03

1.8K 162 11
                                    

La puerta de su oficina se abrió por completo. Su figura se detuvo frente a todos nosotros, con aquella mirada seria, fría. Para nada era como la imaginaba siempre.

Tenía su camisa arremangada hasta sus codos y su corbata suelta. Se veía extremadamente guapo, no quería soltar una mirada delatadora, no me lo aceptaría.

   —Veo que están conmocionados con todo este alboroto de gente —dijo un hombre junto a él.

   —Oye tonta, sí que está bueno —susurraron a mi costado. No podía negar que sí, ¡y como lo estaba!

   —Este hombre tiene una lista de empleados en su mano. Los nombrados deben tomar sus cosas y bajar por el ascensor hasta el primer piso. Suerte si no los nombran.

Miré a mis costados. Tenía una pequeña impresión, los nombres comenzaron a resonar en la sala. Jerry y Karin fueron unos de ellos, se habían marchado.

En el piso quedamos seis o siete empleados, no más que eso. El silencio era molesto. Todos nos observamos atentos en cuanto ellos bajaron con el último grupo de trabajadores.

—¿Alguien sabe lo que está sucediendo, y por qué nadie nos informó de esto? —pregunté. Aquellas miradas sólo reflejaban miedo y confusión. Ninguno respondió, tampoco negaron o asintieron; estaban congelados.

Las puertas del elevador de abrieron nuevamente para darle paso a él y a su grupo de hombres. Todos entraron a la oficina de Grant.

Luego de eso, no nos hablaron, miraron, advirtieron o algo. Sólo continuamos trabajando como si no hubiese sucedido algo.

No podía quitar la vista de aquella oficina y el parloteo que se había armado dentro de ella. De la oficina del costado izquierdo, salió el director general de la empresa. Mientras caminaba por el pasillo echó un vistazo a los pocos trabajadores que habíamos quedado en el piso, para luego desaparecer en la oficina de Grant, donde claramente estableció un orden.

Por mi mente no pasaba nada más claro que mis dudas. Sólo eso: mis dudas. Había sido un suceso extraño, jamás (desde que llegué aquí) había sucedido algo como lo anterior y dudaba que sucediese en otros edificios y en otras compañías. ¿Estaban despedidos? ¿Ascendidos? ¿Estábamos nosotros a prueba ahora? No entendía, quería preguntárselo a alguien que tuviera mejor respuesta que una sola mirada asustada y una boca sin habla.

Las horas transcurrieron como de costumbre. El silencio era potente esta tarde. Observé la hora en mi teléfono y supe que ya era hora de marcharnos. Todos estaban apagando los ordenadores, por lo tanto yo hice lo mismo.

Me encontraba guardando algunos documentos en una carpeta que debía ordenar en casa, cuando sus puertas volvieron a abrirse. El mismo hombre que había rellenado la lista de nombres, se paró frente a nosotros y dijo

—Su horario de trabajo se ha modificado hasta las diez horas. Así que pueden volver a encender sus computadores y terminar el trabajo.

—No podemos. No nos habían informado de este cambio. Yo tengo que ir a casa, estar con mi familia —dijo un hombre desde el fondo. No recordaba su nombre, jamás habíamos hablado además.

—Entonces tomarás tus cosas y bajarás al primer piso.

Nos quedamos mudos observando a ambos hombres en plan de discusión. No creí posible que él haya sido el único que logró abrir la boca en ese momento y decir lo que todos teníamos que decir.

—Ahora —dijo el tipo. Mi compañero de trabajo tomó sus cosas y partió hasta el elevador.

—Primero, me gustaría hacer efectiva mi renuncia con Grant.

—Adelante —Y sin decir más. Mi compañero entró a la oficina. —¿Alguien más quiere hacer efectiva su renuncia?

—No —se escuchó a coro.

—Muy bien. Les informo además, su horario de trabajo ha sido modificado. Desde mañana comenzarás a trabajar a partir de las ocho de la mañana hasta las diez de la noche.

Me quedé atónita. Ninguno supo que responder, y si alguno supo que decir, le faltó valentía.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now