01, To Set Free

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El camino era rural. Ya no podía ver casas o estaciones de comida. El perfil de Grant estaba inmóvil, serio.

No chocábamos miradas, no quería chocarlas de esta manera, no era lo que siempre había soñado desde que lo conocí.

   —Tienes preguntas, miedo. Aprenderás a lidiar con todo esto. Sólo tienes que estar tranquila y atenta; Hendrick es como un señuelo.

   —No quiero saber de eso. Eres uno de ellos —soltaba. Las lágrimas amenazaban con salir con cada palabra pronunciada.

   —No juego a los bandos. Conmigo estas bien, ya verás.

La niebla cubrió todo alrededor, sólo visualizábamos un camino alumbrado con las luces del auto.

Grant bajó del auto y lo rodeó para abrir mi puerta, luego me entregó su abrigo y me invitó a seguirlo.

Todo lucía tenebroso. Arboledas al final del camino, campos verdes escondidos en la niebla, y frente lo que mis ojos lograban observar, una gran casa.

   —No es mía. Pero siempre soy el dueño.

   —¿Por qué estoy aquí?

   —No juego a los bandos, ya te dije.

Entramos sintiendo el calor golpeando nuestro rostro. Varias chicas casi corrían de un lado a otro, todas con papeles en sus manos.

   —¿Qué hacen ellas aquí?

—¿No dejas de hacer preguntas? —negué —... Están haciendo su trabajo. Sigo siendo el jefe, ahora trabajarás aquí por unos días hasta que te promueva a otro edificio, en otra ciudad quizás. Otro país puede ser también.

—¿Qué? —su calor se alejó de mi cuerpo al momento en el que comenzó a caminar. Subió las escaleras con ambas manos en sus bolsillos y luego de algunos peldaños, volteó a observarme. Serio, como el hombre que siempre aparecía temprano por las mañanas en la oficina. Como aquel hombre antes de todo el... Caos.

No supe como reaccionar, mis ojos chocaban con los suyos y luego buscaban otro punto de atención, pero entendí que tenía que seguirlo.

Me encontraba subiendo unas escaleras aterciopeladas, de un color rojo oscuro. Algunas pisadas muy marcadas en aquella alfombra le daban el toque antiguo. Era una casa cálida, todos los pisos de madera, pero alfombrados. Los muebles barnizados, vitrinas con licores y las luces colgaban de unos grandes candelabros antiguos.

Las muchachas tenían dos habitaciones a los costados, en el primer piso. En aquellas tenían todo lo necesario para realizar el trabajo: impresoras, computadoras, teléfonos.

En el segundo piso, había una puerta de un color café más oscuro que el resto. Un increíble olor a bosques, como el de mis pensamientos; invadió mi nariz de golpe. Mis bellos se erizaron y mi estómago se contrajo. Todas aquellas imágenes, las que siempre creí tan lejanas, aquellas que podía nombrar como sueños; aquellas imágenes tan nítidas y tan hermosas... Aún estaba lejos de ser la realidad, y ya no lo serían. Todos aquellos escenarios habían sido manchados, y ahora aquí, en esta gran casa con muchas chicas y un sólo hombre... Aquel del que estoy obsesionada en mis sueños y una personalidad desconocida... ¿Coquetería? ¿Relaciones escondidas? ¿Es de aquí aquella chica que vio Karin con Grant? ¡¿Y Karin?! ¡¿Estará ella aquí?!

La puerta se abrió y aquel aroma también invadía hasta mis entrañas. Una biblioteca inmensa y una gran alfombra verde, como los oscuros bosques cubría todo el piso de madera. Al costado un chimenea, frente a ella un sillón y una mesa con copas de vino medio llenas.

Dejó su teléfono en el gran mesón donde se encontraba su computadora y me ofreció asiento en las cómodas sillas frente a él.

   —Rellena tus datos. Cuando estés lista bajas y alguien te ensañará a manejarte en esta casa. Espero no volver a verte.

Sus pisadas dejaron de oírse luego de haber cerrado la puerta. Miré hacia atrás, hacia mis costados, hacia el pasado y volví a mi presente.

Para cuándo había vuelto, ya me encontraba rellenando los datos.

La casa se encontraba en un completo silencio cuando abrí la puerta dispuesta a bajar los escalones. Un frío me invadió por completo al haber dejado la chimenea pasos atrás.

Mis pies no rechinaban debido al alfombrado. Observé hacia ambos costados, las oficinas estaban vacías, las computadoras apagadas y sin rastros de vida.

No entendí nada. Leí por primera vez los papeles que había rellenado y comprendí.

   —Que es todo esto —me pregunté en un susurro. Mi corazón palpitaba a gran velocidad al igual que los nervios corriendo por mi cuerpo.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora