01, Road to the Unknown place

1.3K 131 3
                                    

Abrí mis ojos encontrando un par de maletas a mi costado. No lograba reaccionar cuando su voz me daba la orden de levantarme rápidamente y vestirme.

A mi costado había una pequeña torre con ropa nueva, aquella aún traía su etiqueta y lucía completamente gruesa.

   —Está helado afuera —justificó. Su silueta desapareció tras la muralla en cuestión de segundos. Mantuve el silencio para oír sus pisadas bajando por la escalera y así fue, sin embargo, tras aquellas pude escuchar otro par de pasos... ¿Está acompañado?

Me vestía a una velocidad prudente, sin quitar la vista de la entrada. No había cerrado la puerta, no con las imágenes de alguien atrapándome violentamente. Quería una puerta abierta por donde pudiese escapar.

Voces eran las que se oían del primer piso. Al salir de la habitación con el ceño fruncido, me asomé por la baranda hasta las escaleras: gente de un lado a otro ordenando y limpiando.
Bajé saltando algunos peldaños exigiendo una explicación, ¿que es todo esto?

   —Necesito saber que es lo que sucede ahora —giré a Grant con fuerza desde su hombro. Algunas arrugas se habían formado en su chaqueta gris, él lo había notado. Su mano quitó la mía y su mirada seria me había apuñalado como solía ser antes.

   —Llévenla al auto y traigan sus maletas.

Dijo quitando su mirada. Me subieron a un auto negro entre dos hombres, tiempo después llegó Grant y las dos maletas. Mi estómago crujió con fuerza, avergonzando y pintando mi rostro de rojo, pues no había probado ni una sola tostada. Como si a Grant no le importara, pero eso es lo de menos por que es más importante que a mi me importe y si, me importaba muchísimo en este momento. Necesitaba comer algo y lo hice saber con autoridad.

   —No te comiste las tostadas antes de bajar.

   —¿Habían tostadas? Quizás si me lo hubiesen dicho, habría comido algo, ¿o no?

   —Lo siento. Le dije a la dama de café que te las dejara cerca del umbral, se deben haber enfriado como para que sintieras su aroma.

   —probablemente —aseguré. El silencio prolongado me jugaba en contra. Ambas manos presionaban mi estómago con delicadeza en el intento de detener el dolor que comenzaba a ser más intenso, el hambre se apoderaba también de mi cabeza, obligándome a pensar en sólo comida.

La preocupación que debiese ser mi prioridad en el momento, como por ejemplo preguntarme a donde me llevan, había quedado al costado. En conclusión sólo quería comer algo rápido.

Los pocos árboles a mis costados se desvanecían con velocidad, y lo que antes era sólo un pastizal cubierto de neblina ahora sólo era neblina.

   —Estamos llegando a una estación de trenes. Ahí resolverás tus dudas y comerás algo. Sólo te pido discreción y que no mires a tu alrededor, no sabemos con quien podemos encontrarnos.

El camino sólo era una vía gris alumbrada por el carro que Grant manejaba. Se estacionó junto a un farol de luces de colores verdes y amarillas.

   —Toma tu maleta y sígueme —ambos bajamos del carro. Metros más allá del camino se divisaba una parada abandonada, aquella era la parada de tren de la que Grant me había hablado. Bajó tres maletas del auto y me entregó una.

Sólo oíamos pisadas y las pequeñas ruedas de las maletas arrastrándose en las pequeñas piedras y luego la madera podrida. Sólo había una señal de parada de tren, una banca húmeda y un pequeño tejado con hoyos en algunos sectores. El paisaje era una nube gris húmeda y una sola línea de tren en el terreno rocoso.

Grant había observado la hora en su reloj unas cuantas veces antes de asegurarme que ya faltaba poco. Me encontraba tiritando, sólo vestía una falda y unas medias similares a las que me había quitado anoche. Vestía también una blusa y un chaleco de lana grueso bajo el abrigo beige que Grant me había dejado a un costado durante la mañana.

   —Ahí vienen —sus ojos puestos a mi costado izquierdo hicieron que volteara y el sonido lo hizo un hecho.

Entre la niebla, un tren como aquellos trenes antiguos de locomotora se acercaba hasta nosotros. La luz verde frente a nosotros había cambiado a rojo y más allá, las barandas de líneas amarillas y negras bajaron cortando el paso del camino donde se supone pasan los vehículos. La madera temblaba bajo nuestros pies y lo que antes era un diminuta estructura, ahora se mostraba más grande de lo que había creído.

Cubrí mis oídos con ambas manos creyendo en que el tren haría su reconocido sonido, pero no fue así.

   —Es un tren silencioso. Nadie debe saber que este tren pasa por aquí en horarios determinados.

   —¿Por qué? —pregunté —¿Acaso me dirás que es lo que sucede en algún momento? ¡Todo esto es muy extraño, y sin contar incidentes anteriores!

   —Ya tendremos tiempo de comentarlo. Vamos, sube —Al igual que él, observé a ambos costados y puse mis pies en el tren.

Había bajado una pequeña escalera, y en la locomotora un hombre vestía de gris al igual que Grant. Todos lucían de la misma manera en los siguientes vagones, casi no habían mujeres que pudiesen hacerme compañía y Grant me lo había prohibido.

Tomé asiento finalmente junto a la ventana, en un vagón completamente vacío. Era sólo yo y mi presencia. Hasta qué oí la puerta cerrarse. Volteé involuntariamente sólo para lograr observar su figura.

Comencé a sentir incomodidad, como si fuese la primera vez que tuviera contacto con el. Se sentó frente a mi junto a la ventana; el vagón tenía asientos lo suficientemente cómodos como para creer que son sillones y entre dos asientos, una mesa donde apoyar la comida que supongo preparaban aquí mismo. Lo supe por que una pequeña cartilla se encontraba apilada en su costado.

No me pegaba ni un ojo durante los primeros minutos. Había carraspeado su garganta obligándome a observar su rostro detenidamente para encontrar aún más hermoso a aquel hombre. ¿Quien habría querido que tenía que pasar por todo esto para estar cerca de el? ¿Y por qué yo?

   —¿Comenzarás con las preguntas? —soltó arreglando su corbata. Había mirado por la ventana, donde la niebla no era escasa. Era sólo una vista nublada y fría.

   —¿Qué es lo que tu tienes para decirme?
  
   —es un largo comienzo... Pero tenemos tiempo suficiente. ¿Se te ofrece algo de comer o beber? —asentí. Unas tostadas y un té caliente venían perfecto.

Un hombre vino al llamado de Grant. Aquel traería dos tazas de té caliente y unas tostadas.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora