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Observaba mis pies temblando con la única luz de la linterna. Los minutos pasaban y no había rastro de Hendrick. Luego de haber escuchado una carcajada, la puerta había dejado de ser golpeada

   —No estoy muriendo, estoy respirando —me repetí reiteradas veces. Apuntaba a la muralla frente a mis pies. Observaba como la pistola cargada y sin el seguro temblaba al compás de mi cuerpo. Sentía las lágrimas saladas cayendo por mis mejillas suavemente, escuchaba el palpitar de mi corazón y el piso rechinando fuera de la habitación. Ahí venía de nuevo.

La perilla giró y la puerta fue abierta, pude escucharlo. Segundos más tardes, la luz de la habitación se encendió obligándome a apagar la linterna de inmediato. Los pasos iban de un lugar a otro con detención, el tipo de estaba tomando su tiempo.

   —Era obvio que no se trataba de Grant. Él habría respondido a mis ofensas... Y no se habría escondido bajo su escritorio. Él no es un cobarde.

Una gota de sudor corrió por mi cien. Mi cuerpo tembló con mayor intensidad al enterarme que sabía de mi escondite. Respiré hondo una y otra vez. Una y otra vez.

   —Sal de ahí ahora. Una bala en la cabeza y cabo contigo si me haces perder el tiempo —dijo cargando su arma —. Sal de ahí antes de que vuele tu cabeza.

No lo sé. Sólo me puse pie con velocidad y apunté al hombre. Mis ojos ardían, pero no podía pensar en eso ahora. Todo a mi alrededor era un desastre, la puerta se encontraba abierta y el camino estaba despejado. Inhalé profundo sin quitar la vista de Hendrick. Estaba riendo a carcajadas.

   —Con que tu de nuevo —dijo finalmente. Con seguridad y costumbre abril su chaqueta y tomó el arma de su cinturón, la cargó y disparó al aire tres veces. Asustada sólo jalé el gatillo y la bala impactó en su pierna. Vi al hombre tendido en el piso sobando su tobillo y viendo como la sangre corría de su pierna, el arma había saltado lejos... Era mi momento.

Corrí a cruzando la habitación y salí de aquella. Frente a mis ojos el camino estaba desocupado, los demás tipos no estaban, hasta que se escuchó la orden de atraparme. Dos hombres bajaron corriendo del segundo piso obligándome a correr por la puerta de salida, ¡no me importaba, me daba igual! ¡Quería vivir!

Corrí hasta la puerta de salida y logré abrirla antes de ser atrapada. Un tipo bajó del auto negro dejando la puerta del piloto abierta. Sin miedo esta vez, jalé el gatillo dos veces. El tipo cayó tendido con los ojos y su boca abierta.

Entré al coche y cerré la puerta, todo a mi alrededor oscuro a excepción de las luces encendidas del auto y de las ventanas y puerta de la casa.

—Vamos, por favor parte —rogué, y se hizo tarde. Los hombres me apuntaban rodeando el auto.

—¡Baja del auto ahora o disparo! —dijo el rubio. Me sentí resignada, el auto lo quería emprender marcha. Rompí en llanto dejando caer mi cabeza sobre el manubrio. La bocina sonó por un tiempo prolongado, hasta que abrieron la puerta y me tomaron del brazo para bajar...

Tres patadas en el estómago fueron suficientes para dejarme tendida en el piso casi sin respiración. Hendrick ya había golpeado mi rostro y todo mi cuerpo. Tomó mi cabellera y me obligó a mirar esos ojos oscuros.

—No te preocupes, preciosa. Grant ya viene en camino. Es una pena que no se me haya ocurrido hacer una llamada telefónica antes de todo esto, ¿no?

Me soltó dejando caer mi cabeza contra el piso. El dolor cruzó por toda mi cien, obligándome a sentir las puntas de los dedos de las manos dormidas. Apenas lograba moverme, no tenía conciencia de lo que sucedía realmente. Sólo miraba un macetero quebrado del otro lado de la sala.

—Ya está afuera —escuché. Cerré mis ojos creyendo que moriría frente a ellos. Que a pesar de no haber sido baleada, moriría de sufrimiento.

—Escóndela hasta que te diga.

Mi cuerpo fue arrastrado por el piso hasta un rincón, donde me tiraron una manta encima. Me habían escondido en un rincón, haciéndome sentir como una persona sin vida. Como sí mi vida no le importase a alguien. Y comencé a llorar con la poca energía que me quedaba.

—¡Ya cállate! ¡Cállate! —dijo alguien dándome una fuerte patada en la espalda, quitándome más del noventa por ciento de la respiración, obligándome a quedar en silencio.

Cerré los ojos al oír su voz del otro lado de la sala. Como pude di la vuelta en mi espalda y desesperada lo buscaba con mis ojos. Estaba sola en la habitación, habían apagado la luz, sólo la habitación siguiente estaba encendida, de ahi provenían las voces y luego escuché mi nombre.

Levanté la manta de mi cuerpo y me arrastré por el piso como si estuviese en la guerra y los aviones me estuviesen sobre volando. No dejaba de llorar en silencio, tenía miedo.

A medida que llegaba hasta el marco de la puerta, comencé a levantarme y a tomar un poco de fuerzas para salir de aquella casa; la puerta se encontraba abierta.

   —Cinco —conté respirando hondo sintiendo el dolor en mi espalda y el corte de respiración constante.

Me arrodillé y afirmé mis manos sobre el piso alfombrado.

   —Cuatro —cerré los ojos y toqué una de mis costillas levemente fracturadas. ¿Cómo era que estaba resistiendo tanto?

   —Tres —exhalé con fuerza. La adrenalina volvía a mi cuerpo con el transcurso de los segundos. —, dos.

Me puse de pie sin quitar la vista de la salida. Respiré, exhalé y como si fuese la única oportunidad de mi vida, terminé la cuenta y corrí fuera de la habitación.

   —Atrápala —ordenó Hendrick. Unas grandes manos tomaron mi cintura justo en el instante en el que la mitad de mi cuerpo estaba fuera y la otra mitad dentro.

Las armas cargándose fueron el siguiente sonido... No quería volver a escucharlo, jamás en mi vida quería escuchar eso de nuevo.

   —Baja el arma, Hendrick. No tiene nada que ver con nosotros — aseguró Grant. Tapé mi rostro con mi cabello.

Sus manos recorrían y sostenían mi cuerpo desde la cintura. Pero no era momento para enamorarse, no ahora.

   —¿Qué es lo que sabes, ah? —gritó en mi oído. Las manos de Grant me dejaron caer arrodillada al piso, haciéndome soltar un grito de dolor intenso.

   —Suficiente —aclaró. Supe que había tomado un arma por que la había cargado —, me la llevo de aquí. Aprenderás a resolver tu problemas, Hendrick. Ella es una chica inocente, sólo una empleada, y tu, Hendrick, tu eres sólo un matón suelto. Arreglaremos esto en cuanto pueda.

  —Eres un desgraciado, Thomas Grant.

   —¡Silencio! Ándate de aquí, ahora. Tendré que reparar todo lo que tu y tus muñecos de dinamita tocaron.

   —Si, más te vale. Quiero todo limpio para la cena de acción de gracias.

Las puertas se cerraron y todo volvió a la calma. Continuaba cubriendo mi cabeza, sollozando. ¿En quién confiar, en quién creer?

Sin embargo, siempre nos encontramos solos...

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin Where stories live. Discover now