03

1.4K 115 13
                                    

El mundo podía ser un lugar horrible. Ahora lo sabía, quería caer en la desgracia, no me importaría. Creía que había firmado un papel con la fecha de mi muerte escrita en aquel.

Observaba las tostadas sin ganas de probarlas. Sus ojos no se habían movido de mi rostro desde hace ya varios segundos, como esperando algún comentario. Pues no lo tenía, no tenía nada para decir más que miedo. Sea cual sea el motivo que me haya puesto aquí, en estas condiciones y en esta situación; ahora debía aceptarlo y llenarme de valentía.

   —Estas asustada.

Dijo dándole un sorbo a su café sin azúcar. Observé por la ventana, aquel paisaje que dejaba de ser sólo una alfombra de pasto y una neblina espesa. El sonido del tren pasando junto a la arboleda había cambiado y desaparecido a gran velocidad al igual que el paisaje.

Íbamos por un puente, abajo una gran laguna de aguas profundas y a lo lejos, en el horizonte, las bellas montañas atrapando algunos rayos de luz que el sol quería lucir ante mis ojos.
El puente por el que sólo caía un tren tenía una altura mayor, pues todo a los costados se veía pequeño. Era como un tren con camino al cielo, que luego de algunos minutos comenzaba a descender.

   —Es como la vida —susurró sin quitar sus ojos de los míos —. Con altos y bajos, pero siempre un sólo camino por seguir.

¿Era cierto? ¿Tenía que encontrarme aquí si o si? Había dudado, pero cuando su boca dejó fluir aquellas palabras, creí que quizás si estaba en lo correcto y que si algo hubiese cambiado, mi destino sería otro, sin embargo aún así tendría que seguir el mismo camino.

Tenía que esfumar todos esos sueños de la familia perfecta, con el hombre que yo encontraba indicado que ahora me llevaba en un tren a completar una misión.

   —Somos los rieles de nuestro destino.

   —Exacto. Nosotros dirigimos nuestro camino. Siempre había adelante. Con altos y bajos pero siempre hacia adelante. No tienes que tener miedo.

   —¿Qué pasa sí fallo o muero en el intento? —mis palabras habían comprimido mi corazón y mis sueños reduciendo a estos en la nada.

   —Si eso sucede, quedarás en la memoria de muchos. Habrás hecho algo grande por el país y los secretos comenzaran a destaparse y comenzarás a suceder de manera global y el mundo cambiará. Será una sociedad digna de ser vivida. Y un mundo sin problemas, un mundo que salve lo que nadie valora.

   —Piensas a lo grande.

   —Y actúo a lo grande. Nada de lo que hago es para unos cuantos. Siempre pienso en el mundo. Es por eso que hago esto, si ellos caen, entonces comenzarán a caer todos y ya no habrá secretos.

La puerta del vagón se abrió y un par de hombres cruzó la entrada. Grant aclaró su garganta con un intenso carraspeo.

Ambos habían hecho señas para que el se levantara de su asiento. Así sucedió y me mantuve a solas por lo que restó de viaje. Las tostadas se habían enfriado, al igual que mi café con crema.

Pequeñas casas pintadas de color gris, camufladas en la neblina otra vez intensa. Podía observar el suelo rocoso y de tierra húmeda junto a los rieles. Estábamos apartados de la civilización y lo que llamaban pueblo, sólo era una toma de oficinistas con archivos confidenciales. Estaba en un centro oculto de la CNI.

   —¿______? Es hora de que bajes.

Tímidamente hice caso. Me levanté del asiento y caminé por los vagones. Ellos tras de mi.

Era como un largo pasillo de un tren lujosamente antiguo. Todo muy cuidado, mantenido. Pasaba por los vagones hasta el último y giré hacia mi costado derecho. Oí el susurro de Grant en mi oído asegurándome que estaré bien. Que nadie aquí me hará daño.

Crucé mi abrigo y bajé de aquel tren observando a mi alrededor. Sólo hombres paseándose de un lado a otro vestidos de gris, obligándome a recordar a Hendrick con aquella corbata rosa. La mano de Grant se posó en mi cintura con autoridad guiándome hasta la derecha, donde un hombre nos esperaba con la mirada seria y fría, penetrante.

   —Creí que habías abandonado, Gustin.

   —Para nada. Tengo a la chica que querías. Ahora entrégame los documentos, quiero terminar con esto.

   —¿Qué? —asustada, quité la mano de Grant de mi cintura y no aparté la vista de él. ¿Me estaba entregando? ¿Había mentido?

   —Tranquila, no es lo que crees —Aseguró el tipo de tez morena.

   —¡Entonces que es esto! —exalté. Grant me silenció y tomó mis brazos obligándome a entrar en aquella oficina.

El hombre cerró la puerta tras su espalda, Grant se había sentado junto a mi y mi corazón bombeaba sangre a mil  por segundo.

   —Voy a presentarme, soy Tyler Posey, director de este pequeño departamento de investigación privada. Yo, al igual que Gustin, trabajamos para la CNI. CNI es el Centro Nacional de Informaciones. Somos una rama de CNI de Chile, somos un organismo de inteligencia fundada en Chile el año 1977. Anteriormente usada para la represión estatal, persecución, asesinato y desaparición de opositores políticos durante la dictadura militar de su fundador Augusto Pinochet. El objetivo era reunir y procesar toda la información a nivel nacional, provenientes de los diferentes campos de acción, que el Supremo Gobierno requiriera para la formulación de políticas, planes y programas, la adopción de medidas necesarias de resguardo de la seguridad nacional y el normal desenvolvimiento de las actividades nacionales y mantención de la institucionalidad establecidas. Hoy, este pequeño grupo aún existente ha decidido hacer caer a los grandes políticos y coludidos al rededor de todo el mundo. Tuviste la mala suerte de trabajar para uno de ellos, digamos que aquí estás a salvo.

   —No entiendo. ¿Por qué estoy aquí?

   —Porque queremos tu ayuda. No harás nada más que fingir una identidad por un momento determinado que nos dará la entrada perfecta para acabar con todo esto.

   —Ya dije que estarás conmigo, no tienes de que preocuparte, _____.

Estaba aterrada. Grant sólo intentaba hacerme sentir segura...

   —Quiero saber en hechos concretos, que es lo que debo hacer.

   —Simple —Dijo Tyler mientras revoloteaba en un cajón lleno de papeles —. Mañana comenzarás con un entrenamiento para que sepas defenderte en caso de que lo necesites. Aprenderás a disparar, armar y desarmar un arma. Dos días después, cuando comencemos a movernos, irás junto a Hendrick. El resto es nuestro.

   —¿Hendrick? —miré a Grant. Mis piernas temblaron, el había pasado ambas manos por su rostro.

   —¿Cuál es el problema?

   —El problema es Hendrick y el dinero. El señuelo está sintiéndose amenazado por mi. Atacó la casa aislada hace dos días, por eso pedí el desalojo. —aclaró Grant.

   —Entonces las cosas simples, yo le daré con la bala. Ahora pueden marcharse, Grant, aquí están tus documentos. Asegúrate de dejarla lejos de todos esos hombres con sed de pasión.

   —Hablamos mañana.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now