.: Se que te estarás preguntando que es todo esto, pero te prometo que lo entenderás en un rato. Coge la siguiente carta que está detrás del árbol. Pero que no sea de inmediato, primero quiero disfrutemos de un almuerzo, los dos juntos. Quiero que este sea un día especial y que nos olvidemos de lo que en breve se avecina y solo seamos nosotros disfrutando de un día como cualquier otro.
Peeta."
Me mordí el labio inferior mientras intentaba asimilar sus palabras. ¿Quería pasar tiempo conmigo? ¿No pasábamos tiempo suficiente juntos? ¿Por qué tendría que ser un día especial?
Mire el ramo en mi mano, las flores eran frescas, tenían el aspecto de estar recién cortadas. Sonreí al aspirar su aroma. Nos representaban a ambos de cierta forma.
Pensé en las actitudes de Peeta, Gale, su hermano y Lizzy. Parecía que había un secreto escondido y yo era la única que lo ignoraba.
La carta... había una segunda carta. Fui rápidamente por ella, vi un sobre justo detrás del árbol, tal como Peeta indico. Peeta no quería que lo leyera ahora, pero la curiosidad era mayor. Con mucho cuidado tome el sobre justo en el momento en que los brazos de Peeta me rodearon desde la espalda.
-Ay, Katniss. Sabía qué no harías lo que te pedí. -Se rio un poco. -La próxima vez recuérdame que escriba "toma la carta inmediatamente". -Bromeó.
-Tal vez sería más eficaz. -También me reí un poco. Aún entre sus brazos me giró, volteándome para que lo viera. -¿Qué es todo esto, Peeta? Esta preparación, los pétalos, las flores, las cartas, este almuerzo en el patio de la casa de tu hermano.
-No te lo puedo decir. Aún no. Quiero estar contigo, hoy. Solo contigo. Que hagamos de cuenta que estamos en el bosque, cerca del lago respirando libertad. Se cuanto amas el bosque y yo también sobre todo porque amo pasar cada uno de esos momentos contigo.
-Peeta. -Susurre. No supe que decirle. Aun seguía confundida.
-¿Qué, mi amor?
-Tú también eres el amor de mi vida ¿lo sabes?
-Lo sé. ¿Te gusto esto?
-Sí, es hermoso. Pero no entiendo que sucede.
-Solo un simple mortal tratando demostrarle a su chica lo mucho que la quiere.
-¿Solo eso?
-Solo eso. -Me sonrió tiernamente. Sentí como si mariposas revolotearan en mi estomago y mis mejillas enrojecieron mientras Peeta quitaba el sobre de mi mano. -Ya tendrás tiempo de leerla. -Susurró en mi oído haciéndome estremecer. Luego besó mi frente y me tomó de la mano para llevarme hasta la mesa me senté en uno de los bancos, frente a un abundante plato de estofado y unos bollos de queso y algunas rebanadas de pan casero. En otro plato había una tortilla de papas, huevo y hojas de lo que parecía ser apio. Peeta se sentó frente a mí y sirvió un agua en los vasos. Por varios minutos no hable, solo lo observe moverse de un lugar a otro hasta que finalmente se sentó frente a mí. Lo estudie detenidamente, pero él era muy bueno fingiendo y al contrario de su actitud de la mañana su mirada era tranquila y no había nervios en su voz. La comida era deliciosa, pero procure tener sumo cuidado de no manchar el vestido de mi madre. Era un vestido muy elegante y bonito como para estropearlo. Peeta comía pero no dejaba de mirarme, nuevamente sonriendo. Me ruborice involuntariamente. Baje la mirada al captar la intensidad de sentimientos que expresaban sus ojos.
-¿Qué?
-Te ves adorable, Katniss.
-¡Peeta!
-¿Qué? Es la verdad.
-Parezco otra persona.
Él asintió y busco mi mano para sujetarla entre la suya.
-Pero yo pienso que sigues siendo tú. Aunque más hermosa que de costumbre. Y eso ya es decir demasiado. Porque siempre serás perfecta para mí. -Sentí el impulso de levantarme de mi lugar, acurrucarme en su regazo, mientras él me abrazaba, para luego besarme. Deseaba quedarme para siempre entre sus brazos. Pero me contuve... al menos por el momento.
-Gracias. -Le dije simplemente. Peeta me dio un suave apretón en la mano y la soltó rozando mis dedos con los suyos prolongando el proceso. Deseaba apartarse de mi tanto como yo. Volvimos nuestra atención a nuestros platos pero acabamos pronto, demasiado pronto. Ninguno de los dos tenía tanta hambre, aunque obviamente nos forzamos a acabar nuestros platos, si había algo que no se hacía en el doce era desperdiciar la comida. Cuando terminamos ayude a Peeta a llevar todo nuevamente a la cocina y lavar. Cogimos algunas frutas de un bol y volvimos a salir. Peeta se sentó apoyando sus piernas en la manta y su espalda contra el tronco del árbol. No tarde en unirme a él. Me senté en su regazo y apoye mi cabeza en su pecho rodeando su cuello con mis brazos. Él no tardo en abrazarme, atrayéndome aun más contra su cuerpo y escondiendo su rostro en mi cuello aspirando mi aroma. Luego empezó a lamer con la punta de su lengua desde mi mandíbula hasta llegar casi a mi hombro y depositando tiernos besos en el camino. El vestido tenía un cuello algo ancho y también porque me quedaba unos centímetros más holgado, por lo que se había corrido casi hasta el final de mi hombro permitiéndole a Peeta tener mayor acceso a mi piel. Cuando ascendió empezó a combinar los besos con pequeñas mordidas, haciéndome escapar algunos gemidos de placer. Deseaba fundirme en él nuevamente, que sus labios me hicieran olvidar todas las cosas malas que podían llegar a amenazarme. Ser solo él y yo amándonos de mil maneras diferentes. Era feliz solo con estar con él abrazada como ahora. Peeta me brindaba amor, seguridad, cuidados, felicidad y esperanza. Cuando murió mi padre creí que todo estaba perdido, pero él me demostró lo contrario. Le debía tanto este chico que no me alcanzaría la vida para pagarle cada una de las cosas que hizo por mí. Hasta se había apartado de sus amistades para estar conmigo porque comprendió que por más tiempo que les diera siempre me juzgarían por ser de la Veta, por mis padres y por mi personalidad. Creo que aun pensaban que me estaba aprovechando de Peeta, que estaba con él por conveniencia y no por amor, porque claro yo no tenía donde caerme muerta, era una cazadora furtiva que al igual que Gale, que luchaba por traer la comida a la mesa de la familia para que no se murieran de hambre, aunque nunca llegara a ser suficiente. En cambio, ellos como hijos de comerciantes lo tenían todo. ¿Qué otro interés tendría una persona pobre en alguien que más o menos podía mantenerse? Además porque ellos creían conocer a las chicas de la Veta, porque ellos mismos tenían intimidad con ellas a cambio de dinero. Para ellos todas éramos prostitutas a la disposición de ellos. No entendían que las chicas que lo hacían era para mantener a sus familias. Y por más asco que me diera esa alternativa, yo tal vez podría haber acabado asi, si mi padre no me hubiera enseñado a cazar para sobrevivir. Por suerte, jamás tuve la necesidad de recurrir a esa alternativa. Al único hombre que había besado y con el que había estado era con Peeta, y eso lo sucedía solamente porque nos amábamos. La idea de estar con otro hombre era inconcebible. Lo que nos suministraba el bosque era lo que ayudaba a mí y mi familia a sobrevivir. También trabajar algunos días de la semana en la panadería, yo no quería aceptar al principio, pero acabaron convenciéndome. Los comerciantes más osados decían que mantenía una relación secreta con Gale, a espaldas de Peeta. La idea era simplemente ridícula, jamás hubo nada romántico entre nosotros. Jamás mire a Gale de otra manera que no fuera compañero de caza o amigo. Y Gale estaba enamorado de Madge. Lo cual hacia todo esto doblemente ridículo. Peeta se había peleado a golpes incontables veces con sus compañeros por esos motivos. Peeta había salido segundo en las competencias escolares de lucha libre. Un signo evidente de que no convenía hacerlo enojar y mucho menos si eras hombre, de hacerlo saldrías perdiendo. Con ellos Peeta no tenía la consideración que profesaba con las mujeres por mas odiosas que fueran. Su padre le había enseñado a sus hijos a respetarlas y era lo que hacían. Si, había discutido con ellas pero jamás había agredido físicamente a una mujer.
...
-Peeta. -Dije con voz entrecortada. Me costaba concentrarme teniéndolo a él con sus labios sobre mi piel. Tomé su rostro entre mis manos y lo guie hasta el mío. Nuestros labios se encontraron unos segundos antes de que me apartara y descansáramos nuestras frentes en la del otro. Me miro unos segundos. Tome la pequeña bolsa de papel que estaba en el bolsillo del costado de mi vestido. Peeta observó cada uno de mis movimientos y miró con especial atención la bolsa.
-¿Qué es?
-No le di todo a tu padre. Guarde algo para ti.
Le di la pequeña bolsa y Peeta la abrió y miro en su interior. Sonrió un poco.
-Gracias, Katniss.
Había recolectado algunas moras y fresas del bosque y había reservado una parte para Peeta. Su familia generalmente comía cosas de la panadería que nadie más quería ya fuera porque esta añeja o rancia. Aunque en los últimos años agregaban cosas más frescas que Peeta, Gale y yo cazábamos o recolectábamos. A pesar de que Peeta me acompañaba al bosque, su padre insistía en darme algo a cambio. Era hasta ilógico, pero termine cediendo porque Peeta y su padre podían llegar a ser muy convincentes. Querían ayudarnos a mi familia y a mí. A cambio de ellos yo les daba una parte generosa de lo que recolectábamos o cazábamos.
Peeta saco una fresa y sin previo aviso la empezó a acercar a mi boca.
-Pero pienso compartirlo. -Explico con una sonrisa picara en su rostro. Acaricio mis labios con punta de la fresa, hasta que abrí mi boca, pero cuando estaba a punto de dar un mordisco el me aparto el pequeño fruto de mis labios. Lo llevo hasta su boca y dio un muy pequeño mordisco de un centímetro en la punta. Su expresión de placer y los gemidos que lanzaba solo me hicieron desearlo más. A él. No al fruto. ¿Cómo podía estar pensando en eso en este momento?
-Maldito seas, Peeta. -Le escupí, intentando ocultar mi sonrojo.
-No me dijiste si querías. -Se justifico. La sonrisa picara permanecía ahí. Y sus ojos brillaban emocionados. Lo acerco a mi boca y lo volvió a alejar. -¿Quieres?
-¡Sí! -Dije completamente hipnotizada por su mirada azul como el cielo. Le quitó las hojitas y el corto tallo verde. -Ven por él. -Sujetó lo que quedaba de la fresa entre sus dientes y me miró desafiante.
Sus labios teñidos levemente de rojo sujetando la fresa me llamaban, parecían implorar ser besados. Y yo no me opondría a hacerlos míos una vez más. Sentí un fuego encenderse en mi interior que solo sus labios podrían apagar. Sin vacilar, coloqué una mano entre su cabeza y su cuello y lo besé de lleno unos segundos mientras le arrebataba el pequeño fruto, él se quedó con una parte y yo con otra. Jugamos un rato asi, dando de comer al otro y dándonos pequeños besos en el proceso entre risas y bromas. Con Peeta resultaba muy fácil hacer de cuenta que nada pasaba nada, como él decía fingir que era un día normal.
En algún momento, recordé la carta y le pregunte por ella.
-Toma, cariño. -Me dijo al tiempo que la sacaba del bolsillo de su chaqueta y me la daba.
-¿Debo asustarme? -Le pregunté precavida y sacando las cuatro hojas dobladas en tres que se encontraban dentro del sobre. Las tres primeras hojas contenían dibujo, uno en cada hoja. En el primero estaba yo, subida a un taburete con un vestido a cuadros y con dos trenzas en vez de una, teniendo solo cinco años. Mi postura era completamente derecha y boca estaba abierta en una O. Peeta había escrito con letra de estilo antiguo y muy prolijo la letra de la Canción del Valle, aquella con la Peeta siempre me dice que lo enamore. No la he cantado desde entonces frente a Peeta. Salvo en una ocasión cinco años atrás cuando yo había ido a verlo a su casa ya que él estaba faltando mucho a clases por un terrible estado gripal que lo dejo de cama. Había entrado en su habitación, ya que por suerte la bruja de su madre no se encontraba, y sus hermanos y su padre me dejaron verlo. Me quede la mayor parte del día con él, porque no quería que me fuera. Además, estaba delirando por la fiebre. Mi madre lo iba a ver casi cada día para darle unas medicinas que ella hacía con las hierbas que triamos del bosque y Peeta estaba mejorando por suerte. Ese día mi madre me había mandado a mí, me había indicado lo que tenía que hacer y cuanto darle de medicina, asique no tenía ninguna objeción. Además me moría de ganas por verlo. Me preocupaba el estado de mi mejor amigo. Peeta en su delirio mientras yo no dejaba de cambiarle a cada rato el paño, que se calentaba rápidamente por su temperatura corporal, me pidió que le cantara la Canción del Valle. Y al ver su mirada esperanzadora y sentir su cuerpo tiritando, no puede negarme y lo hice.
Deep in the meadow, under the willow
A bed of grass, a soft green pillow
Lay down your head, and close your sleepy eyes
And when again they open, the sun will rise.
Here it's safe, here it's warm
Here the daisies guard you from every harm
Here your dreams are sweet and tomorrow brings them true
Here is the place where I love you.
Deep in the meadow hidden far away
A cloak of leaves, a moonbeam ray
Forget your woes and let your troubles lay
And when again it's morning, they'll wash away
Here it's safe, here it's warm
Here the daisies guard you from every harm
Here your dreams are sweet and tomorrow brings them true
Here is the place where I love you.
Peeta sonrió un poco, pero en ningún momento me había dejado de mirar a pesar de sus casi treinta y nueve grados de fiebre. Me miraba fascinado y me dijo que nunca había olvidado el día que me conoció en la escuela, que nunca había olvidado esa canción. Nuestros rostros estaban tan cerca que casi se tocaban. No sabía en qué momento había acabado recostada a su lado, en la cama. En la habitación que compartía con su hermano del medio.
-Te quiero ¿lo sabes? -Me había dicho con solo un hilo de voz. Y yo pensé que era evidente que me quería, sino... ¿porque tendría una amistad conmigo? Yo le respondí que lo sabía, aunque en realidad no sabía nada, teniendo en cuenta que sus sentimientos iban mucho más allá de la amistad y un segundo después sus labios estaban sobre los míos, presionándolos con ternura. Dándome mi primer beso, dando su primer beso... nuestro primer beso. Mi corazón empezó a latir con fuerza casi saliéndose de mi pecho y sentí una sensación cálida y agradable extenderse por mi cuerpo, ese primer beso que me hizo desear un segundo, le devolví el beso y nos tuvimos que apartar porque Peeta intentaba ahogar una queja. Sus labios ardían de lo calientes y húmedos que estaban, y cuando me recupere de la sorpresa inicial del beso, reaccione. No era nada bueno que estuviera tan caliente y que sintiera que su cabeza estaba a punto de estallar. Abrí los ojos, que no me había dado cuenta en qué momento había cerrado, descubrí que Peeta aún continuaba con sus ojos cerrados. Solo que a pesar de la pequeña sonrisa en su rostro, su ceño estaba fruncido y su rostro colorado y sudoroso.
-Peeta... -Susurre alarmada. Sus ojos se abrieron de par en par y enfocó su vista en mí.
-¿Esto fue un sueño? -Preguntó con una sonrisa enorme en su rostro.
-Peeta, estas delirando. -Dije exasperada.
-No lo creo. Se sintió muy real. -Sus ojos mostraban una expresión soñadora.
-Hablo en serio. Creo que estas empeorando y ardiendo en fiebre. -Mi miedo fue en aumento.
Peeta al parecer comprendió que no estaba refiriéndome al beso, sino a su estado porque, asintió.
-Estoy bien, princesa. -Respondió al instante. -No te imaginas cuanto. -Peeta haciendo un terrible esfuerzo, parecía que se quería convencer a sí mismo, más que a mí.
Su comentario me sonrojo extrañamente, teniendo en cuenta que segundos antes nos habíamos besado.
-Lo estaré mientras te tenga a ti a mi lado cuidándome. -Prosiguió. Parecía sincero, asi que le sonreí y me incline para besar su frente.
-Pero me tengo que ir. Tengo que avisarle a mi madre como te encuentras. Tiene que verte.
-No te vayas. Aún no. Te necesito, Katniss. Quédate un rato más. Por favor. -Lágrimas salieron de sus ojos y no me pude negar y menos cuando me dijo que su padre podía ir por ella.
-Me quedare. -Acepte.
Salí de la habitación con la cubeta de agua y cuando entre al living me encontré con Mikhail, el padre de padre. En cuanto me vio, tomó la cubeta y tiró el agua por el lavamanos de la cocina y lo lleno nuevamente con agua completamente fría del grifo. Me lo volvió a dar, junto con una toalla y varios paños de tela completamente secos y limpios.
-¿Cómo está Peeta?
-La fiebre no para de subirle a cada segundo y creo que ya no piensa coherentemente. -Evite decirle que él me había besado y me había dicho cosas que rara vez me decía. La fiebre lo había desinhibido casi por completo. Era lo único que explicaba el beso. Seguramente al día siguiente ni lo recordaría. No sabía porque ese último pensamiento me causo tanto dolor. Éramos amigos, no podíamos gustar del otro ¿o si? -Tal vez debería verlo mi madre. Pero él no quiere que me vaya.
-Y yo tampoco te dejaría ir sola, está oscureciendo. Tus padres no me lo perdonarían. -Sonrió un poco y acaricio mi cabello de forma muy paternal. Al contrario de su esposa él me tenía un gran cariño. -Haremos esto, yo iré por ella. Verá a Peeta y luego se irán juntas ¿sí?
Asentí.
Me giré para volver con Peeta. Pero él volvió a posicionarse frente a mí. Se agachó un poco para estar a mi altura.
-Peeta ha querido verte durante toda la semana, pero tu madre no lo creía conveniente, pensamos que el cuadro de Peeta podía ser contagioso. Ella quería protegerte y Peeta estuvo de acuerdo al saber el motivo. No quiere perjudicarte.
Curiosa, le pregunte que le hizo cambiar de parecer.
-Ayer tu madre le dijo a Peeta que ya se encontraba mejor. Que estaba mejorando. Más allá de la fiebre, no tiene tantas molestias o síntomas como antes. Peeta casi le rogo verte. Neyde no se pudo negar a su petición y te permitió venir a verlo. Se estaba desesperando sin verte. Le hizo bien tu visita. Es la primera vez en la semana que lo veo sonreír. Eres muy importante para él.
-También lo es él para mí. -Contesté siendo completamente franca. Era agradable escuchar eso sobre Peeta.
-Lo sé. -Me sonrió y acaricio mi mejilla. -Ve con Peeta, antes de que piense de que lo abandonaste. -Bromeó. Reí un poco, su padre era un hombre guapo a pesar de tener poco más de cuarenta año, el pelo rubio cenizo y los ojos azules cielo era idénticos a los de Peeta. Nadie podía dudar que eran padre e hijo, incluso en el carácter se parecían. Howard y Aran en cambio eran una combinación entre ambos padres. Aran tenía el cabello casi tirando a colorado como su madre y tenia ojos azules más oscuros y Howe tenía cabello rubio cenizo y ojos extrañamente verdes. Que en realidad no tenía idea de quien los había heredado.
Obedecí y le di la espalda. Caminando nuevamente a la habitación. Peeta parecía estar durmiendo. Pero en cuando deje la cubeta en el suelo y moje uno paños doblándolo en tres, el ruido debió despertarlo.
-Katniss. Pensé que no volverías.
-No rompo mis promesas, Mellark.
Peeta se río.
-Me alegra oírlo.
-Ya. Lo que digas. -Le sonreí. Estaba dormido casi boca abajo. El dolor lo debía estar matando. -Cambia de posición. -Le pedí amablemente. -No... Espera. Quédate asi. -Peeta me miro con curiosidad, pero obedeció. -Volví a abrir el paño y casi haciendo un ovillo se los pase por la piel descubierta de su cuello, espalda y pecho. Peeta sonrió y suspiro aliviado, el agua calmaba en gran medida las molestias que debía sentir. Le pase el paño varias veces pero no lo seque con una toalla, él me pidió que no lo hiciera ya que esto lo calmaba. Se puso boca arriba e hice lo mismo con su cara y todo lo que me permitiera su cabeza, eliminado todo rastro de sudor y refrescando su piel. Tome otro paño, lo moje, escurrí el agua restante y lo doble en tres y lo coloque en su frente.
Peeta respiraba cada vez mas aliviado. Cada varios minutos repetía el proceso porque no soportaba verlo sufriendo.
-Eres buena enfermera. ¿Sigues sin ayudar a tu madre?
-No soy buena enfermera, Peeta. Y lo hago porque me importas. No estaría atendiéndote si fueras una persona cualquiera. Además solo te estoy aplicando paños de agua fría. Por lo general, escapo de mi casa apenas traen a un enfermo que tenga algo más grave que un resfriado. Mi madre dice que los sanadores nacen, no se hacen.
-Los cazadores también. -Agrego Peeta sonriendo y mirándome con ternura.
-No hay punto de comparación, Peeta. Hasta tú podrías hacerlo con un poco de práctica. -Dije pasándole un paño húmedo por el rostro.
-Tal vez, pero nunca lo he hecho. Sin embargo, tú y tu padre son muy buenos.
Su mano acaricio mi rostro y sentí como si miles de mariposas se apoderaran de mi estomago. No era la primera vez que me ocurría con él, pero con el recuerdo de su beso aun en mi mente la sensación se intensifico. Incline mi rostro hacia su mano y deje que me acariciara, hasta que acabe recostada a su lado, con mi cabeza en su pecho y sus brazos rodeando mi espalda, enviando electricidad por todo mi cuerpo con cada roce, escuchando cada latido de mi corazón, al mismo tiempo que una tranquilidad arrolladora se apoderaba de cada célula de mi cuerpo, haciéndome sentir en casa.
Ese era mi Peeta y por ningún motivo está dispuesta a dejarlo ir de mi vida. Sabía que encontraría la manera de mantenerlo siempre conmigo. Era lo que quería y necesitaba. La persona con la podía ser yo misma y que siempre estaba para mí cuando lo necesitaba. Y yo siempre estaría para él. Con él dejaba de ser la chica seria y casi antisocial que todos veían en la escuela, y simplemente era Katniss Everdeen, la niña que podía tener amistades, ser dulce, ser amable, sonreír y divertirse. No permitía que todo el mundo me viera tal cual era y no me parecía tan mal ser asi. La gente que me conocía, me quería y con eso me bastaba.
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La respiración de Peeta en mi cuello y sus labios sobre mi piel me hicieron volver a la realidad, mi mirada seguía perdida en el primer dibujo, en cada trazo hecho a la perfección. Peeta sería famoso como pintor o dibujante sino viviéramos en el Distrito doce, sino viviéramos bajo el cruel gobierno del Capitolio.
-¿Cómo es que recuerdas la canción con tanta precisión? -Le pregunté curiosa. Solo la has escuchado dos veces y una de esas veces estabas completamente afectado por la fiebre.
-Recuerdo cada una de las cosas que pasamos juntos, cada momento, cada palabra. Incluso cuando parecía que estaba muriéndome como en ese día. -Sonrió. -Recuerdo cada frase de esa canción desde que te escuche cantarla por primera vez. Ese mismo día, durante el almuerzo la escribí en una libreta que aún conservo de esa época, con dibujos y bocetos, en su mayoría sobre ti. Ese dibujo es exactamente igual al que hice a los cinco años, en detalles al menos. He ido mejorando mi técnica con los años.
-Tú siempre fuiste bueno en esto.
-Gracias. -Me sonrió y besó mi mejilla. -¿En que estabas pensando, parecías muy pensativa?
-Cuando tú estabas enfermo, volando de fiebre y fui a verte. Cuando me besaste, luego de que te cantara esta canción y me dijiste que me querías. Solo que yo no entendía hasta que punto.
-Y yo era muy cobarde como para decírtelo. Temía perderte, perder lo que teníamos. Dios, solo éramos unos niños. No me hubieras creído de habértelo dicho cuando teníamos cinco años o cuando empezamos a ser amigos. Me costó mucho ganar tu plena confianza en mí, no quería arruinar todo declarándome. De hecho no sé como hice ese día para robarte un beso y decirte todo lo que te dije. Hasta yo mismo me sorprendí. Que no me rechazaras me dio esperanza.
-Como te iba a rechazar si aunque aun no lo aceptara, ya sentía algo por ti desde mucho tiempo antes.
-¿Eso es verdad?
-Claro que sí. -Le dije con cariño. Le planté un beso en los labios que él me correspondió de inmediato. -Aunque fui algo lenta para darme cuenta de lo que tu significabas para mí. Mi pregunta es ¿hacía falta que me mintieras diciendo que no recordabas ese día?
-Lamento eso. Como te dije, fui un cobarde. Te dije eso, porque pasaron cerca de tres semanas y tú ni siquiera me hablaste de ello. Creí que tal vez... preferías que quedara en el olvido.
-Pensé que te habías confundido o que no sabias lo que hacías. Tenía motivos para pensarlo. Mi madre dice que a veces uno en ese estado hace o dice cosas que no siente, o cosas que no harían de estar en condiciones normales, cosas que no harían por temor.
-Pues en mi caso, era la segunda opción. Pero un año más tarde junte el valor suficiente para declararme.
-Y aquí estamos.
-Espero que sea para siempre.
-Lo será. No estoy dispuesta a perderte.
-Ni yo. -Coincidió mi novio sonriéndome con ternura.
Aun en su regazo él me arrebato la primera hoja y la coloco detrás de la última, dejando a la vista el siguiente dibujo. Acomode las hojas prolijamente y las sujete con mis manos. Poniendo toda mi atención en el fantástico dibujo. El siguiente era yo cazando. Debió dibujarlo uno de esos días que me acompaño al bosque. A Peeta le gustaba acompañarme, cuando terminábamos de cazar o recolectar, o decidíamos tomarnos un descanso íbamos al lago a nadar o simplemente recostarnos entre la hierba y disfrutar de la tranquilidad que el lugar nos ofrecía. A veces nadábamos, o yo le enseñaba a Peeta a mejorar su técnica con el arco o practicábamos nudos con sogas que luego nos servían para las trampas, algo que aprendí de Gale, ya que se le daban tan bien las trampas, como a mí la arquería, o a Peeta la lucha. Terminábamos con los dedos magullados ya que a ninguno de los dos se le daba bien crear trampas como a Gale, sin embargo Peeta parecía ser mejor alumno de Gale que yo, y con el tiempo fue dominándolo mejor en menos tiempo. Pocas cosas se le daban mal a Peeta, incluso con él arco resulto ser bueno. Peeta no paraba de sorprenderme. Él decía que se debía a mí, porque era buena maestra y él se esforzaba para hacer todo aquello que le enseñaba o todo lo que yo hacía. En ocasiones Peeta se ponía a dibujar, y parecía encantado porque los paisajes que lo rodeaban le generaban mucha inspiración. Pero la mayor parte de las veces dedicábamos tiempo exclusivamente al otro y nuestra relación.
Sus brazos seguían rodeando mi cintura. Apoye mi cabeza en su pecho, con mi mejilla y mi oído justo en su corazón, saqué la segunda hoja y la dejé detrás de todo. En el tercer dibujo, estábamos nosotros dos. En la plaza, me resultaba extremadamente familiar y reciente. Yo con un vestido de mangas cortas, que me llegaba por encima de las rodillas y caía en suaves ondulaciones desde mi cintura, mi cabello recogido en una trenza, sentada en su regazo entre la hierba y sosteniendo un diente de león entre mis dedos mientras besaba al hombre más tierno y hermoso del mundo. Cada rasgo de su rostro y del mío estaba hecho a la perfección. El dibujo era en color. ¿Cómo no esperar eso de mi chico del pan? Todo lo que hacía era perfecto.
-¿Cuándo lo hiciste?
-Ayer. Mientras dormías. Aunque no es la única cosa que hice.
-Peeta, es perfecto.
-No tanto como tú.
-Hablo en serio. -Respondí ruborizada. -Todo lo que haces es maravilloso.
Yo era muy mala, Peeta intento enseñarme, pero resulte ser la peor alumna de todas. Y me termine rindiendo. Pero mi hermanita aprovecho bastante bien las lecciones de dibujo que le daba simplemente para entretenerla. Peeta y Prim se llevaban realmente bien, ambos eran parecido tanto física como mentalmente. Peeta siempre me había dicho que le hubiera gustado tener una hermana menor. Peeta adopto a Prim como una hermana. Y Prim lo consideraba como el hermano que nunca tuvo. Era encantador ver la relación que tenían los dos.
Peeta me atrajó aun más contra él y susurró en mi oído.
-Es la hora. -Asentí. La carta me diría lo que con tantas ansias quería saber. Tomó la ultima y deje el resto sobre la manta a un costado de nuestros cuerpos y me dispuse a leer la carta.
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Traducción de
" Deep In The Meadow"
("Canción del Valle")
En lo más profundo del prado, allí, bajo el sauce
Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuéstate en ella, cierra los ojos sin miedo
Y cuando los abras el sol estará en el cielo.
Este sol te protege y te da calor,
Las margaritas te cuidan y te dan amor,
Tus sueños son dulces y se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.
En lo más profundo del prado, bien oculta,
Hay una capa de hojas, un rayo de luna.
Olvida tus penas y calma tu alma,
Pues por la mañana todo estará en calma.
Este sol protege y te da calor,
Las margaritas te cuidan y te dan amor.
Tus sueños son dulces y se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurara.

I'LL NEVER LET YOU GO (PEETA & KATNISS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora