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El silencio luego de haber escuchado su puerta cerrarse, se había presentado nuevamente.

Seguramente Karin estaría molestándome luego de todo esto. Lo cierto era, que a pesar de no ser amigas, estaba extrañando sus comentarios sueltos y sus ofensas. También las extrañas miradas de Jerry.

Finalmente, luego de haber batallado en mi cabeza con las dudas de siempre, decidí volver a trabajar.
Abrí unos cuantos archivos y los corregí, completé y envié a la impresora. Escuché el sonido de aquella encendiendo y tragando los papeles automáticamente. Entonces me levanté para recibir los que estuvieran listos y ordenarlos, luego volví al puesto para dar la orden a la impresora de imprimir otro montón de papeles.

Cuando ya los tuve todos, los ordené y uní con corchetes. Los iba dejando a un costado a medida que iban quedando listos, luego tuve que archivarlos en una carpeta.

   —Oye, aquí están las copias de calco —dijo Augusto, un hombre mayor. Miré las copias y maldije mentalmente. Las había olvidado por completo, y al jefe no le gustaban los errores.

   —Los olvidé —dije pasando ambas manos por mi rostro. Rendida, volví a imprimir todos los documentos, uno por uno. Luego de otro par de horas, tuve que ordenar las copias de calco con los originales y unirlos con corchete. Me levanté dirigiéndome al basurero y tiré los papeles con enojo. Volví a archivar la carpeta con los documentos y las hojas de calco.

Miré la puerta de Grant y recordé que no era yo la que entregaba los documentos.

   —Amm... —susurré mirando mi costado. Y Jerry no se encontraba con nosotros. Tenía la duda, quizás Hendrick tenía que hacerle entrega de estos documentos, pero no había vuelto desde que bajó por el ascensor con el tipo para su descenso. Había sido un descenso literalmente.

Los minutos pasaban con lentitud, como si quisieran ser infinitos, menos mal no lo son.

Observé a mis costados, si vueltas en la silla recibiendo miradas molestas de los compañeros de la siguiente fila, hasta que las puertas del elevador se abrieron enseñándome a un Hendrick enojado arreglando su corbata.

—¡Oye! —grité levantándome del asiento. Su cuerpo se detuvo y volteó de inmediato. Me pregunté si había sido necesario gritarle dentro de la oficina y con tanta confianza. —Am, ¿disculpa?

—Y como si no fuese suficiente —susurró —... ¿Qué es lo que quieres?

Tomé velozmente la carpeta con los papeles archivados y la extendí hacía él. Sus manos grandes, con un aspecto áspero tomaron la carpeta para luego abrirla y ojearla.

—Están listos, no sabía si dejártelos, ¡perdón! Dejárselos o entregarlos yo misma.

—No. Nadie entra a su oficina.

—Está bien, ahí los tienes. Es mi horario de colación.

Hendrick abrió su boca, y sus palabras negaron mi horario. Iba a discutirle, pero sentí miedo de ser despedida. Necesitaba el trabajo y no podía perderlo por actos de rebeldía.

—Tendrás que aguantarte. La hora de colación es en una hora más.

—¡No es correcto que no nos informen de los cambios! —exclamé molesta. A mis espaldas se sumaron mis compañeros de trabajo. Estábamos reclamando por lo mismo, era justo.

—¿Qué es todo este ruido? —oímos. Mi cuerpo se tensó más de lo que ya se encontraba cuando oí su voz resonando en la oficina con autoridad. Por segunda vez, su presencia había aparecido de la nada.

—Están reclamando por los horarios, yo me encargaré de ellos, señor.

Observaba la imagen con atención. Observó a cada uno de mis compañeros, de pies a cabeza. Luego, sus ojos se fueron a su reloj de muñeca, haciéndome sentir invisible porque sus ojos no me examinaron. Ni siquiera tuvieron la intención de desviarse.

—Hendrick, Encárgate de ellos, estoy atrasado.

—Si, señor. ¿Al piso de abajo? —asintió. Los ojos de Hendrick volvieron a mi y apuntó mis cosas. Al igual que conmigo, lo hizo con los demás. Todos tuvimos que tomar nuestras cosas y bajar al piso quinto.

¿Por qué hacían esto? ¿Era un cambio permanente?. Grant desapareció tras el ascensor obligándonos a usar la escalera del costado. Era un sólo piso, no era mucho lo que había ir bajar, sin embargo, los peldaños se hicieron infinitos.

No recibíamos explicaciones, no podíamos abrir la boca, tampoco podíamos preguntar el por qué de las situaciones que estaban comenzando a ocurrir. Por momentos creí que se trataba de alguna mafia tomándose el edificio, o que Grant, como subjefe tenía que hacer todos estos cambios por que la compañía se encontraba en peligro de quiebra.

Pero siempre nos negaron esta opción. Recibíamos buenos sueldos, era casi imposible. Y la compañía es reconocida en todo el país. Era imposible, tenía que descartar esa opción.

La oficina del piso quinto era igual a la anterior, a diferencia de que su frente apuntaba hacia el Norte, justo en dirección al elevador. Sólo era una cuestión de dirección.
En la primera fila se encontraba el tipo con el comentario suelto del anillo. Respiré profundamente antes de sentarme junto a él por órdenes de Hendrick. Las puertas del ascensor cerraron tras su espalda luego de habernos ordenado para que retomáramos el trabajo.

Observaba de soslayo a mi nuevo compañero de puesto. Tecleaba rápidamente y enviaba las órdenes de impresión, al parecer trabajamos haciendo lo mismo.

—Me das permiso —dijo levantándose del asiento. Me acerqué más a la mesa dándole la pasada. No pude quitarle la vista de encima y no pude negar que tenía un leve parentesco a Grant.

Y otra vez su nombre golpeaba en mi cabeza con fuerza dejándome caer del séptimo piso. Fue como si me hubiese evitado... Pero no tendría sentido. Mi mente es capaz de crear historias muy pequeñas que podrían decir lo cierto, aunque no tendría como saberlo si no hasta preguntárselo directamente. ¿Por qué creería que yo le gusto? No es que sea posible, pero tampoco... Olvídalo. Debe tener una novia por ahí rondando. Y ahora él iba tarde porque lo había mencionado. Quizás a una cita o al cine con su novia. Soy una tonta.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now