02

3.3K 179 24
                                    

Sus labios rozando mi mano, luego de un cálido beso en la mejilla. Es una oficina repleta de libros, unos cigarrillos tirados en su mesón junto a su computadora, una gran alfombra en toda la habitación, muebles carísimos de color café ocre, su chaqueta colgada junto a la puerta y su maletín abierto a un costado.

Un exquisito olor a bosque, que me hace viajar a través de todos los planos posibles. Arremanga su camisa hasta sus codos y se sienta frente al escritorio sonriendo. Una sonrisa extraña en él, no lo sé, jamás he visto su sonrisa. Nadie lo ha hecho. Un hombre que me hace imaginar hasta las fantasías más prohibidas de este mundo, me hace desear su tacto y sus labios, oler su cuello perfumado, acariciar su espalda desenfrenadamente y sentirme completamente suya. Y luego pronuncia mi nombre.

—______. —Entonces fijo mi vista al frente y observo a mi compañero de proyecto chispeando sus dedos en mi frente. —Esto es ridículo. Ahora ponme atención.

—¿Me hablabas? —logré preguntar volviendo al plano actual. Jerry, había rodado sus ojos y había pasado su mano izquierda por todo su rostro antes de "darse por vencido" y volver a su puesto de trabajo, dos casillas más allá de la mía.

Lo observé caminar por todo el pasillo para dar la vuelta hasta su puesto de trabajo. Arreglé mis lentes y volví a teclear en la computadora. ¿En qué había estado pensando? ¡Qué idiota! Sin embargo, no podía quitar la vista a aquella puerta gris entre el pasillo verde oscuro. Y aquella maldita placa que siempre se encontraba brillando y destellando haciendo todo esto un poco más ridículo.

—Oye, tonta —susurró Karin, la molesta de mi lado derecho. La miré con un tiempo un poco retardado, me encontraba tecleando rápida en la computadora para imprimir un par de contratos. —Te quedaste mirando su puerta como una idiota — carcajeó ocultando su rostro en sus manos.

—Estaba pensando, ¿que tiene de malo? Sólo me quedé pegada en un punto fijo, no seas tonta.

—¡Tonta! —volvió a carcajear —Claro, claro. Tu no estabas pensando, estabas imaginándote en esa oficina junto a Grant. Aunque debo decir que no eres la única. Ese tal Grant, sí que está bueno —dijo mirando la puerta mordiendo su labio inferior —. Anoche logré observar su sonrisa. Lo seguí algunas cuadras mientras caminaba por la avenida; volviendo al punto, él se encontraba con una chica... Vaya perra esa, suertuda. Pero ya sabes... Grant sí sonríe y vaya que mata con aquella sonrisa.

Observé a Karin detenidamente. ¿Era cierto? ¿Había sido capaz de seguirlo varias cuadras? ¿Se encontraba con una chica y él sonreía? Mi mente estaba en blanco, por unos segundos. Sentí una desdichada decepción. Después de todo las mías eran sólo fantasías, no podría esperarse otra cosa.

Así que sólo seguí tecleando, enviando la información a la otra computadora para imprimir los documentos y archivarlos en una carpeta que Jerry tenía que entregar directamente a la oficina de Grant.

—Oye, tonta —dijo Karin tomando mi mano. Volteé agachando la mirada. La joven me observaba seria, advirtiéndome con la mirada.

—¿Qué es lo que quieres ahora?

—No tienes idea lo de ridícula que luces cada vez que miras a su puerta, enserio. Detente, busca tu dignidad que se cayó en alguna parte, no sé donde.

—No seas idiota, Karin. No necesito seguir escuchando tus tonterías, el tiempo es oro.

—Y Grant también —carcajeó. Seguí mi camino directo a la cabina de impresión.

Aquella se encontraba muy cerca de su oficina, mucho más cerca de lo que había esperado. No lo había notado antes, me sentí nerviosa, indecisa.

Jerry giró su vista, me había detenido a unos pasos de su cabina. Sus ojos no lograban ser observados, el brillo de sus lentes lo impedían por completo. Tuvo que acercarlos más rozándolos por el puente de su nariz y comentó:

—¿Vas a oír lo que te estuve intentando decir?

—¿Tienes que ir a entregar los documentos a su oficina? —apunté. Jerry me miraba serio, había un poco de picardía en su mirada y una pequeña sonrisa se formó luego de unos segundos, dejándome ver levemente su colmillo izquierdo.

—Claro —respondió luego de unos segundos.

   —De acuerdo... Eh, voy a imprimirlos.

   —Claro...

Caminé rápidamente, Jerry era un tipo extraño. Lo suficiente como para mantenerse alejado de él.

La impresora estaba lista, sólo tenía que darle la orden de impresión. Las hojas comenzaron a ser tragadas por la máquina, para luego devolverme hojas con tinta en ellas. Me encontraba a pasos de aquel pasillo, el olor a su perfume podía olerse a partir de esta distancia, sabía que era su perfume. Cada vez que entra se esparce su olor en la oficina.

El chirrido de la máquina pintando las palabras con tinta en el papel comenzaba a molestar en mis oídos. De un minuto a otro, todo quedó en silencio.

   —¡Jerry! —grité molesta. Tenía ambas manos en el aire desentendiendo la situación, ¡no podía continuar imprimiendo los documentos! En ese instante, del largo pasillo, se había asomado Grant.

Jerry estaba riendo con la mano en su boca sin dejar de mover el mouse y sin quitar la vista de la pantalla.

Entonces apareció él. Acomodaba su chaqueta y su corbata. Sus pasos siguieron hasta el otro costado de la sala. Sus ojos no chocaron con los míos, no chocaron con ninguna otra mirada. Karin se había levantado de su asiento para observar su espalda... Aquella donde siempre me he imaginado apoyando mi cabeza en un suave abrazo. Me quedé observando su figura, aquella sombra que se movía del otro lado de la oficina. Maldito vidrio empapelado que arruinaba la vista.

Todos estábamos en silencio, espectadores de los secretos que sólo se susurraban de oficina en oficina. De jefe a gerente. El sonido de la impresora con la fuerte melodía fueron la única interrupción a este momento tan sagrado.

Los ojos de Jerry me habían acechado, sur enojo fue notorio. Pero no era mi culpa. Las puerta volvieron a abrirse y de aquella oficina salió él, seguido de dos hombres que caminaron a paso apresurado hasta su oficina.

Tomé los documentos y volví a mi asiento, enseguida los uní con un corchete.

—¿Sabes de algo que pueda estar sucediendo? —preguntó Karin asustada. No le había tomado el peso hasta ver miedo en sus ojos. Lo cierto es, que jamás nos habíamos encontrado en una situación como esta. Siempre nos encontrábamos en un piso con dos oficinas de puertas cerradas hasta el horario de salida o de almuerzo. Pero estos paseos jamás se habían visto, y si, era extraño.

—No, pero supongo que pasa algo importante. No encuentro otro motivo —respondí

Ambas nos miramos como cómplices, más allá, Jerry continuaba tecleando en su computadora como si todo esto fuese una situación normal. Las puertas del elevador se abrieron dejando a nuestra a vista a tres hombres vestidos de terno y con maletines grandes. Jamás se habían visto por aquí, no en el edificio.

La oficina de Grant comenzaba a llenarse de gente, nosotros nos preguntábamos que era lo que sucedía realmente. Así como las horas pasaban, la oficina continuaba recibiendo a esos tipos.

—Jerry, tu debes saber algo —susurró Karin. El tipo de anteojos no dejaba de teclear y de imprimir documentos. Esto era muy sospechoso.

—No, yo no sé nada. Tu deberías saberlo.

—¡No se nada! ¡Por eso te pregunto! —discutían en susurros. Mis ojos sólo se encontraban disponibles para observar aquella puerta con su nombre en la placa. ¿Le estaba sucediendo algo? ¿Se encontraba Grant en algún problema? Quería saberlo todo... Todo.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now