CAPÍTULO 7: LA COSECHA (PARTE I)

1K 54 7
                                    

CAPÍTULO 7: LA COSECHA

POV PEETA

Parte I

Alguien me propinó una suave patada en la pierna y desperté alarmado. Miré hacia un costado arriba y me encontré con la mirada de Howe, que sonreía como si algo le divirtiera. Con mucha dificultad fijé mi vista en la suya, antes de que notara la calidez que emana del cuerpo de alguien entre mis brazos. Giré mi cabeza, sabiendo que me encontraría con Katniss, completamente dormida con su cabeza sobre mi pecho y sus manos y brazos apoyados en mi abdomen. La vi tan hermosa y tranquila que no pude evitar sonreír.
-Ya despierten, tortolos. –Habló mi hermano, Interrumpió el precioso momento. Habían pocas cosas hermosas en nuestro distrito, la más hermosa de ellas era Katniss. Siempre había sentido la necesidad de apreciar y amar hasta las más pequeñas cosas que me ofrecía la vida. Y atesorarlos en mi memoria como pequeños trozos de felicidad o belleza infinita. Y una de ellas era mi Katniss
-No molestes. –Le contesté casi gruñendo y adormilado. Me sentía demasiado bien teniendo a mi Katniss entre mis brazos.
-Pues, lo siento hermanito. Ya pasó el mediodía. Hay que ir a la plaza. Odio tener que interrumpirlos justo ahora, para esto… pero… tienen que estar allí. –Pude notar el dolor en su voz.
La cosecha. Esa palabra vino a mí y me golpeó como si fuera una roca de cien toneladas cayendo sobre mi cuerpo.
-Oh. Lo había olvidado. Estuvimos hablando y nos quedamos dormidos. –Me miró comprensivo.
-Eso imagine. Tú no dormiste casi nada anoche. Además no creo que hayan tenido el descaro de hacer cosas indecentes en el patio de MI casa.
-Tú sabes que no lo haría. Por respeto. –Le conteste incomodo.
-Y porque la casita en medio del bosque les gusta mucho mas.
-Está en un claro, cerca de un lago. -Le aclaré.
-Bien, lo que sea.
-¿Podríamos dejar ese tema de lado? –Murmuré.
-Vaya, pensé que la inocencia, luego de tanto tiempo, iba a desaparecer. Ya veo que me equivoque.
-Déjame en paz. –Le gruñí.
Mi hermano ni se inmuto. Solo se rió. Disfrutaba molestarme, eso no era novedad.
Katniss se removió entre mis brazos y lanzó un gemido combinado con un suspiro. Eso me indicó que estaba despertándose.
-Katy… Amor… Despierta. –Susurré en su oído. Ella fue reaccionando de a poco, hasta que finalmente su mirada se poso sobre mí. Sonrió al verme.
-Hey. –Saludó. Y yo me incliné hacia ella y la bese castamente en los labios.
-Hola, preciosa.
-Hola, prometido. –Dijo riendo un poco ruborizada.
Sonreí ante esa mención.
-¿Cómo ha dormido, mi prometida? –Dije ignorando la presencia de mi hermano.
-Muy bien. Mas que bien diría.
-Me alegro.
-Bueno, parece que es innecesario preguntarle cómo les fue. Lo estoy viendo y escuchando en directo.
Katniss recién parecía haber reparado en la presencia de mi hermano mayor, porque se sobresalto y se alejo de mí con su mano sobre su pecho justo donde se encontraba su corazón.
-Howe. –La mirada de Katniss se volvió más relajada en cuanto notó quien era el que había hablado.
-Hola, Katniss. Lamento haberte asustado.
-No te preocupes. Debí haber notado tu presencia antes.
-No. Peeta me había eclipsado ante tus ojos. –Bromeó. –Lo cual me alegra.
Mi hermano le tendió una mano y ella la acepto para ponerse de pie. Yo la imite y me puse de pie por mi cuenta.
Tomé a Katniss de la cintura y la traje hacia mi costado depositando un tierno beso en su mejilla. Y ella devolviéndome el gesto con una sonrisa. Era maravilloso tener la certeza de que en un par de años, ella sería completamente mía –más de lo que ya era –y llevaría mi apellido. Nos casaríamos en el Edificio de Justicia, luego haríamos la ceremonia del tueste en nuestro hogar y viviríamos juntos cada día de nuestras vidas.
Le daría cada cosa que me pidiera, cada cosa que necesitara. Si me llegaba a pedir la luna haría hasta lo imposible para alcanzarla y regalársela. Cualquier cosa que ella amara, deseara o hiciera por más insignificante que fuera, era importante para mí, porque formaban parte de ella y de nadie más. Me entregaría en cuerpo y alma a ella, tal como lo venía haciendo desde el primer día en la escuela. Desde que la conocí todo mi ser dejo que pertenecerme a mí, para pertenecerle a ella. Estaba seguro que amaría y adoraría a esta mujer hasta mi último suspiro. Que daría la vida por ella. Por hacerla cada día más feliz, cuidarla y respetarla. Y sabía que Katniss también haría lo mismo por mí. Tener esa certeza me hacia inmensamente feliz.
Mi hermano nos dijo que a la vuelta nos encargáramos de guardar todo en su lugar, ya que no faltaba mucho para la cosecha y no teníamos tiempo. Katniss solo tomó las cosas que yo le había regalado: el sobre con las dos cartas y los dibujos, las flores, el anillo que había guardado en la pequeña caja donde me lo habían entregado originalmente. Katniss prefería que por el momento su madre no lo supiera, asique lo mantendría oculto entre sus cosas un tiempo. Aun cuando le confesé que su madre sabía cuales eran mis planes, que yo hace seis meses antes le había pedido permiso para hacer lo que había hecho hoy.
*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*
Era un día domingo en la mañana cuando fui a la casa de las Everdeen, mientras Katniss estaba en el bosque. Ese día era particularmente era gélido. El frío te calaba hasta los huesos. Yo vestía ropa abrigada, una camiseta mangas largas, un suéter tejido con lana gruesa y llevaba un tapado de piel que había pertenecido a Howe alguna vez. Mientras esperaba a que me abrieran no podía evitar pensar en Katniss congelándose en el interior del bosque. Con suerte estar en movimiento cazando, le ayudaría a entrar en calor. Le había prometido que iría cerca del mediodía al lago, que ese seria nuestro punto de encuentro. Pero viendo el inestable clima decidí ir antes de lo planeado.
Solo que antes quise aprovechar para hacer algo más. Algo que me ponía tan nervioso que no sabía cómo empezar a hablar del tema. Junte el valor suficiente para golpear la puerta y Prim me abrió casi de inmediato.
-¡Peeta! –Me saludó Prim y me abrazó efusivamente. Yo reí y le devolví el abrazo.
-Hola, pequeña. ¿Cómo estás?
-Bien ¿y tú? –Contestó apartándose de mí sonriendo.
-Solo un poco cansado. He trabajado bastante esta mañana.
-Si vienes por Katniss, ya está en el bosque.
-Lo sé, cariño. Paso a verme unos minutos a mi casa. En realidad, quería hablar con tu madre.
-Ella salió unos minutos a la casa de un vecino, pero si quieres, puedes esperarla. Ya debe estar por llegar. Además te debes estar congelando. Entra y te preparare un té.
-Gracias. La verdad es que sí. Aceptó la oferta. –Le sonreí y entré. Una vez que lo hice, ella cerró la puerta con pasador. Fuimos hasta la cocina y la ayude a preparar todo. Cuando ambos estábamos sentados saque un pequeño paquete de galletas que habían sobrado algunas del día anterior, que pudimos sacar con Aran de la panadería sin que Witchells, nuestra madre se diera cuenta. Había separado algunas para Prim y su madre y otras que tenia para Katniss cuando nos encontráramos en el bosque. No era muchas, pero eran un lujo que sabía que Katniss, Prim y Neyde no se podían permitir.
-Te traje algo. –Le dije a Prim. Ella me miro con curiosidad y yo le tendí el paquete que había improvisado con papel aluminio. Ella lo abrió un poco y sonrió.
-Galletas.
-Sí. Para tí y tu madre. No te preocupes por Katniss, tengo otras. Se las daré luego.
-Gracias, Peeta. Pero no te hubieras molestado.
-No es nada. Solo acéptalas. –Le sonreí. En los últimos años Prim se había convertido como en una hermana para mí. La quería al igual que mis hermanos y mi padre. Le teníamos mucho aprecio. Era una niña adorable. No era extraño que Katniss sintiera una adoración tan intensa por su hermana. De cierta forma yo y mi familia también la sentíamos. Buttercup, el gato de Prim rondaba a nuestro alrededor, se paseaba por entre medio de nuestras piernas reclamando atención. En un momento le empecé a acariciar el lomo y él salto a mi regazo, se hizo un ovillo en mi regazo y me miró mientras lo seguía acariciando y él ronroneaba. Con Prim nos reímos un poco. Buttercup empezó a cerrar los ojos y bajar la cabezo hasta que pareció quedarse dormido y completamente relajado. No entendía como Katniss podía odiarlo, ni siquiera le daba trabajo, salía a la calle, buscaba su propio medio de alimentación, cazaba ratas o ratones o sino Katniss o Prim les daban las sobras de la comida. Aun asi Katniss odio a Buttercup desde el mismo momento en que su hermana lo había traído a la casa, porque era una boca más para alimentar y según ella traería problemas, hasta intento ahogarlo en un cubo lleno de agua, pero Prim le rogó llorando que no lo matara y ella cedió porque no podía ver a su hermanita sufrir. Entre Prim y Neyde lo lavaron, alimentaron, curaron y desparasitaron. Lo cuidaron hasta que estuvo completamente recuperado y Prim se lo quedó. Su pelaje era de un amarillo embarrado, tenía el hocico aplastado y media oreja derecha arrancada seguramente por peleas o porque sus anteriores dueños lo maltrataban. Por su lado Buttercup también odiaba a Katniss, o al menos le seguía guardando rencor. Es difícil olvidar la cara de la persona que casi te mata. Buttercup solía dedicarle bufidos en cuanto la veía aparecer.
Estuvimos hablando un buen rato. Hasta que alguien llamo a la puerta. Prim fue a abrir y entró su madre. Se extraño al verme.
-Hola, Peeta. Que sorpresa.
-Hola, Neyde. –La salude. –Perdón por venir ahora. Pensé que encontraría.
-Oh, no. No te preocupes. Solo fui a controlar el estado de un niño que he estado atendiendo. Por cierto, Prim. –Desvió la mirada a su hija menor que cargaba a Buttercup entre sus brazos.
-Sí, mamá.
-Abrígate bien y llévales esto. –la señora Everdeen rebusco entre los frascos de medicina casera, que se encontraban guardados en la alacena de la cocina, hasta que encontró el que quería y se lo paso a Prim. –El que les dimos la semana pasada se les acabo. Y ahora necesitara una dosis mayor. Diles que la dupliquen y que la tome en los mismos horarios que les indique recién.
-De acuerdo. –Aceptó Prim.
-Vuelve rápido. El clima está empeorando.
Prim asintió, puso a Buttercup en el suelo y fue hasta su habitación, la que compartía con Katniss. Busco un abrigo y salió rápido de la casa. Buttercup salió tras ella. La seguía a todos lados a Prim. Sonreí.
-¿Quieres que vaya con ella? –Le propuse a Neyde.
-No te molestes. Prim volverá pronto. ¿De qué querías hablar conmigo?
Se sentó frente a mí, luego de llenar una taza de té con la infusión que habíamos preparado anteriormente con Prim. Aun estaba caliente, ella no había tardado demasiado.
Me empecé a sentir nervioso. ¿Cómo se lo tomaría su madre? Aun asi hable con más seguridad de la que en realidad sentía.
-Vine por Katniss.
-El interés de Neyde aumento. Y también la duda.
-¿Ha sucedido algo?
-No. Ella está bien. Los dos lo estamos. Yo solo… quería hablar sobre ella. Más concretamente de nuestra relación.
-Te escucho.
-Usted sabe que yo la amo, que siempre la he amado. Desde pequeño, ella se convirtió en una parte indispensable de mi vida. Siempre la cuide y acompañe en todo momento, y ella a mí. Siempre supe que daría hasta mi vida por ella, porque mi amor por Katniss es tan fuerte que no tiene límites. Y tengo la suerte de que ella también sienta lo mismo por mí. La quiero a mi lado, para siempre. Ella me hace feliz y yo a ella. Pero solo me falta una cosa para sentirme completamente pleno. Y es lo único que siento que no puedo hacer sin su aprobación. O al menos me sentiría más tranquilo lo permitieras.
-¿De qué hablas, Peeta?
-Me quiero casar con Katniss. Si ella acepta y cuando la ley nos lo permita.
Neyde me miro recelosa.
-¿Katniss sabe sobre esto?
-No. Antes de hacer cualquier cosa, quería pedirle la mano de su hija en matrimonio primero. –Sentí que mi corazón se salía de mi pecho. –Me parecía lo más correcto.
-Lo es. Pero… Peeta ¿estás seguro?
-Siempre lo estuve.
-¿Por qué ahora? –Pregunto. Luego sus ojos se agrandaron, ante la sorpresa y el miedo. No entendía porque el cambio de actitud de perplejidad, seriedad y cautela a la de miedo. -¡Oh, no! ¿Katniss no estará…? –Ella tragó saliva y no pudo terminar.
-¿Embarazada? –Complete adivinando por donde venia su terror. Debí pensarlo antes. No podía esperar que Neyde se tomara bien la noticia. No es normal que un joven de dieciséis vaya a pedir la mano de la madre de su novia de quince años, casi dieciséis, a no ser que pase algo tan extremo como un embarazo. Podía casarme con Katniss ahora mismo si ese fuera el caso, pero solo con autorización explícita de los padres de ambas partes, ya que seguíamos siendo menores.
-¿Katniss y tú? ¿Katniss está embarazada? –Casi lanzó esas preguntas como una acusación y me fulmino con la mirada. – ¿Cómo pudieron?
-Espere, señora Everdeen. Déjeme hablar. –Ella no dijo nada. Pero ya me imaginaba el sermón que me daría si hubiera embarazado a su pequeña hija.
-Más te vale que tengas una buena explicación, jovencito.
-La tengo. No está embarazada. Nosotros… tomamos precauciones para que eso no suceda.
Sentí como mi rostro se volvía escarlata. No era nada cómodo, hablar de la intimidad que Katniss y yo teníamos, frente a su madre. No era secreto para Neyde que nosotros habíamos pasado a otra etapa de la relación. Tampoco era la primera que hablaba conmigo y Katniss del tema. No entendí porque, pero lo empezó a notar en los cambios de Katniss y empezó a sospechar, asique un día que fui a buscarla para acompañarla al bosque (y Prim no estaba presente) nos encaro a ambos y nos pregunto si eso que sospechaba era cierto. Ambos asentimos avergonzados, pero con Katniss cien veces más avergonzada que yo. Buscó mi mano para sentirse apoyada y contenida. Katniss estaba a punto de gritarle a su madre que no se metiera en nuestra vida, porque ya no éramos niños. Pero yo la detuve, susurre en su oído y la abrace para calmarla. Neyde la sorprendió diciéndole que no le sorprendía, que aunque podía no parecerle correcto, ya estaba hecho. Que a partir de ahora debíamos aceptar las consecuencias de nuestros actos y teníamos que saber todo lo necesario para cuidarnos y cuidar al otro. Pese a las quejas y la humillación creciente que sentía Katniss, su madre nos hablo de todo lo que debíamos saber. Dejo de ser la madre para convertirse en una especie de profesora dándoles clases a sus alumnos, o una doctora ayudando y aconsejando a sus pacientes. Sus padres fueron boticarios y ella siempre sintió gran inclinación hacia las ciencias y la medicina, tenia respuestas para todo, desde pequeña se instruyo para ello, asique la reproducción humana no era algo que ignorara. Se refirió a nosotros del tema de manera muy profesional, como si se hubiera tragado un libro entero de medicina y estuviera repitiendo cada palabra, pero de manera que nosotros dos lo entendiéramos, a veces utilizando términos que ni siquiera sabíamos que existían. Incluso fue de más ayuda que mis hermanos y mi padre. Katniss no la estaba pasando nada bien. Pero la explicación acabo para alivio de ambos, y nos dijo que si teníamos alguna duda era tiempo de hablar. Entonces, yo hice algunas preguntas por ambos y luego nos dejo en paz. Nunca más nos hablo del tema, hasta ahora que menciono el inexistente embarazo.
-También se que no está en los planes de Katniss ser madre. –Agregué.
-¿Eso es cierto?
-Claro.
-Oh, disculpa. –Ahora Neyde parecía avergonzada.
-No, supongo que es normal que se llegue a esa conclusión.
-Es que son tan chicos. –Susurró.
-Pero nos amamos.
-Lo sé. Se nota con solo verlos. ¿Tu familia?
-Ellos adoran a Katniss. Me apoyan en esto. Y mi madre, lo tendrá que aceptar tarde o temprano. Ella intento separarme de Katniss innumerables veces o apartar a Katniss de mí, sin éxito.
Podía recordar cada una de esas cenas que ella organizo con las "mejores" familias comerciantes del distrito. Claro, aquellas que tenían hijas jóvenes. Las invitaba para que cenáramos juntos, esos días mi madre realmente se esmeraba en que todo fuera perfecto, hasta dejaba de lado la comida rancia o añeja de la panadería que comíamos todos los días, por la del día, la hecha recientemente. No podía creer era como si intentara venderme al mejor postor. Y eso era realmente patético y repulsivo, ni siquiera me molestaba en hablar con nadie, para no darle el gusto a ella, tampoco comía porque la situación me quitaba el poco apetito que pudiera sentir. Me iba de la mesa con alguna excusa con las quejas poco consideradas de mi madre y algunos invitados por mis inexistentes modales y subía a mi habitación a dormir o iba hasta la casa de Katniss para ir con ella a la pradera, al bosque o algún lado si no era muy tarde. Ella era la única capaz de calmarme cuando estaba de mal humor. Y cuando no podía con Katniss, me reunía con Gale o Madge. Al menos eran planes más relajados que estar en mi propia casa soportando todo aquel circo.
-Podrían esperar un poco más, hasta que se sientan realmente preparados. Aun con dieciocho años, es mucha responsabilidad. Mantener una familia. Si mis padres me hubieran apoyado en ese momento, sino me hubieran echado de sus vidas al enterarse por mí que tenía una relación con Leonel, estoy segura que hubiéramos esperado un poco más de tiempo, Peeta. No fue fácil para nosotros al comienzo… nos teníamos el uno al otro, pero pasamos por muchas dificultades, tuvimos que sortear muchas piedras en nuestro camino. No teníamos a nadie hasta que Katniss y Prim llegaron a nuestra vida. Pero, Peeta eres consciente de todo lo que esto implica ¿verdad?
-Soy consciente de todo lo que implica. Se a lo que me enfrento, a lo que nos enfrentaríamos con Katniss. Hare lo que sea para cuidarla y darle todo lo que necesite. Siempre estaré a su lado. Nos tendremos el uno al otro. Y sé que de ser así, juntos superaremos todo lo que se nos presente.
Su expresión se fue suavizando hasta casi sonreír.
-Estoy segura de eso. Siempre te quise como a un hijo y me preocupo por ambos. Sé que tú amas a Katniss más que a nada en mundo, igual que ella a tí. Me pondría muy feliz verlos juntos. Pero solo quiero que cuando lo hagan estén completamente seguros. Si ambos, en el futuro lo están, no tengo porque oponerme. Tendrán mi apoyo.
-Gracias. Entonces ¿eso es un sí? –Pregunte sonriendo-
-Les daré mi bendición. Eso sí. Con dos condiciones.
-¿Cuáles?
-La primera es que la cuides, y la segunda es que nunca jamás la lastimes. Si no te las veras conmigo, jovencito. –Dijo hablando en serio.
-Lo prometo. Conmigo estará en buenas manos. Ella siempre será mi prioridad, al igual que su bienestar.
-Entonces no hay nada más que decir. Confió en que tu serás la persona indicada para hacerla feliz. –Me dirigió una mirada y sonrisa cálida, que yo le correspondí. Y pude sentirme más en paz con su aceptación.
Poco después estuve con Katniss en el claro donde se encontraba el lago. Katniss me esperaba dentro de la pequeña cabaña. Estaba recostada sobre una manta frente a la chimenea. Había maderas y había hecho una pequeña fogata.
-Siento no haberte esperado afuera. –Me dijo a modo de disculpa y saludo. Se enderezo y me miro cara a cara.
-No te preocupes, ya me imagine que te encontrarías aquí en cuanto llegue. El clima afuera es horrible. Ni siquiera debiste haber venido, Kat.
-¿Te preocupa que me enferme?
-Por supuesto que me preocupa. –No pude borrar la sonrisa estúpida de mi rostro. No podía olvidar la conversación con la señora Everdeen, y como finalmente había aceptado que yo me casara con su hija en algún momento.
-¿Por qué esa sonrisa?
-¿No puedo estar feliz de ver a mi novia? –Mentí. Pero no se me daba mal hacerlo. Además, Katniss jamás sospecharía el verdadero motivo de mi alegría a no ser que se lo confesara.
-Sí, puedes. ¿Estás seguro que es solo eso?
Era una cabaña pequeña de madera y cemento, pero bien construida. Tenía tres cuartos, una era un living comedor. Solo amueblado con un sofá, la chimenea, una mesa cuadrada para cuatro personas y dos sillas casi oxidadas por los años de antigüedad que debía tener; había una muy pequeña cocina, que el padre de Katniss se había encargado de poner en buen estado y sumándole cosas indispensables para el uso a lo largo de los años. Había un horno eléctrico viejo y una heladera pequeña. La heladera ya no servía para nada, pero el horno aunque solía fallar a veces, funcionaba. Y finalmente un baño. Siempre nos preguntamos con Katniss a quien pudo llegar a pertenecer, ya que según ella, el padre le contó que cuando la descubrió, estaba llena de telarañas, ratas y los pocos muebles cubiertos por mantas. Tenía todo el aspecto de haber sido abandonada muchos años atrás. Para Katniss y para mí era un lugar perfecto. Con el paso de los años habíamos traído varias cosas que dejábamos guardadas en un armario, para que cuando viniéramos pudiéramos utilizar, herramientas, limpiadores, artículos de higiene, mantas, colchas, almohadas, toallas, utensilios de cocina y vajilla suficiente para ambos. Cualquier cosa que necesitáramos y sobrara en nuestras casas.
Deje mi tapado y bufanda sobre el viejo sofá que había en una esquina de la cabaña. Y la abrace a ella desde detrás. Katniss se sentó a en mi regazo inmediatamente y se acurrucó pegándose tanto como podía a mí. Un par de segundos después me miró.
-También extrañaba estar contigo asi. –Confesé. –Extrañaba la cabaña. Han pasado dos semanas desde la última vez que estuvimos.
-Lo sé. Yo también. La tormenta de nieve no ayudo mucho.
La sentí tiritar entre mis brazos.
-¿Tienes frio?
-Tú estás frio. –Se rió, mirándome divertida.
-Lo siento. –Hice ademan de apartarme de ella, pero no me lo permitió. Me empezó a besar y yo no tarde en corresponderle cada beso, cada caricia que me daba. Nos apartamos por falta de aire. El calor que emitía su cuerpo y el pequeño fuego encendido en la chimenea empezaron a tener resultados satisfactorios sobre mi cuerpo.
-Pensé en prepararte alguna infusión bien caliente, para que se te pase el frio, pero eso puede esperar ¿no? –Me dedicó una sonrisa picara.
Me reí.
-En realidad creo que existe un método más eficaz para pasar un día como esté. –Le seguí el juego.
-¿En serio? ¿Y cuál sería ese método?
-Tú, yo, una cama improvisada con mantas y almohadas como esta. Y una larga sesión de besos, caricias y abrazos.
-¿Solo eso? –Arqueo una ceja. –Tal vez no me conforme solo con eso, Peeta.
-Haremos todo lo que tú quieras y más.
-Eso me gusta más. Estas dos semanas fueron una tortura. Estaba deseando que se calmara un poco el clima, para que viniéramos aquí y tuviéramos un poco de tranquilidad.
-También yo. Disculpa que no nos hayamos podido ver mucho estas semanas. Pero te extrañe tanto. Ahora podremos recuperar algo de ese tiempo perdido.
-Es lo único que quiero.
No le respondí. Solo borre cualquier distancia entre nuestros cuerpos, y la besé de lleno en sus labios, de forma urgente y necesitada. Lamí con ternura las comisuras de sus labios, hasta que ella los entreabrió dándome acceso libre a su boca, para profundizar el beso. El beso se volvió cada vez más apasionado a medida que pasaba el tiempo, la necesidad en ambos aumento mientras nos acariciábamos y deshacíamos de la ropa del otro. En algún momento, acabamos recostados sobre las mantas en el suelo. Mire a Katniss quien asintió a mi pregunta silenciosa, para luego morderse el labio inferior, cerrar los ojos y aferrarse a mi espaldas mientras la hacía mía lentamente una vez más. En ese momento ella emitió un gemido y casi grito, pero yo la silencie con un beso, ella me respondió besándome con vehemencia y frenesí mientras me movía dentro de ella.
Era increíble como esa timidez que demostraba ante los demás cuando tocaban este tema, desaparecía por completo cuando hacíamos el amor. Ambos nos dejábamos llevar por lo que nuestros sentimientos e instintos nos dictaban. Para mi resultaba difícil pensar en otra cosa que no fueran sus labios sobre los míos, sus manos recorriendo cada centímetro de mi piel, su cuerpo temblando ante cada caricia… cada beso… cada embestida… cada palabra pronunciada y finalmente sus ojos reflejando el hambre, el amor y la pasión que ambos sentíamos por el otro.
*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

I'LL NEVER LET YOU GO (PEETA & KATNISS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora