01, The Office

1.8K 178 65
                                    

Nos levantamos tras la silla, como alumnos en el salón para saludar al maestro.

—Pueden comenzar —dijo aquel hombre vestido de gris y corbata rosa. Su camisa celeste claramente no combinaba con su tono de piel.

Parecía una dictadura. Abrimos nuestras sillas y encendimos los ordenadores, todos al mismo tiempo, como si fuésemos una civilización China completamente organizada. Sin embargo, mis ganas de desordenar todo y levantarme, preguntar que había pasado con mis compañeros de trabajo y quienes eran aquellos hombres me desbordaban.

Había un completo silencio a lo largo y ancho de todo el piso. No habían manos tecleando ni ordenadores lo suficientemente viejos como para que sonaran sus ventiladores.

Me sentía como una pobre trabajadora cuyo trabajo era teclear e imprimir contratos para Grant. Y al parecer, ahora tendría más trabajo, ya que más de la mitad de este piso se encontraba vacío.

   —Yo debería exigir un ascenso —se escuchó desde el fondo, luego unas manos comenzaron a teclear y ¡paf! Ya no había más silencio —. Si, voy a exigir un ascenso.

Miré hacia atrás buscando al creído que  exigiría un ascenso en el momento más  inoportuno. Era un tipo un poco mayor que yo, cuyo rostro mostraba lo engreído que era a kilómetros. Pobre de él, pensé. Seguro Grant o este tipo de gris le baja los humos dentro de unos minutos.

Comencé a teclear luego de haber abierto los documentos en Google y en word.doc. También abrí la bandeja de entrada de la compañía, donde me iban transfiriendo los datos de los clientes cuyo contrato debía imprimir yo misma, y también rellenar.

   —Vaya, vaya —oí unos pasos más allá, por donde Jerry solía trabajar. Miré hacia mi costado derecho encontrando al tipo engreído de más atrás, sonriendo y observándome por completo.

No atinaba a soltar alguna palabra. Sólo lo miré con ganas de desfigurar aquel rostro tan egocéntrico. Tenía unas cejas bien delineadas, naturales, claro. Y una sonrisa también muy linda. Sin embargo, no era de mi tipo. No tenía nada que me hiciera pensar en Grant... Nada más que su voz gritándole un rotundo No a su querido ascenso.

   —¿No hablas, chica? ¿Cuánto tiempo tienes aquí, eres nueva? —preguntó.

   —Eso no importa. Anda a pedir tu ascenso.

   —Eso haré, querida. Ya verás que a final de año llevarás un gran anillo en tu mano, que este hombre —se apuntó —, te habrá comprado.

   —¿Y de donde planeas tomar tanto dinero para comprar un anillo tan caro, digno para una mujer?

Mis ojos se abrieron. Al igual que los ojos del engreído ese. Él, Grant, lo observaba desde el pasillo, apoyado en la muralla con ambas manos en su bolsillo. Su camisa arremangada hasta sus codos y su corbata suelta como de costumbre. ¿Me estaba defendiendo?
No lo creía. No dije nada, a él le molestaba cuando nos oía hablar, a todos en general.

   —¿Te comió la lengua la rata que te espera en casa? —insistió Grant. Observaba a ambos hombres, el tipo no soltaba las palabras. Quería hablarle a Grant, esta era una buena ocasión, ¡claro que la era! Era la ocasión perfecta... Me costó tomar el impulso, aproveché que el hombre no decía algo.

   —Él quiere un ascenso. —dije bajando el tono de voz. Me había arrepentido a mitad de la frase, ¿por qué? ¿Qué estaba pensando?

Sus ojos ni siquiera me miraron. Seguían fijos en los del hombre, quien me miraba con ganas de poner sus manos en mi cuello. No sabía que hacer, sólo atiné a continuar con mi trabajo, era lo correcto.

El silencio era profundo, interrumpido por el sonido de las teclas que tocaba siendo hundidas por mis dedos.

   —¿Quiere que lo arregle yo, señor? —preguntó el que parece ser su guardaespaldas. Era un cobarde. ¿Quiere que lo arregle yo, señor?, idiota. Seguramente le pide con por favor que lo deje masajear sus pies.

   —No. Y tú —levanté la vista creyendo que se dirigía a mi, pero claro. No era digna de recibir aquella mirada —. ¿Quieres un ascenso? Toma tus cosas y baja hasta el piso cuatro.

   —¿Me darás un ascenso? —preguntó casi sonriendo.

   —Cuidado con como te refieres al señor Grant —advirtió el de camisa celeste

   —No —interrumpió Grant —... Tendrás un descenso.

Nuestros rostros quedaron pálidos. Dejé de teclear y miré la situación. Ambos esperaban a que el tipo tomara sus cosas.

   —Hendrick, llévalo contigo, se quedó impactado. Es una pena que luego de esto, no le alcance el dinero ni siquiera para un ramo de flores.

Entonces Grant quitó sus manos de sus bolsillos y vio la hora en su teléfono. El hombre de gris con camisa celeste y corbata rosa, cuyo apellido o nombre era Hendrick, tomó al tipo de un brazo como si fuese un pequeño siendo regalado por su padre, lo llevó hasta su puesto y lo hizo ordenar todas sus cosas. Luego de eso y con todo un berrinche y escándalo de por medio, ambos desaparecieron por la puerta del elevador.

   —Y que quede claro —levantó la voz —. Nadie aquí tendrá un ascenso. Sus entrevistas al ingresar a este trabajo fueron específicamente resueltas para ponerlos en puesto correspondiente. Ustedes ya fueron ascendidos. Si no están conformes, pueden irse y buscar en otros edificios, pero les aseguro: ganarán menos de la mitad de lo que ganan aquí.

Dicho esto, dio la vuelta y avanzó hasta su oficina. Miré la pantalla en mi computadora y pensé que estaba en lo cierto. Ganábamos más que suficiente y sólo hacíamos contratos. El tipo estaba loco, seguramente lo estaba.

   —Y por cierto —volvió hasta nosotros —. Nadie va a invitarla a salir. Nadie.

Lo miré sintiendo un nudo en mi estómago. ¿Qué había sido eso?. Sus ojos chocaron con los míos por primera vez antes de que los míos quedarán observando su espalda escondiéndose tras su oficina.

¿Tenía que sentirme distinta luego de esto?

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now