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Sus ojos, aquella tarde. La primera vez que los vi.
Dicen que tiene un tacto que te hace no querer arrancar. No lo sabía... Pero su perfume cada vez que camina por la oficina, con aquellos ojos serios, misteriosos que sólo incitan al desafío de soltar una palabra, que se arranca con el viento... Él.

Un hombre alto, que se roba toda las miradas, que cada vez que logras robar su atención... La pierdes. Así sin más, sin menos... Un hombre inalcanzable. Un hombre al que suelen relacionar con la oscuridad, con los misterios, con el miedo. Nadie sabe de él, sin embargo, todos quieren hacerlo. Todas las mujeres. Yo.

Un hombre guapo, de aquellos que imaginas con la camisa arremangada hasta los codos, con la corbata suelta y con su mano acariciando tu mejilla. Imagino como sería observar su sonrisa

¡Cuantas fantasías! ¡Cuanto misterio!

Imagino, cada vez que su nombre es susurrado por las demás; que su puerta se abre y me observa, serio, como todos lo conocen, y susurra mi nombre. En la expectación del momento, me decido a levantar mi cuerpo de la silla y entrar en su oficina... Más allá de eso no hay nada. No sé, no sabemos lo que se esconde tras esa oficina luego del largo pasillo con la placa de oro y su nombre escrita en ella.

Sólo imagino. Entonces caigo de nuevo y me pregunto: ¿Qué tendría yo, para ofrecerle a un hombre como él? Exitoso, valorable, un hombre de negocios. Y yo no tengo nada, nada más que un limpio y sano amor. Uno de aquellos que seguramente a él no le sirven.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now